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viernes, 29 marzo 2024
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Tickled: El acoso como precepto comunal

Por Emiliano Fernández

Tickled (2016) es un documental en verdad fascinante que se apropia de una temática a primera vista “inofensiva” como los videos de cosquillas para paulatinamente revelar una red mafiosa tras bastidores que pretende controlar cada paso de la vida de los involucrados, parasitismo mediante…

Desde hace unos cuantos años venimos disfrutando de una nueva camada de documentales de izquierda que toman por asalto al espectador gracias a dos de las herramientas más clásicas y difíciles de aprovechar dentro del género debido al compromiso, la perspicacia y el talento que reclaman por parte del equipo detrás de cámaras: hablamos del “formato de denuncia” y de una estructura narrativa homologada a la lógica de la investigación detectivesca (en este caso el encadenamiento responde al entramado de los thrillers y suele abarcar la construcción del misterio de fondo, el acercamiento desde diferentes ópticas, las pistas que conducen a callejones sin salida, la lucha contra antagonistas que enturbian la pesquisa, la recopilación de testimonios colaterales y una suerte de resolución entre desconcertante y azarosa). En el enclave en cuestión tenemos desde ejemplos de política internacional símil las agudas Citizenfour (2014) y Zero Days (2016), pasando por trabajos ambientalistas en la línea de Blackfish (2013), hasta opus más vinculados al ámbito privado y su intersección con la virtualidad de la web como la archiconocida Catfish (2010), la cual sirvió de base para una serie de MTV mucho más volcada a la ficción de corte tradicional.

Precisamente Tickled (2016) toma prestados distintos elementos de las obras anteriores para unificarlos en un combo muy interesante que rankea en punta como una de las experiencias más atractivas y demenciales -por el tema tratado, sus peculiaridades y los mojones del camino que despliegan- de los últimos años. Esta ópera prima de David Farrier y Dylan Reeve sigue la indagación del primero en torno a lo que podríamos definir como una de las prácticas/ parafilias más singulares de Internet: Farrier, un periodista neozelandés que se especializa en notas de color sobre personajes bizarros y esa cultura pop de influjo trash, un día descubre un video relacionado con una supuesta “Competencia de Resistencia de Cosquillas”, un evento mensual organizado en Los Ángeles por una empresa llamada Jane O’Brien Media. La filmación, que consistía en un grupito de fisicoculturistas y/ o atletas en outfits deportivos sometiendo a cosquillas a uno de sus pares -inmovilizado- durante mucho tiempo, era producto de una selección de alcance global en la que cualquier joven del planeta puede inscribirse. Si el susodicho es elegido para participar del “torneo”, recibe un pasaje aéreo gratuito, cuatro noches de alojamiento en un hotel y 1500 dólares en efectivo.Tickled: El acoso como precepto comunal 2Inmediatamente Farrier contacta a Jane O’Brien Media para solicitar una entrevista pero la respuesta agresiva que obtiene -con detalles homofóbicos, insultos, amenazas y cartas de abogados de por medio intimándolo a que no pretenda cubrir el tópico- lo deja un tanto atónito y despierta aún más su curiosidad sobre el asunto, circunstancia que se transformará en el puntapié inicial de una exploración alrededor del “imperio de las cosquillas” y las figuras en las sombras que lo controlan.

El documental va de blanco a gris a nivel político/moral y desemboca en un negro totalmente insólito, vinculado al sadismo, el hostigamiento público y esa sensación de impunidad en la esfera social que se desprende de aquellos que detentan el poder económico. Farrier, asistido por su amigo Reeve, de a poco descubre que nadie conoce a los cabecillas de la compañía porque se refugian en el anonimato de la web para organizar otras faenas más allá de la “Competencia de Resistencia”, lo que asimismo les ha permitido edificar una red de células en todo el mundo para reclutar a adolescentes menores de edad o muchachos en la universidad y así filmarlos atados en sesiones de cosquillas durante horas, una práctica que funciona como tortura lisa y llana. Se les promete que todo quedará en el terreno amateur y para “consumo personal” de los interesados (es una actividad netamente homosexual, no hay mujeres que intervengan y en los videos los hombres no están desnudos), aunque a posteriori cuando los jóvenes pasan a depender del ingreso monetario de las sesiones, en ese momento los jerarcas filtran en Internet las grabaciones -sin ningún consentimiento- y se las envían a la familia del damnificado, sus colegas, compañeros de estudio, entrenadores, etc. (las víctimas suelen ser deportistas de zonas pobres urbanas que callan lo ocurrido ante la posibilidad de que el asunto empeore en función de la vergüenza pública y las advertencias de los sujetos en posesión de los videos).

La epopeya investigativa comienza con un tono cómico pero luego deriva en testimonios de personas que sufrieron acoso cibernético, destrucción de sus vínculos íntimos y amenazas de muerte por parte de esta industria, que definitivamente es más mafiosa que el porno o el mainstream tradicional. Tickled se abre camino como una película muy interesante porque evita analizar la temática de fondo vía la perspectiva de las parafilias y el fetiche sexual; centrándose en cambio en el entramado de poder, la impunidad con la que opera la empresa, las víctimas que viene cosechando desde la década del 90 -mediante sus distintas encarnaciones- y la crueldad de estos depredadores, quienes luego de filmados los videos etiquetan a los “actores” de homosexuales, drogadictos, pederastas y criminales (entre otras mentiras).

La propuesta por un lado confirma aquella vieja premisa centrada en el hecho de que con una fortuna de respaldo se puede evadir la cárcel o salir libre en un santiamén, pero también, por otro lado, complementa lo anterior introduciendo la dialéctica furiosa y errática de nuestros días a través de mecanismos muy utilizados en la comunidad web como el boicot, la extorsión, las calumnias sin fin, los ultimátums y la usurpación de identidad. Si bien la película hace del descubrimiento del responsable de todo este despropósito su objetivo principal, como una forma de reparación/revancha por haber destruido tantas vidas vía el miedo y el delirio, en el fascinante viaje posterior se va colando la noción de la persecución cibernética como “deporte” en sí: de hecho, el placer cobarde de los perversos virtuales contemporáneos reside en generar dolor en los indefensos a través de un ciclo de agravios caprichosos e infantiles enmarcados en la arrogancia más patética y el onanismo de los burgueses mimados, esos que pretenden dar lecciones de ética o pedagogía desde el egoísmo, la ignorancia, las prebendas al poder, la torpeza fascista y la más pura hipocresía.

Tickled: El acoso como precepto comunal 1Título: Tickled
Dirección: David Farrier, Dylan Reeve
Intérpretes: David Farrier, Dylan Reeve, David Starr, Hal Karp, David D’Amato
Calificación: No disponible
Género: Documental
Duración: 92 minutos
Origen: Nueva Zelanda
Año de realización: 2016

Puntaje 9 (nueve)

 

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