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jueves, 21 noviembre 2024
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Un día de suerte: Un grito en la oscuridad

Por Pablo E. Arahuete

El no tan reciente fenómeno cinematográfico llamado “Nuevo cine argentino” es un debate instalado entre directores y críticos, que más allá de las diferencias de criterio obliga a una reflexión sobre las ultimas dos décadas de nuestro cine. Aunque no es el propósito de quien escribe cerrar el debate, solo alcanza destacar que es irreprochable que el cine post Pizza, birra, faso es un cine más reflexivo, auto-consciente de su tiempo y comprometido con lo social que el de los tempranos ochenta.

Si bien es cierta su heterogeneidad desde lo estético, puede caracterizarse al nuevo cine argentino como un terreno difuso entre la ficción y el registro documental, y es precisamente en ese punto donde a veces presenta sus flaquezas.

Este es el caso de Un día de suerte, de Sandra Gugliotta; film galardonado en el Festival de Berlín y premiado con menciones especiales en otros certámenes.

Con la mirada puesta en los jóvenes de clase media que sobreviven como pueden a este país expulsivo, el film parte de una anécdota que seguramente formará parte de nuestra triste historia, y que tuvo lugar en 1999 cuando miles de familias sufrieron por más de veinte días la falta de electricidad en numerosos barrios. En esa ciudad que clama a gritos que le devuelvan la luz, vive Elsa (Valentina Bassi), con sus veinticinco años a cuestas y un sueño por el que esta dispuesta a dejarlo todo: viajar a Italia para reencontrarse con Cándido, un amor fugaz.

Elsa, igual que su amiga Laura (Lola Berthet), sobrevive con trabajos esporádicos y mal pagos de promotora, encuestadora, repartidora de volantes, y siente que su lugar no está en esta tierra arrasada, sino en la de su príncipe Cándido. Así se entrecruzará con Walter (Fernán Mirás), un joven sin mucho rumbo que anda rondando por diferentes lugares y viviendo en lo que le dejan sus actividades non sanctas (vende remedios con recetas truchas, utiliza tarjetas de crédito mellizas, trafica drogas), con el que entablará una relación especial.

La opera prima de Gugliotta intenta escuchar más que decir o explicar, utilizando de manera eficaz el recurso de la metáfora o la metonimia cinematográfica, porque en el grupo de jóvenes protagonistas se condensa el resultado de un modelo de país, de una ciudad en tinieblas sin la luz de la esperanza. La misma que impulsó a los inmigrantes de las dos grandes guerras a emprender la aventura hacia la América, reflejado en el personaje de Darío Vittori, abuelo de Elsa y símbolo de una Argentina que ya no existe.

Sin embargo, promediando la mitad del film el rumbo cambia y aparecen los interrogantes sobre su forzada resolución de situaciones, y un marcado esfuerzo por unir pedazos de una historia de amor trunca que actúa como disparador y no como su raíz. Es destacable el cuidado conceptual desde lo narrativo, con un interesante manejo de los tiempos y la acertada elección del casting, entre los que se lucen Damián de Santo y en especial Darío Vittori, en lo que seguramente es el mejor trabajo en cine de su vida (murió durante el rodaje).

Con una cámara que muestra y no juzga, y que hace un zoom sobre un Buenos Aires descolorido y opresivo con olor a neumático quemado, Un día de suerte es un grito en la oscuridad.

Título: Un día de suerte.
Título Original: Idem.
Dirección: Sandra Gugliotta.
Intérpretes: Valentina Bassi, Claudio Gallardou, Fernán Mirás, Lola Berthet, Darío Vittori, Jesús Berenguer, Nicolás Mateo, Damián De Santo, Claudia Lapacó, María Laura Cali y Luis Luque.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 95 minutos.
Origen: Argentina/ Italia/ España.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Primer Plano Film Group.
Fecha de Estreno: 16/05/2002.

Puntaje: 7 (siete)

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