Por Sergio Dobosz
Tal como en un comercial de desodorante corporal, la bella mujer avanza por la ciudad en medio de una insólita tormenta de viento que casi le imposibilita caminar, mientras por el otro lado de la calle, el modelo masculino viene marchando, sin grandes posibilidades de visibilidad debido al temporal y a la enorme pila de libros que carga en sus brazos. Un instante después lo inevitable sucede. Chocan, caen al suelo, y así nace el primer roce, la primera mirada, que son evidentes vaticinios de lo que está por suceder entre ellos. Así de evidente termina siendo -luego de un comienzo prometedor- Infidelidad, la película de Adrian Lyne protagonizada por Richard Gere y Diane Lane.
Este film posee todos los vicios de los trabajos anteriores de Adrian Lyne: la familia norteamericana -y con ella, el american way of life- padece de la irrupción de un ser ajeno al núcleo primario, que constituye una seria amenaza para este como en Atracción Fatal y Propuesta Indecente. Más allá de la temática, el sello del director como realizador está firmado en ese abuso de imágenes estilizadas y cambios de ejes propios de un look clipero, donde diversos elementos son capturados por la cámara en planos detalles sumamente obsecuentes. Pero pese a haber gastado fortunas en cachets y otros rubros técnicos que terminan inflando el presupuesto de una producción que debió de ser más austera e interesante, el film -previsible, tediosamente previsible- carece inclusive de interés alguno por la química establecida entre los personajes de Gere y Lane.
Con escenas bochornosas, como la de la amiga mayor advirtiendo de los riesgos de una aventura a raíz de una experiencia pretérita y tortuosa, pasando por la del blanqueo de la situación en el matrimonio hasta llegar al mea culpa de ella, y con una carnadura que denota cierta xenofobia al presentar al amante como el estereotipado extranjero que viene a sacudir las bases de una institución sagrada, como lo es la familia -la de ellos, los del país del norte- Infidelidad jamás llega a buen puerto más allá de ese final abierto y de los esfuerzos de Diane Lane (mucho más bienvenidos por la platea masculina) por capturar la atención en la pantalla.
En lugar de explotar a fondo sus mejores elementos narrativos y psicológicos, Infidelidad pasa entonces a convertirse en una –mala– película de suspenso salpicada por destellos de moral y corrección política. Los personajes reaccionan de una manera estereotipada a las situaciones que se le presentan. Ella cada vez se siente más culpable. Él se enoja y toma cartas en el asunto. Nunca afrontan la nueva realidad que viven como pareja. Sólo prefieren evitar el problema; deshacerse de él. Cada uno a su modo. En algo coinciden: la familia, el proyecto en común, la estabilidad económica, el hijo que tienen y aman, toda esta estructura que juntos concibieron está por encima de todo. El culpable de lo que pasó, los motivos y las consecuencias de eso, mejor buscarlo en otro lado. Quizás la culpa de todo la tenga el joven amante que no hizo más que entrometerse en su felicidad. Para ellos, es más una decisión de la cabeza que una sensación del cuerpo. Al parecer, es preferible verlo así antes que admitir que el cuerpo no sólo toma decisiones, sino que también elige.
Título: Infidelidad.
Título Original: Unfaithful.
Dirección: Adrian Lyne.
Intérpretes: Richard Gere, Diane Lane, Olivier Martínez, Kate Burton, Margaret Colin, Dominic Chianese, Michelle Monaghan, Michael Emerson.
Género: Thriller, Drama, Remake.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 125 minutos.
Origen: EE.UU./ Francia/ Alemania.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 13/06/2002.
Puntaje: 2 (dos)