Por Omar Tubio
Denzel Washington impone una vez más sus increíbles dotes histriónicas. Solamente él puede llevar adelante un film con semejante peso sobre sus hombros y salir airoso de la función; con sólo un par de gestos y miradas transmite toda la desolación de su personaje…
¿Se acuerdan de La Clínica del Dr. Cureta? No sólo de la película homónima, sino de la estupenda historieta que aparecía en la revista Humor hace unos años atrás. Para quienes no la hayan leído jamás, los pongo un poco en tema. Cureta dirigía una clínica de tantas, la cual se regía por un principio básico e inapelable: no atender jamás pacientes no pudientes y tratar por todos los medios de derivar a los de las obras sociales. La premisa fundamental era facturar y el juramento hipocrático metérselo ya saben donde.
A John (Washington) le sucede algo parecido, pero muy lejos de nuestra querida Buenos Aires. El, junto a su mujer y su pequeño hijo componen una típica y modesta familia perteneciente a la clase trabajadora. Cierto día, mientras asisten a un juego de baseball donde participa el niño, éste cae redondo en el césped víctima de un ataque cardiovascular. Desesperados y a toda prisa lo internan y descubren que la única posibilidad es una inmediata intervención quirúrgica. Más allá del mal trago que toda la situación presenta, lo peor sobreviene cuando le comunican al bueno de John que su cobertura médica no llega a cubrir este tipo de operaciones, por lo cual debe ser trasladado a un Hospital. El tema es que no le garantizan que el chico resista con vida la mudanza. ¿Entonces? El climax sobreviene cuando John se brota y estalla en su desesperación e impotencia y decide la toma de la Clínica armado con un revólver, amenazando y obligando a las autoridades médicas y al cirujano a realizar la intervención, amurallado en un sector de la misma.
De esa manera queda presentado el conflicto y el dilema moral de la película. ¿Qué debe hacer un ciudadano honrado ante la injusticia de un sistema perverso? ¿Tomar las armas y hacer valer sus derechos? El tema es urticante y plantea una dura controversia en lo social, pero en la faz humana la cosa se complica aún más, ya que poniéndose en el lugar del padre…¿Quién lo puede juzgar?
Nick Cassavetes (hijo del recordado John) maneja la puesta en escena sobriamente, pero no puede prescindir de ciertos caracteres un poco unidimensionales (hay personajes que no manejan muy bien la ambivalencia de sus sentimientos). Y aunque la situación en sí parezca poco probable o quizás increíble (cuesta creer que un solo hombre tome posesión de un sector del edificio tan fácilmente) la tensión dramática se impone por sobre todo lo demás y termina por convencer, que finalmente, el tan mentado “american way of life” tiene sus falencias.
Denzel Washington impone una vez más sus increíbles dotes histriónicas. Solamente él puede llevar adelante un film con semejante peso sobre sus hombros y salir airoso de la función; con sólo un par de gestos y miradas transmite toda la desolación de su personaje y justifica la difícil decisión en el tramo final.
Su actuación por sí sola, la torna recomendable.
Título: John Q.
Director: Nick Cassavetes
Género: Crimen, Drama, Thriller
Intérpretes: Denzel Washington, Robert Duvall, James Woods, Ray Liotta, Anne Heche y Kimberly Elise
Duración: 116 minutos
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2002
Distribuidora: Distribution Company
Fecha Estreno: 27/06/2002
Puntaje 7 (siete)