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jueves, 21 noviembre 2024
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La Mirada de los Otros: El hombre patógeno

Por Juan Blanco

La Mirada de los Otros (2002) es la prueba de que a Woody ya se le agotaron las ambiciones trascendentales (quizás para bien), y que de a poco está venciendo a sus enemigos internos. Ahora pareciera estar más distendido, dispuesto a la risa y a su respetuoso contagio hacia el público.

Woody, Woody, Woody; a veces no se puede vivir contigo, pero en tanto se concibe la remota posibilidad de perderte, uno se da cuenta de que sería imposible vivir sin ti.

Para muchos, algunos de sus últimos trabajos -como Dulce y melancólico o Celebrity– eran proyectos agotados desde los tempranos rumores de pre-producción. No obstante, existe otra corriente un poco más Alleniana y tanto más favorable, según la cual no podría existir un Woody Allen malo, por menor que resultase su propuesta en términos de ambición tanto temática como puramente cinematográfica. Quien les escribe tiene esta convicción. Por chiquito y escaso de pretensiones que pueda presentársenos cualquier engendro hipocondríaco de Woody Allen, difícilmente va a poder desilusionarnos. ¿Por qué? Bueno, es un misterio? ¿magia quizás…o simple talento?

En el caso de La Mirada de los Otros (unos de los pocos films donde a Woody no le respetaron la traducción casi textual del título original, que sería algo así como Final Hollywoodense), Allen construye una sátira sobre los mecanismos industriales que reinan en el mundo del cine de estudios. Y lo hace paradójicamente representando a un director de cine jubilado -por voluntad propia- y venido a menos, ganador de dos oscares en su glorioso pasado, pero convencido ahora de que su carrera ya se encuentra en el ocaso. Y digo paradoja porque si de algo necesita Woody Allen para poder sobrevivir a sus males y demonios públicamente bastardeados, es continuar trabajando.

Por eso mientras nosotros, los mortales, desayunamos en cualquier fría mañana de invierno, Allen seguro está terminando de rodar su nuevo proyecto; y mientras lavamos nuestra taza y nos sacudimos de la ropa las migas de las tostadas, el otro seguro ya está montando y publicitando su trabajo.

El problema con Woody Allen es que a veces su pasión por el cine (y también por la televisión, o al menos por algunos de sus códigos), que lo lleva a ser tan prolífico como escritor y director, lo obliga a cristalizar en películas hasta las ideas más irregulares de su “brainstorming” inicial con el sólo fin de continuar activo.

Entonces, como en toda lluvia de ideas preliminares, aquello que debió ser descartado o pulido un poco más, termina en manos de Allen impreso y editado para una futura distribución; y así surgen sus películas menores, que por cierto crecieron de manera estrepitosa, digamos, en los últimos siete u ocho años.

La Mirada de los Otros es una de esas tantas, en términos narrativos quizás más en la línea liviana de Ladrones de medio pelo y La maldición del escorpión de Jade que de Dulce y melancólico y Celebrity, pero al tiempo no del todo despojada de reflexiones sobre algún tema de interés particular para Woody. En este caso, la representación cinematográfica.

En La Mirada…, Woody vuelve a ser ese personaje esquizoide atestado de demonios psicológicos, que van desde la inseguridad habitual hasta sus patentadas dolencias hipocondríacas. En la presente anécdota, es ese director frustrado a quien su ex-mujer (Téa Leoni) -también perteneciente al rubro y graciosamente predicadora del cine mainstream-, le pide dirigir el nuevo blockbuster producido por su actual esposo (Treat Williams, de regreso de la muerte).

La cosa es que tras un cúmulo de estrés, producto de las múltiples presiones de la industria más algunos componentes personales y emotivos ?celos y resentimiento hacia la condición de su ex-, Woody habrá de perder la vista por la histeria, lo que le implicará tener que dirigir la película ciego sin que nadie advierta su patología, ni siquiera su esposa.

Y sí, es un Allen vendedor de disparates en plena búsqueda al regreso de la comedia de enredos, como ya lo manifestó enLadrones? y en La maldición… Sólo que esta vez su target va un poco más allá de la risa despreocupada de aquellas dos comedias puras.

Con La Mirada de los Otros casi logra conseguir la acidez de antaño, esta vez teledirigida al mundo del espectáculo sin tapujos. Atiéndase, por ejemplo, al detalle de que a la película se la termina dirigiendo por encargue su director de fotografía oriental (y que para colmo termina siendo tal extravagancia que sólo tiene éxito y ?se entiende? en Francia), o bien que su mismo personaje haya estado casado con una especie de Paula Wagner (la mano derecha de Tom cruise).

Se está ante un Woody Allen mentiroso y abusivo para desnudar, mediante analogías discursivas, los engañosos mecanismos que engendran las producciones del Hollywood actual (y por qué no de todos los tiempos). Por momentos tan desopilante como reiterativa, y constantemente apoyada en la melancolía de otras épocas más ingeniosas (los problemas conyugales como punto de partida), La Mirada de los Otros es la prueba de que a Woody ya se le agotaron las ambiciones trascendentales (quizás para bien), y que de a poco está venciendo a sus enemigos internos. Ahora pareciera estar más distendido, dispuesto a la risa y a su respetuoso contagio hacia el público.

La Mirada de los Otros: El hombre patógeno 2Título: La mirada de los otros
Título original: Hollywood Ending
Dirección: Woody Allen
Intérpretes: Woody Allen, Téa Leoni, Treat Williams, Debra Messing, George Hamilton, Mark Rydell, Bob Dorian
Calificación: Apta mayores de 13 años
Género: Comedia, Romance
Duración: 112 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2002
Distribuidora: Líder Films
Fecha de estreno: 07/08/2003

Puntaje 7 (siete)

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