Por Juan Blanco
En el mismo registro cinematográfico en el que ya se reconoce a los abogados como dignos chupadores de sangre, y hasta como el propio diablo, el film australiano The Bank asume a las entidades bancarias como la mismísima encarnación del Mal. Y no es un detalle menor, sino una elección consciente (y hasta sarcástica) capaz de identificar a muchas más personas de las que puede concretar un film de abogados; no todos tienen la “suerte de lidiar con abogados” en situaciones comprometidas, pero todos cuentan con el “privilegio del feedback bancario” hasta en la más trivial de sus rutinas. En especial nosotros los argentinos, quienes por meras cuestiones circunstanciales podremos otorgarle a la película ese valor agregado que quizás no tenga en cada lugar en que se exhiba.
Se trata de un “thriller ejecutivo” con un magnate bancario dispuesto a cualquier cosa por acumular dinero para su banco; con un genio matemático que puede hacer que lo anterior suceda casi sin inconvenientes; y con una familia con una “gran cuenta pendiente” con el primero. Historias paralelas que en algún momento dejarán de serlo para juntarse y generar complicaciones tan burocráticas como personales. ¿Y cómo se llegará a esto…? Bueno, eso es lo divertido de este cuento.
Más allá de que The Bank resulte una acertada visión sobre una de las realidades socio-económicas del mundo, lo que cautiva son sus pies en la tierra tanto dentro como fuera del cine. Fuera de la misma representación con la que juega su anécdota, ya se dejó claro que el film manifiesta su consciencia desde esa misma tesis paranoica, mientras que dentro de su propia ficción, jamás deja de asumirse con cierto humor como una serie de convenciones obvias, aunque no por ello menos intrigantes ni compradoras.
The Bank se nutre de situaciones conocidas que no buscan disuadir al público, sino hacerlo tomar conciencia de que esa instancia trivial tiene su fundamento en la misma representación cinematográfica, aunque no por ello resulte menos factible y/o verídica. No obstante, procura que sus convencionalismos no lleguen hasta las últimas consecuencias, sino que descoloquen cuando uno menos creía posible una vuelta de tuerca. De esa manera no escatima con estereotipos que la identifiquen con la audiencia, al tiempo que prepara pequeñas sorpresas para que dentro del universo ficcional que la excusa no sea tan simplemente una descolorida figurita repetida. Y lo logra.
En parte sus méritos recaen en la precisa actuación de Anthony LaPaglia, ese banquero cual gánster moderno que empuña una lapicera en lugar de una metralleta, así como también en el parco (pero fundado) desempeño de David Wenham en la piel del hacker matemático regalado a las lealtades más ambiguas, siendo entonces la química entre estos dos personajes el tronco de una historia que embroma, denuncia, y emociona en el trayecto; quizás no una gran obra ni mucho menos “reveladora”, pero sí una patadita baja tan pícara como digna.
Título: The bank: El juego de la banca.
Título Original: The Bank.
Dirección: Robert Connolly.
Intérpretes: David Wenham, Anthony LaPaglia, Sibylla Budd, Steve Rodgers, Mitchell Butel, Mandy McElhinney, Greg Stone, Kazuhiro Muroyama, Andrew Bayly y Thomas Blackburne.
Género: Drama, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 104 minutos.
Origen: Australia.
Año de realización: 2001.
Distribuidora: Good Movies.
Fecha de Estreno: 24/10/2002.
Puntaje: 7 (siete)