back to top
sábado, 23 noviembre 2024
InicioCríticaDeuda de sangre: Thriller verdadero

Deuda de sangre: Thriller verdadero

Por Juan Blanco

Clint Eastwood, ese Señor del Cine, vuelve a demostrar (por si hiciera falta) que es un maestro de la narración clásica en este thriller de novedosa premisa e ingeniosa resolución. Para disfrutar y apreciar las bondades de un artista que, como los vinos de buena cepa, mejora cada vez más con los años…

Deuda de sangre: Thriller Verdadero 2

Recuerdo que la primera vez que me enfrenté a Crimen Verdadero (1999) no me gustó en absoluto. Nada más me pareció una instruída figurita repetida, prolija en su construcción, como no podía ser de otra manera viniendo de Clint Eastwood, pero plagada de convenciones obvias y sin ningún esfuerzo por esquivarlas ni mirarlas con astucia. No sé, quizás era demasiado chico e ingenuo como para advertir ideas que trascendieran el simple thriller con pena capital de por medio. Pero después de todo, era un Eastwood, y esa sola idea hacía casi imposible que mi gusto estuviera debidamente fundado en la comprensión de un arte tan complejo como el cine, y seguro me estaría llevando a subestimar a uno de los directores más sólidos que conoce el cine americano. Por eso la enfrenté de nuevo…

Deuda de sangre: Thriller Verdadero 3Con otra mirada, y con algo de investigación de por medio, llegué a la conclusión de que ese rejunte de lugares comunes tenía su fundamento en la intención de Eastwood de trivializar la pena capital, de darle un carácter utilitario para reflexionar sobre lo que el mismo cine hace hoy en día con los géneros, y disponerse así a una visita poco ingenua a cada convención. Por eso su personaje construía una investigación recurriendo a los tópicos más ineludibles del relato detectivesco (aunque Clint era un periodista devenido en Sherlock), aún así sin conseguir con ninguno de ellos la respuesta buscada. La ruptura misma de cada pista contribuía a la trivialización mencionada, siendo después la resolución al enigma el indicio menos llamativo, quizás el más trivial de todos, pero simple y paradójico al fin. Hoy Crimen Verdadero me parece una gran película, una muy conciente y muy poco ingenua.

Ahora, con la llegada de Deuda de sangre, llegué a tener la misma sensación de escasez que en esa primera instancia me aquejó en Crimen Verdadero. Pero porque mi primer vistazo murió en esa comprensión superflua que me impidió ver más allá de la anécdota, una ya visitada otras tantas veces y de manera incluso más compleja y burlona. Y entonces me volvió a entrar esa desconfianza, y me decidí proyectar la misma hipótesis de Crimen verdadero en este nuevo thriller, esta vez uno con asesino serial y con un verdadero detective: nada menos que Eastwood rememorando aquellos buenos viejos tiempos.

En efecto Clint me había engañado de nuevo. Deuda de sangre no es tan sólo una extensiónDeuda de sangre: Thriller Verdadero 4 de Harry el sucio, sino otro intento de trivializar un universo familiar como sucedía en Crimen Verdadero. En este caso la mirada no está puesta sobre el thriller de pena capital, sino sobre el de asesino serial; pero ojo, puesto así se podría suponer una suerte de parodia oportunista, cuando en realidad se trata de una forma de traducir en lenguaje moderno algo ya obsoleto, que no es lo mismo (y no es azaroso que el guión sea de Brian “Revancha” Helgeland). Ahora Clint es Terry McCaleb, un ex-agente del FBI que tras un transplante de corazón se ve obligado (por cuestiones ajenas a su juicio y personales al mismo tiempo) a perseguir al asesino de su donante, gracias al cual hoy sigue vivito y coleando. Es un tipo torturado por la idea de vivir una vida prestada a costillas de la muerte de una chica inocente. Por eso saldrá en busca del responsable, aún con una salud delicada, y con un malambo en la cabeza que a duras penas habrá de curarse cuando se haga justicia.

Lo interesante de Deuda de sangre surge del mismo relato que articularía la investigación de Terry. Se trata de una investigación normal, pero llena de pistas falsas, obvias, casi demasiado complacientes como para ser las indicadas, y no lo son. Tal como en Crimen Verdadero, cada hipótesis forzada desembocará en un nuevo acertijo, uno más conocido todavía pero más tramposo aún que el anterior. Y la magia de Eastwood radica en convertirnos en detectives al dejarnos rellenar los huecos que en la próxima escena aparecerán vacíos de nuevo.

Deuda de sangre: Thriller Verdadero 5Cada situación tiene un grado de familiaridad que asusta, y los tipos a cargo de excusarlas son tan ordinarios como el que contempla la pantalla; Terry no es Harry, aunque se parece mucho (sobre todo el nombre ¿casualidad?), pero es más humano, menos invulnerable. En lugar de amenazas ahora persuade con ese tono siempre bajito tras unas facciones blandas, casuales. La escena más representativa de aquello es en la que Terry les compra donas a sus ex-colegas para obtener su ayuda, en la cual hay tres personajes tomándose el tiempo para comerlas mientras piensan en las palabras que dirán cuando terminen de tragar el bocado.

Clint Eastwood hoy reconoce que ya está viejo, pero sabe que se encuentra mucho más afilado a nivel intelectual de lo que podía asumirse en los tiempos de Play Misty For Me (1971). Por eso cada nuevo proyecto es una invitación al pasado con ojos perdurables, modernos; un acto más de conciencia de un Señor del Cine, que dista tanto de ser ingenuo como Harry Callahan de ser considerado un blando…

Deuda de sangre: Thriller Verdadero 1Título: Deuda de sangre
Titulo Original: Blood Work
Director: Clint Eastwood
Género: Acción, Basado en novela, Crimen, Drama, Thriller
Intérpretes: Clint Eastwood, Anjelica Huston, Jeff Daniels, Paul Rodriguez, Dylan Walsh y Wanda de Jesús
Duración: 110 minutos
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2002
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha Estreno: 07/11/2002

Puntaje 8 (ocho)

NOTAS RELACIONADAS

ÚLTIMAS PUBLICACIONES

Hereje: Cuando la fe está en juego

San Pugliese: Como nombrar al pueblo

Dueto: Amigos para siempre

Tiempo de pagar: Zafar a toda costa