Por Juan Blanco
Desde hace ya unos años, en dos de cada tres películas Robert De Niro pone de manifiesto lo cansado que está del séptimo arte. La plata le sobra, pero los guiones le llueven, motivo por el cual el tipo sigue trabajando –medio a desgano- sin importar cómo, dónde ni por qué. Afortunadamente, existe esa tercera película entusiasta en la cual Bobby hace lo que mejor sabe hacer en el cine: actuar como los dioses al punto de no dejar percibir sus recursos, y mostrar a una persona en lugar de un personaje. Herencia de Sangre es una de esas terceras. Quizás la excusa sea que Robert esconde algún detalle monetario en la producción, o quizás sea sólo ese entusiasmo que podrá no tener en cada proyecto que encara, pero que en algunos se le despierta y entonces decide cautivarnos, como lo hacía antes. Sea como sea, es bienvenido.
En Herencia de Sangre De Niro interpreta a Vincent Lamarca, un detective de Nueva York tras la pista de un criminal: su hijo. Pero antes que un detective –o después, de acuerdo a las prioridades del personaje- Vincent es un hombre con un pasado muy negro. Hijo de un hombre ejecutado por homicidio cuando él apenas tenía ocho años, Vincent es ahora un ex esposo que en algún momento de su vida golpeó a su mujer (Patti LuPone); un padre que abandonó a su hijo (James Franco) y se mantuvo lejos de él durante quince años; un pobre hombre que ahora está intentando volver a la vida en sociedad junto a una comprensiva vecina (Frances McDormand). Por eso, hoy a Vincent no le queda más que ser un mero detective tras la pista de un criminal, pero que en el desarrollo de tal misión podría volver a encontrar el camino a su familia. Para eso, tendrá que llegar a su hijo antes de que lo hagan sus colegas, y protegerlo tanto de sus circunstanciales compañías como de la policía misma, ya que por sus supuestos crímenes al pibe lo quieren muerto.
Al parecer Herencia de Sangre tendría toda la data para un policial desesperante; una carrera contra el tiempo con pistas falsas, móviles cruzados, y donde los buenos son buenos y puros, y los malos son malos porque nacieron así y se deleitan siéndolo. Pero es todo lo contrario. La anécdota podrá tener cuerpo de policial, pero está bajada al drama con los gestos más casuales y hasta anómalos para una película de género, y por sobre todo con respeto hacia la inteligencia del público. Hay móviles cruzados y pistas falsas, pero el espectador tiene todo eso tan claro desde el principio, que en lugar de jugar al detective se puede concentrar en los personajes y tratar de comprenderlos, cosa que para el caso resulta mucho más importante y acertado. Los buenos son nobles con los suyos, pero también tienen sus días malos, y los malos quizás fueron y sean malos por siempre, pero al menos no evidencian un empleo de tal maldad por deporte, sino por una simple cuestión de supervivencia.
Herencia de Sangre, en realidad llamada Ciudad a Orillas del Mar, es una historia de abandono en la ciudad abandonada de Long Beach, donde el contexto gris juzga al tiempo que justifica a todos sus personajes. Una película triste pero que no alardea de sus penurias para causar emociones forzadas; toda una cortesía del realizador Michael Caton–Jones, un narrador tan irregular como prolijo, responsable de títulos sólidos como Memphis Belle y Rob Roy, así como también de fiascos como El Chacal. Para Michael, este es uno de sus proyectos acertados como director, al igual que para Robert uno de sus esmerados como actor; aunque no sólo para él, también para todo el elenco.
Título: Herencia de sangre.
Título Original: City by the Sea.
Dirección: Michael Caton-Jones.
Intérpretes: Robert De Niro, Frances McDormand, James Franco, Eliza Dushku, William Forsythe, George Dzundza y Patti LuPone.
Género: Crimen, Drama, Misterio.
Clasificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 108 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 09/01/2003.
Puntaje: 7 (siete)