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jueves, 21 noviembre 2024
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11-09-01: El día que cambió el mundo: La Humanidad

Por Pablo E. Arahuete

La realidad atravesó la pantalla del televisor el día 11 de Septiembre del 2001. Esa fue sin duda la sensación que muchos tuvimos al presenciar en vivo en nuestro habitual rol de voyeurs incondicionales un suceso trágico, espectacular y siniestro.

Parecía una superproducción hollywoodense con guión adaptado de una novela de Tom Clancy (Juego de Patriotas, Peligro Inminente), sobre un comando terrorista que destruía dos símbolos de una nación que se autodefinía como invencible, colmada de Rambos y Superhéroes que se jactaban de su prepotencia y que vivía embelesada por su propia arrogancia. Sin embargo, esta vez Harrison Ford nunca llegaría a la cita y entonces aquellos hierros rechinantes que se desplomaron y formaron una nube gris disolvieron la ilusión, y así de voyeurs nos transformamos en testigos y con ello nos ganamos la responsabilidad de no olvidar, de comprender o por lo menos tratar de hacerlo. Tal vez esa haya sido una de las motivaciones para gestar el proyecto de 11-09-01: el día que cambió el mundo, un film cuyo mentor, el francés Alain Brigand concibió tras reunir a 11 notables directores provenientes de Europa, Asia, América del norte y África, con la consigna de plasmar en un cortometraje cada uno su mirada acerca del episodio.

Con esta premisa, los realizadores volcaron su experiencia en el campo audiovisual aprovechando al máximo la contundencia del lenguaje cinematográfico como vehículo poderoso para transmitir ideas y sensaciones, respetando la duración de once minutos, nueve segundos y un frame (la mitad de un segundo) para desarrollar su punto de vista -con absoluta libertad- sobre lo acontecido en Nueva York.

Más allá de lo atrayente de este compendio de miradas, formas y estilos, resulta significativo un conjunto de elementos compartidos por las once propuestas, que terminan transformando al film global en un todo conceptual que es más que la suma de sus partes: comparten la visión crítica ante una nación que intentó luego de la tragedia monopolizar las víctimas para justificar luego sus políticas expansionistas y opresivas, que se sumergió en la búsqueda de un culpable para no tomar conciencia de sus miserias y atrocidades. Otro rasgo destacable es el empleo de los recursos cinematográficos para construir un manifiesto contra la intolerancia y a favor de la paz. Este documento resulta entonces una suerte de prisma sobre un hecho, cuyas caras reflejan diferentes enfoques sobre las consecuencias, pero unidos en un grito en común contra la indiferencia, presentado en una gama de estilos que transitan por la línea de lo poético, lo irónico, lo impactante, lo metafórico y lo simbólico. La mayoría de las historias mantienen el registro de documental y apelan a un uso dramático de los elementos visuales y sonoros, consiguiendo crear atmósferas donde se traslucen los contrastes entre los pueblos condenados a la pobreza, y aquellos donde los problemas presentan otra situación, como la desesperanza.

Samira Makhmalbaf reflexiona, a través de una clase en una precaria escuela de Irán, sobre las contradicciones de una maestra que debe privilegiar lo que pasa afuera de su territorio y obviar su realidad.

Sorprende gratamente el representante de Burkina Faso por su manejo de la ironía y el buen humor en su corto sobre un grupo de niños que descubren que Bin Laden se escondió en su barrio, e intentan atraparlo para cobrar la recompensa ofrecida por el FBI valiéndose de sus escasos recursos.

Idrissa Quedraogo matiza con toques de refinado humor la cruenta realidad que padecen sus compatriotas y marca la brecha entre desarrollo y subdesarrollo con gran inteligencia.

El humor negro surge con intensidad en el corto del Israelí Amos Gitai, quien en un extenso plano-secuencia condensa su repudio al terrorismo, su crítica a los medios de comunicación y subrepticiamente al intento de Norteamérica de presentarse ante el mundo como víctima en lugar de hacer un examen de conciencia.

En otro estilo y con un predominio de lo simbólico y de la metáfora cinematográfica aparecen los relatos del francés Claude Lelouch, quien se las ingenia para hablar de la incomunicación y la indiferencia en una conversación entre una mujer sordomuda y un hombre.

En la misma línea y con un planteo más existencialista, el realizador egipcio Youssef Chahine indaga en un viaje imaginario, en una atmósfera casi onírica sobre las raíces del odio y el sentido de la vida.

El japonés Shohei Imamura elige centrar su mirada sobre la deshumanización del hombre como consecuencia de las guerras; y la promesa mexicana Alejandro González Iñarritu, en una sinfonía macabra de sonidos extraídos de los medios e imágenes espeluznantes de archivo, denuncia lo que se muestra y lo que se oculta.

La historia presentada por el polémico Sean Penn es un crudo retrato acerca de una sociedad decadente, hipócrita y que no puede ver más allá de sí misma. Este corto plagado de sutilezas es llamativamente el más crítico.

La contundencia en los mensajes y el llamado a la reflexión se sintetiza en los conmovedores cuadros del británico Ken Loach, quien recurre a material de archivo sobre la dictadura en Chile y reconstruye su mirada a partir de la carta de un exiliado dirigida a los padres de las víctimas de las Torres Gemelas aquel 11 de Septiembre de 1972 en que fuera asesinado Salvador Allende.

A diferencia de la realizadora india Mira Nair, cuyo corto carece de emoción, la sencillez y la emotividad del bosnio Danis Tanovic, recientemente condecorado en Berlín por su compromiso con la paz, consolida el relato más acabado conceptualmente. Su trabajo encierra el espíritu de esta obra colectiva. Tanovic expresa un potente reclamo de justicia en la piel de un grupo de mujeres que forman una cadena humana entrelazando pañuelos de colores; esta imagen resume el concepto motor de este documental, tildado por algunos mediocres y carentes de sensibilidad de ser anti-americano: el dolor no tiene fronteras, no discrimina entre poderosos y no poderosos, se alimenta de la miseria de los hombres y vive gracias a sus hipocresías y crueldades.

Si ese mensaje prevalece sobre el egoísmo y la actitud vengativa estéril, eso es algo que está más allá del cine, pero que sin lugar a dudas debería intentar reflejar.

No obstante, los principales Estudios de Hollywood se olvidaron del luto y se relamen por adquirir los derechos de la cuarta parte de Rambo, esta vez contra Bin Laden.

Título: 11-09-01: El día que cambió el mundo.
Título Original: 11’09”01 – September 11.
Dirección: Samira Makhmalbaf, Claude Lelouch, Youssef Chahine, Danis Tanovic, Idrissa Ouedraogo, Ken Loach, Alejandro González Iñárritu, Amos Gitai, Mira Nair, Sean Penn, Shôhei Imamura.
Intérpretes: Ernest Borgnine, Ken Ogata, Tetsurô Tanba, Tomorô Taguchi, Mitsuko Baisho, Kumiko Aso, Taleb Adlah, Emmanuelle Laborit, Vladimir Vega.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 134 minutos.
Origen: Reino Unido/ Francia/ Egipto/ Japón/ México/ Estados Unidos/ Irán. Año de realización: 2002. Distribuidora: Alfa Films.

Fecha de Estreno: 13/02/2003.

Puntaje: 9 (nueve)

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