Por Omar Tubio
El mismo director que hace tres años nos emocionara con su ópera prima Billy Elliot, regresa con un trabajo mucho más complejo y de profundas raíces literarias. Basado en la novela de Michael Cunningham del mismo nombre y ganadora del premio Pulitzer, Las horas es el resultado fílmico de una novela –para muchos– imposible de filmar (sobre esta cuestión se recomienda ver El ladrón de orquídeas).
Tres historias se van sucediendo y alternando durante el transcurso del film, y son tres mujeres las respectivas protagonistas de cada una de ellas.
La célebre escritora Virginia Woolf (Nicole Kidman) es uno de los personajes, y se puede decir que el núcleo de toda la película, ya que se parte de ella y sobre todo de su novela Mrs. Dalloway para hacer girar el resto de las historias. Woolf es todo un estandarte para las letras inglesas, y es reconocida fundamentalmente por la introducción literaria del monólogo interior y por su estilo de neto corte poético. Esto es importante de tener en cuenta, ya que Daldry utiliza estos elementos en lo cinematográfico y en la estructura narrativa.
Así, vemos cómo Virginia se interna en el río para desaparecer, mientras escuchamos la carta que le deja a su marido explicándole las razones de su decisión. La torturada escritora, ya harta de un intenso cuidado y de no poder hacerles frente a sus propios fantasmas, decide poner fin a su triste cautiverio. A su vez, trasladando la acción a los años 50, conocemos a Laura Brown (Julianne Moore), una ama de casa de los suburbios que, mientras lee Mrs.Dalloway, se debate entre una profunda depresión, un infeliz matrimonio al que vive como una prisión, y un pequeño hijo con el que no puede conectarse como madre.
Finalmente, la historia restante sucede en el 2001, donde tenemos a Clarissa Vaughan (Meryl Streep), una especie de Mrs. Dalloway moderna, quien al igual que en la novela, está inmersa en los preparativos de una fiesta a celebrarse en su casa, para agasajar a un escritor –ex amante y enfermo de SIDA al que ella cuida diariamente– por la aparición de su último libro.
El director maneja este difícil y duro material otorgándole dinamismo a través del montaje; desde un comienzo donde las imágenes y las acciones de los personajes se superponen en una suerte de vertiginoso montaje paralelo, hasta un progresivo detenimiento en cada una de las historias para darles más profundidad y más cabida al lucimiento de los actores.
Hablábamos anteriormente de lo literario y de cómo Daldry sacaba provecho de ello. En un film donde Virginia Woolf es protagonista y una de sus novelas aparece como el núcleo dramático es casi imposible que no se cuele la literatura. Por eso a muchos chocará el léxico utilizado en los diálogos de los personajes, sobre todo cuando la acción transcurre en nuestros días, pero creo que está puesto a conciencia y justificado por el material en que se basa. Hay ciertos códigos que son insoslayables y que se deben respetar.
De todos modos, muchos de los momentos más cautivantes de la película son aquellos en los que la imagen habla por sí sola y prácticamente no hay diálogos. En ese sentido es un film de estética europea, de ritmo pausado y que exige del espectador una inmersión absoluta. También es un film que profundiza en la psicología femenina, en sus deseos, sus frustraciones, sus emociones y en la crisis que se puede desatar cuando algunos de estos ingredientes hace cortocircuito. Habla de mujeres insatisfechas y de hombres imposibilitados de satisfacerlas. Las tres historias se unen en esta conflictiva y el componente sexual tampoco es ajeno a ella. Tres besos ilustran el desencanto de estos personajes: entre hermanas, entre amigas y entre amantes. Tres momentos mágicos y tres actrices para el monumento.
Esta es una película de las denominadas “de actores” y el casting reunido por Stephen Daldry para la ocasión es de lo mejor. Nicole Kidman compone a Virginia Woolf de una manera asombrosa. Más allá de una nariz postiza que es lo primero que uno ve, su trabajo comprende un trabajo corporal digno de admirar; una manera de pararse, de caminar, un cambio de registro en su voz y un rictus en la mirada que la alejan de cualquier estereotipo al que uno pueda imaginarse. Tiene el Oscar grabado en su frente.
Julianne Moore y Meryl Streep están estupendas cada una en lo suyo y a la altura de lo que uno espera de ellas. El resto conforman uno de los elencos más ajustados de los últimos años y si debo mencionar a Toni Colette, es porque ella es la “otra australiana” que viene pisando fuerte y lo suyo, aunque corto, es para el aplauso.
Una película que seguramente dividirá las aguas entre los críticos y el publico mismo, pero que sin dudas subyugará e hipnotizará a una buena porción de gente, logrando que sus imágenes permanezcan durante un buen tiempo rondando en sus cabezas. Se los aseguro.
Título: Las horas.
Título Original: The hours.
Dirección: Stephen Daldry.
Intérpretes: Meryl Streep, Julianne Moore, Nicole Kidman, Ed Harris, Toni Collette, Claire Danes, Allison Janney, Miranda Richardson, Jeff Daniels, Eileen Atkins, Stephen Dillane, John C. Reilly.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 110 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Francia/ Canadá/ Alemania.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 20/02/2003.
Puntaje: 8 (ocho)