Por Pablo E. Arahuete
El mito de Salomé, cuyo origen se remonta 2000 años atrás, inspiró a más de un realizador para quedar inmortalizado en la pantalla grande. Más allá de la historia central, el mito encierra una metáfora sobre la destrucción provocada por los celos, pero por sobre todas las cosas, nos enseña que uno es esclavo de aquello que desea o elige.
La pregunta que se desprende a raíz de esta afirmación es: ¿cómo desde las artes se pueden plasmar estas ideas abstractas sin traicionar al mito? Carlos Saura y Aída Gómez encontraron la respuesta: a través de la pasión. Eso es Salomé, el último film de Carlos Saura (Sevillanas, ¡Dispara!, Taxi), un entrecruzamiento de pasiones: el ballet, el teatro, la música y el cine, que encuentran un común denominador en la legendaria historia.
En la misma línea conceptual desarrollada en Bodas de sangre, Carmen y Tango, la película define dos ámbitos, dos instancias independientes: el ensayo y la obra. Puede pensarse al film como un documental sobre el ensayo del cuerpo de baile de Aída Gómez, que interpretará una versión de Salomé, o bien entenderlo como un ensayo acerca de las formas de hacer cine, porque la cámara no sólo registra lo que pasa sino que se hace protagonista de la acción, selecciona, define, construye espacios y crea movimiento. Así, realidad y ficción se van entrelazando para dejar en un segundo plano al mito propiamente dicho y de esta forma resaltar todo aquello que lo rodea.
El relato arcaico de Salomé se remite a un episodio en la vida del Rey Herodes, quien es seducido por los encantos naturales de su hijastra, Salomé, cuando baila para complacerlo el día de su cumpleaños. Extasiado por la danza de los siete velos y la sensualidad de la joven, el Rey promete entregarle cualquier cosa que ella desee en retribución por su baile. Sin pensarlo siquiera dos segundos, la bella joven pide a Herodes que le sea entregada en una bandeja de plata la cabeza de Juan el Bautista, un prisionero al que Herodes no había condenado a muerte para evitar las futuras represalias del pueblo judío, que consideraban a aquel como un profeta. Pese a las implicancias negativas de este acto, el Rey cumple el deseo de su perversa hijastra, quien al comprender la aberración de su acto, es decir, al haber destruido su objeto de amor más deseado a causa de los celos, cae en la más absoluta tristeza.
Si bien en la película la historia de Salomé queda reducida a una simple anécdota, basta con comprender su verdadero significado para encontrarle un sentido en el relato. Y eso se circunscribe a que se trata de una historia de amor pasional, de la devoción ante un objeto de deseo. La misma que sienten los bailarines cuando explican su amor por lo que hacen o el vestuarista y el compositor de la banda sonora en el momento de mostrar su trabajo.
El film se apoya en el formato del documental a partir del registro en video de los preparativos del ballet, y es testigo del proceso creativo. Saura encuentra en la figura del director, que recoge con su cámara los testimonios de los protagonistas, su alter ego. Luego, el director deja el escenario y aparece la representación de la obra, a cargo del cuerpo de baile de Aída Gómez. Aquí, la cámara se integra a la danza y de esa unión nace un nuevo relato, donde el movimiento, la música y el color se intensifican hasta fundirse en un cuadro cinematográfico cautivante.
El rol de la fotografía como elemento unificador, el sustancial aporte de la banda sonora con el flamenco que permite el despliegue corporal de los protagonistas, sumada la escenografía con contrastes de luces y sombras, reafirman la idea de que al cine no le está vedado ningún territorio del arte.
Hace muchos años el teórico italiano Riccioto Canudo se atrevía a expresar que el cine era un arte, un lenguaje sintetizador de las demás ramas artísticas como el teatro, la danza, la música. Así acuñaba para la posteridad el término “séptimo arte” y abría la polémica en el ámbito cultural de su época.
Salomé, galardonada en el Festival de cine de Montreal por su innovación artística, confirma que para Carlos Saura y Aída Gómez las fronteras entre un medio de expresión y otro no existen más allá de la impotencia y pereza de los creadores.
Título: Salomé.
Título Original: Idem.
Dirección: Carlos Saura.
Intérpretes: Aida Gómez, Carmen Villena, Javier Toca, Pere Arquillué, Paco Mora, Cecilia Rivera, Pilar Arteseros.
Género: Musical, Teatro.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 86 minutos.
Origen: España.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 10/04/2003.
Puntaje: 8 (ocho)