La cinematografía argentina hace lustros que pugna por hallar un equilibrio en su producción, generalmente escindida en dos grupos nítidamente opuestos: uno apunta con ambos ojos a la taquilla, mientras que el otro remite a cierto público de perfil más intelectual, que desde luego es una minoría. Entre ellos debería existir un tercero que recoja algunos elementos reflexivos del cine de autor, pero que estén sabiamente integrados a una trama de seguro impacto en el espectador común que asiste a una sala para desenchufarse de la realidad cotidiana. El día que me amen se suma gozosamente al primer grupo en lo que constituye el regreso de Adrián Suar a la actuación después de tres años. El film no es ni superior ni inferior a lo que suele generar Pol-Ka. Esto no implica que sea bueno, más bien lo contrario. Veamos por qué.
Desconozco la cantidad de reescrituras que Marcos Carnevale y Marcela Guerty, los autores del libreto, habrán realizado sobre su material, pero me inclino por pensar que no fueron suficientes. Se advierten determinados vicios televisivos en, por ejemplo, la elaboración de unos diálogos descriptivos que se empecinan por explicar absolutamente todo lo que les sucede a los protagonistas. La historia presenta algunas aristas de corte psicológico, pero como los conflictos son transmitidos con una simplificación alarmante la credibilidad de los personajes es nula. De hecho, el problema parece radicar en que el guión se escribió con el mismo criterio utilizado para un episodio de Soy gitano o 099 central. El cine requiere de otros tiempos que los que demanda la televisión. Por más que se trate de un producto obviamente pre-fabricado hay todo un desarrollo que va desde la gestación de la idea original hasta el guión literario definitivo. Aquí la sensación imperante es que se salteó alguna fase para iniciar el rodaje con lo que había y esto no es aconsejable en ningún caso. Es mucho lo que se podría analizar y criticar sobre el guión, pero no quisiera depositar toda la responsabilidad en los escritores, que si bien no han demostrado inspiración y tampoco mucho oficio, se limitan a cumplir con su trabajo. El principal culpable de que El día que me amen defraude como lo hace es el señor Adrián Suar, productor excelente y con olfato para detectar lo que le gusta a la audiencia. Claro que el éxito no es sinónimo de calidad.
El yerro más visible de Suar es su falta de rigor para aprobar un libro cinematográfico y darle luz verde a un proyecto quizás inmaduro. Porque una de las obligaciones del productor es garantizar el resultado artístico de la obra. A partir de esta falla conceptual se va destruyendo ineluctablemente, como en un efecto de dominó, todo lo positivo que puede rodear a una producción de esta envergadura: un elenco importante, personal técnico de probado oficio, un presupuesto generoso, etc. El desaprovechamiento de recursos siempre es lamentable, pero en una industria tan castigada como la nuestra directamente es un pecado.
El detonante de El día que me amen es el retorno al país de Mara (Leticia Brédice), una aspirante a actriz que diez años antes se marchó para probar suerte en Europa. De niña se crió junto a Joaquín (Adrián Suar), quien sufre de trastornos mentales desde el abandono de su madre y vive con el padre (Juan Leyrado) y la nueva esposa de éste (Marta Betoldi). Joaquín ha permanecido enclaustrado en su cuarto por dos años, cuando reaparece Mara y se propone ayudarlo a salir de ese trance. ¿Serán embrujados sus jóvenes corazones por los etéreos efluvios del amor? ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas y los ex presidentes con futuras elecciones…? ¿Ustedes que opinan?
Más allá de los chistes fáciles es realmente complicado aceptar la propuesta de este drama insípido en el que naufragan actores del nivel de Jorge Marrale (su psiquiatra es casi una macchieta del que encarnó en Vulnerables) y Juan Leyrado (su padre atormentado se apoya en una misma expresión de aflicción en todas y cada una de sus apariciones). Cristina Banegas defiende su parte y es la única que sale airosa de esta experiencia. El gordo Alfredo Casero es el encargado del relevo cómico y aporta una mínima dosis de delirante frescura que lleva su marca, pero entra en escena recién en el tercer acto de la película (cuando ya es demasiado tarde). Y luego nos queda la pareja estelar: ella, Leticia Brédice, que brinda lo suyo como siempre; exhibe cola y pechos (bah, el derecho) para el deleite de los caballeros y la envidia de las damas. Y él, Adrián Kirzner (más conocido como Suar), afronta su primer papel dramático con sobriedad y las limitaciones que ya sabemos.
Si usted, estimado lector, considera que una o varias figuras de la televisión justifica el pago de una entrada de cine, esta es su oportunidad de cambiar de opinión. La advertencia está hecha. Tómela o déjela.
Título: El día que me amen.
Título Original: Idem.
Dirección: Daniel Barone.
Intérpretes: Adrián Suar, Leticia Brédice, Alfredo Casero, Jorge Marrale, Marta Betoldi y Juan Leyrado.
Género: Drama, Romance.
Clasificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 110 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 12/06/2003.
Puntaje: 4 (cuatro)