Por Omar Tubio
Corría el año 1981 cuando se estrenaba en los cines de todo el mundo la película En la laguna dorada. Más allá de los valores que esta pudiera tener como obra cinematográfica, lo que más se resaltaba como gancho publicitario era la tan esperada reunión de dos de sus 
estrellas: Henry y Jane Fonda, padre e hija en la vida real, y que por diversas circunstancias de la vida no habían tenido una relación paterno- filial muy amorosa. Pero sabido es que con los años las diferencias se van disipando y la fuerza de la sangre todo lo puede. Poco después del estreno, el viejo Henry moría en un Hospital y la ex-rebelde Jane quedaba en paz con su conciencia.
Pasaron más de veinte años y la operación vuelve a repetirse. En este caso se trata de otro ícono del Hollywood de oro: Kirk Douglas, el inolvidable protagonista de Cautivos del mal, Sed de vivir, La patrulla infernal o Espartaco. Luego de un gravísimo ataque que casi lo deja parapléjico en el año 1995 y que le costó muchos años de recuperación, su hijo Michael lo devuelve a la pantalla temiendo lo que Jane Fonda supuso en su momento: ahora o nunca…
Los Douglas también han tenido una relación difícil y la prensa se ha hecho eco de ello. Conocidas fueron las desavenencias entre padre e hijo cuando Michael se largó como productor de cine con un proyecto largamente acariciado por su padre, y que de hecho había protagonizado él en teatro: Atrapado sin salida. Grande fue su sorpresa cuando su propio hijo –considerando que estaba demasiado grande para el rol- le cedió el papel en bandeja a Jack Nicholson. Ya todos sabemos cómo terminó la historia. El viejo Kirk nunca se lo perdonó.
El tiempo pasó y a sus 87 años pocas fuerzas le deben quedar para seguir renegando, y también es cierto que los años de juventud a Michael se le han evaporado (¡a pesar de que insista en seguir teniendo hijos!). Herencia de familia entonces se convierte en la excusa ideal para borrar viejos rencores y legar para la posteridad un retardado encuentro fílmico.
Lo que no quedará para la posteridad es el film en sí mismo, ya que no es ni más ni menos que una especie de catarsis psicoterapéutica donde los diálogos entre papá Kirk y su hijo Mike parecen extraídos de la realidad misma. Algunos de ellos son literalmente sendos pases de factura y “bocados” atragantados por años, haciéndonos preguntar como espectador si lo que vemos se trata en realidad de un homenaje o un ajuste personal. Pero, con el correr de los minutos todo irá por su cauce y esos momentos urticantes se irán
dulcificando… aunque no tanto. Llama la atención el poco acercamiento físico entre ambos, sobre todo en escenas en donde cae de maduro. Donde sí las hay es entre Michael y su hijo. ¿Acaso para dejar demostrado que en su caso la relación no es tan fría?
Para redondear la idea se llamó a la parentela disponible; entonces incluyeron a un hijo-nieto (Cameron) y una ex de Kirk (Diana). Por suerte zafó la Zeta Jones, ya que estaba embarazada y no podía y Bernadette Peters tomó su lugar. Su rol también tiene mucho que ver con la realidad personal de Michael Douglas, del cual se ha conocido su “debilidad” para con el sexo opuesto (internación incluida). En este sentido su imagen también queda bien parada (oops!!).
Lo que queda como interrogante es si son necesarias este tipo de operaciones, si cobran algún sentido más que para el propio interesado. ¿Por qué debemos ver a un Kirk Douglas luchando encarnizadamente para lograr decir algo en forma inteligible? ¿Por qué Michael Douglas nos hace cómplices de sus demonios internos? ¿Por qué no se juntaron para hacer una buena película?
¿Por qué?
Título: Herencia de familia.
Título Original: It runs in the family.
Dirección: Fred Schepisi.
Intérpretes: Michael Douglas, Kirk Douglas, Cameron Douglas, Diana Douglas, Bernadette Peters, Rory Culkin y Michelle Monaghan.
Género: Comedia, Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 109 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 12/06/2003.
Puntaje: 4 (cuatro)
