Por Omar Tubio
Si hubiera que catalogar o definir a Brian Helgeland resultaría harto difícil el hacerlo, ya que el hombre se encarga de desorientar al más pintado cuando se trata de acceder a su obra. Más conocido por sus dotes de guionista gracias a trabajos como Los Angeles: al desnudo o los últimos films de Clint Eastwood, Deuda de sangre y la muy esperada Río místico, también ha firmado los de Asesinos, El Complot y las asimismo dirigidas por él, Revancha y Corazón de caballero. O sea, con una simple mirada encontraremos bodrios, películas discretas y otras muy interesantes. Lo que se dice alguien muy irregular o poco confiable. Con Devorador de pecados, que escribe, produce y dirige, vuelve a sembrar millones de dudas en cuanto al talento que pudiera poseer, ya que el film hace agua por los cuatro costados.
Todo comienza a partir del viaje a Roma que debe realizar un joven sacerdote (Ledger) para investigar la sorpresiva muerte de su mentor, quien al parecer se ha suicidado. Allí se reencontrará con un viejo amigo y colega (Addy) y con una misteriosa mujer con la que ha vivido una relación algo confusa (Sossamon), mientras extrañas apariciones y situaciones oscuras comienzan a acecharlo. Un sombrío personaje que oficia de Dios en la Tierra absolviendo los pecados de quienes están por morir deglutiéndolos en un peculiar rito, se pondrá en contacto con él enseñándole un nuevo universo tan macabro como seductor. También habrá lugar para los ya trillados grupos de rebelión dentro de la Iglesia que, presa de la ambición más desmedida, sólo quieren llegar al poder supremo: el Papado, para desde allí dar rienda suelta a su despropósito, pero para lo cual deben “transar” con el Mal. Aunque todos sabemos como terminan ese tipo de personajes… ¿no?
Abundan en la ambientación los lugares enormes y oscuros, como catacumbas, sótanos, galerías subterráneas o grandes salas. Como si eso sólo bastara para crear una atmósfera escalofriante y angustiante. Por el contrario, los pocos golpes de efecto de los que hace gala el film están basados mayormente en el sonido y no en su clima imperante. Lo que sí impera es la constante y extensa explicación en palabras de lo que está sucediendo, logrando que el tedio se apodere de la mayor parte del relato. Llama la atención que en el cine de los últimos años este subgénero del terror no haya dado una sola muestra de renovación o haya hecho olvidar -aún por un instante- a la insuperable El exorcista, que ha cumplido ya los treinta años. Ni Almas perdidas, ni Estigma, ni por supuesto la que nos ocupa, lo han logrado.
Helgeland volvió a confiar en los mismos actores que posibilitaron su éxito en Corazón de caballero, pero lo que en aquella deliciosamente anacrónica aventura funcionó de maravillas, aquí no termina de cuajar de ninguna manera. Heath Ledger es el sacerdote menos creíble de los últimos tiempos, Shannyn Sossamon es muy bella, pero ni ella ni su personaje saben que hacer con esta historia, y Mark Addy parece recién salido de Full Monty pero disfrazado con una sotana y ahuyentando espíritus malignos. Los pecados fueron devorados, pero las buenas ideas también.
Título: Devorador de pecados.
Título Original: The order.
Dirección: Brian Helgeland.
Intérpretes: Heath Ledger, Shannyn Sossamon, Mark Addy, Peter Weller, Francesco Carnelutti, Benno Fürmann, Mattia Sbragia, Mirko Casaburo, Giulia Lombardi, Steve Toussaint y Alessandra Costanzo.
Género: Terror, Misterio, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 102 minutos.
Origen: EE.UU./ Alemania
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 30/10/2003.
Puntaje: 4 (cuatro)