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jueves, 21 noviembre 2024
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Yo no sé qué me han hecho tus ojos: Rastros, rostros y restos

Por Pablo Arahuete

Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003) es un trabajo de impecable calidad técnica y narrativa, alejado felizmente de la enfermiza solemnidad del cine nacional al momento de abordar los hechos históricos y de los convencionalismos del género.

Desde el comienzo, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, ópera prima de Sergio Wolf y Lorena Muñoz, sumerge al espectador en un viaje atravesado por rastros de un pasado remoto, sonidos que se entremezclan con la furia de la calle y un interrogante que atropella sin reparos y se apodera del relato con el correr de los minutos: ¿Quién fue Ada Falcón? Lejos de responderse, la premisa opera como punto de partida de una búsqueda, donde pasado y presente se fusionan y terminan por disolverse como si se tratara de un sueño.

Durante la primera parte del film, la reconstrucción de la enigmática Ada Falcón cruza imágenes de archivo en las que Wolf y Muñoz recuperan la fugaz belleza de la cantante junto al timbre de voz pastosa con el que, en su época de oro, dejaba rezagadas a otras colegas como Azucena Maizani o Tita Merello.

Motivo por el cual recibió el apodo de “emperatriz del tango”. Esa figura que se consagró en la década del 30 adquirió -en poco tiempo- fama, acaparó las radios, alcanzó a grabar un número considerable de discos, y ganó una fortuna que le permitió vivir como una diva en un imponente caserón de Palermo y satisfacer sus caprichos de estrella (como salir a secarse el pelo al aire libre subida a uno de sus descapotables).

Ada Falcón, la de los ojos verdes, recelo de algunas mujeres y desvelo de muchos hombres -entre ellos, Carlos Gardel- se va dibujando en el film a partir de un narrador en off. El mismo Sergio Wolf recorre lugares, desempolva fotos viejas y material de archivo en un rol cuasi detectivesco.

Es curioso observar que en Argentina cualquier mirada hacia atrás desencadena una trama espesa, fragmentada en secretos o misterios como si estuviésemos en presencia de un relato policial. Si es válida esta conjetura, en la película de Wolf y Muñoz se siguen las huellas de un asesino en serie: el olvido; y también de su arcaico cómplice: el tiempo que todo lo borra y destruye.

Así ocurrió con el Buenos Aires de los años 30, ayer inmortalizado en el cine y hoy sepultado en los cimientos de un templo evangelista o un garage. En la película, el pasado se reinventa desde la sombra de Ada Falcón, desde el rostro difuso, quien en su momento de mayor gloria, tras un fallido amorío con el director de orquesta Francisco Canaro, huyó de los lugares que solía frecuentar hacia Córdoba para hacerse monja.

Sus aires de diva fueron reemplazados por un voto de pobreza, así como la década de gloria despedazada igual que cada uno de sus discos por una inexplicable decisión personal.

El enigma perdura a pesar de los testimonios y el uso de la voz nostálgica que, desde el off, desarma y arma los restos del rompecabezas intangible de los recuerdos. Ayudada por la cámara, una fluidez narrativa tan eficaz como hipnótica y la expectante mirada del público, todo se amalgama en la obsesión por revelar el misterio.

Y de la misma forma que en el principio la historia de Ada nos seduce por su incertidumbre, reconocerla 60 años más tarde de su inesperada ausencia -recluida en un hogar de ancianos- reconforta y conmueve.

El último tramo de Yo no sé… descubre el espejo deformado en la Ada Falcón verdadera, en su sordera que de a ratos se desactiva para dejarla escuchar su pastoso mezzosoprano que logró sobrevivir al derrumbe y que, tratada por los realizadores con una veneración y respeto admirables, saca a relucir su coqueta vergüenza al contemplarse en un fotograma rescatado.

Como en Los rubios (2003) de Albertina Carri, el film de Sergio Wolf y Lorena Muñoz abre el tendal de la memoria a través de aquello que la diva omite como su historia con Canaro.

¿Qué otra cosa es el documental más que la recuperación del pasado a partir del rastro de las huellas perdurables en el presente? El sentido de esta pregunta se responde en el film, una lección de cine magnífica, desde el punto de vista que Ada Falcón es también un pretexto para encarnar el pasado desde el presente.

Por eso, una palabra evoca una imagen del ayer y choca con otra en el mapa desplegado por Wolf y Muñoz en el ahora, procedimiento similar al empleado en el documental Shoah (1985) de Claude Lanzmann, cuando visitó los mismos lugares que durante el holocausto fueron campos de concentración, hornos y hoy son una simple extensión de tierra.

Yo no sé qué me han hecho tus ojos es un trabajo de impecable calidad técnica y narrativa, alejado felizmente de la enfermiza solemnidad del cine nacional al momento de abordar los hechos históricos y de los convencionalismos del género. Es un paso obligado para quienes deseen reencontrarse con una época ya enterrada.

Gócela sin demora porque en este país aquello que vale la pena conservar tiende a desaparecer rápido.

Yo no sé qué me han hecho tus ojos: Rastros, rostros y restos 2Título: Yo no se que me han hecho tus ojos
Dirección: Sergio Wolf y Lorena Muñoz
Intérpretes: Ada Falcón, Aníbal Ford, Rolando Goyaud, José A. Martínez Suárez, Miguel Ciacci, Sergio Wolf
Calificación: Apta para todo público
Género: Documental
Duración: 65 minutos
Origen: Argentina
Año de realización: 2003
Distribuidora: Independiente
Fecha de estreno: 04/12/2003

Puntaje 9 (nueve)

Pablo Arahuete
Pablo Arahuetehttps://cinefreaks.net/2023
Licenciado en Periodismo y Comunicación, crítico de cine, escritor en potencia y soñador en acto. Amante del buen cine, la incertidumbre y las preguntas difíciles.
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