Por Juan Blanco
Ante Divorcio a la francesa es factible que se cometan dos errores por anticipado, los cuales me gustaría mencionar para evitar sorpresas poco gratas en algún espectador. El primero sería creer que viniendo de James Ivory tendría, por algún tipo de obligación extra-cinematográfica, que tratarse de una obra maestra. El segundo sería creer que lo que se está a punto de ver es una comedia, a juzgar por el tramposo título en español, quizás el tráiler y definitivamente por el muy feo afiche publicitario (a pesar de que hay dos bellísimas siluetas femeninas superpuestas en él).
En efecto, no se trata ni de una obra maestra de Ivory ni de una comedia de costumbres (o para el caso turística), aunque esté vendida como ambas. El Divorcio (título original de la película) es una experiencia que no se termina de entender como melodrama ni como algo menos sombrío, aunque se pretende ambos; quizás no llegue a consolidarse como drama por algunos abusos intrascendentes de puesta en escena que no hacen a nada (por ejemplo la insistencia con un valioso cuadro que va y viene sin cesar, casi al punto de derivar la atención total del relato y llevar a pensar que se está viendo un film llamado La Subasta); y tal vez no deje apreciar su costado liviano o circunstancial por numerosos vicios melodramáticos con delirios de trascendencia. Es una película de emociones demasiado cruzadas, y muy confusa por ello.
Al Ivory de Lo que queda del día le sacaron los textos ingeniosamente ampulosos y las estrellas de la vieja escuela para ejecutarlos. El divorcio no esconde la meditación de aquel Ivory pasado ni sus sutilezas para trabajar sobre la tristeza o la tragedia. En cambio hay mucha torpeza narrativa, desordenes tonales varios y, lo peor de todo, dos buenas actrices desaprovechadas (Kate Hudson y Naomi Watts), quienes hacen -casi por inercia- de hermanas americanas intentando lidiar con sus vidas en el exterior, más particularmente en Francia. La primera está de visita y en plan de asistencia familiar, mientras que la otra juega de local, casada con un franchute, nacionalizada y todo. Mientras que Kate llega a París para enterarse de que su hermana acaba de ser abandonada por su marido, Naomi trata de ajustarse a tal circunstancia en un estado un tanto embarazoso, de esos que duran nueve largos –y en este caso tristes- meses.
Ambas chicas están bien y convencen, pero lo que no está bien es la utilidad que se desprende de ellas, como por ejemplo la mirada cruzada y ramplona que propone Ivory entre los franceses y los americanos, reduciendo a la película a un sinfín de lugares comunes que hacen del clásico recurso del choque cultural algo realmente patético. Y eso sin contar su visión misógina omnipresente durante todo el maldito relato. A través de Hudson, Ivory reduce a la mujer a un simple objeto sexual; a un ser lastimosamente necesitado, materialista y débil. Para mayores disgustos, a través de Watts también logra rebajar al sexo femenino a la cobardía que supone desistir ante una situación adversa, con intento de suicidio de por medio y todo. Quien en todo esto encuentre algo de humor o de genialidad no sé si será digno de tildar como genio o muy cómico. En serio…
Título: Divorcio a la francesa.
Título Original: Le divorce.
Dirección: James Ivory.
Intérpretes: Kate Hudson, Naomi Watts, Leslie Caron, Stockard Channing, Glenn Close, Stephen Fry, Thierry Lhermitte, Matthew Modine, Bebe Neuwirth, Sam Waterston, Jean-Marc Barr, Melvil Poupaud, Nathalie Richard, Romain Duris.
Género: Comedia, Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 117 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 18/12/2003.
Puntaje: 3 (tres)