Por Luis Pietragalla
En un estudio de Sergio Wolf (“El cine del proceso. Estética de la muerte”), este crítico entiende que “El periodo elegido –de 1976 a 1983- era una puerta de entrada propicia, en tanto gestor de una catarata de películas que, sin llegar a abordar la ‘ficción’ en el nudo de la ’coyuntura’, exhibió marcas, huellas impresas ‘de lo real’ en sus modelos de representación, en el tipo de relato y narración escogidos, en los códigos de significación empleados.”
En las últimas semanas, a tres años y medio del atentado a las Torres Gemelas y en la era de la guerra permanente, se estrenaron tres películas que tratan el tema de la muerte en los dos extremos de la vida: la eutanasia y el aborto; son ellas Mar adentro, Million dollar baby y El secreto de Vera Drake. En el tiempo de la muerte obscena y muchas veces voluntaria (las personas- bomba) y del trueque de la libertad por la “seguridad”, la recurrencia del derecho al cuerpo de esos filmes quizá marque una tendencia. Pero Vera Drake no es una película sobre el aborto sino sobre la ética; o, mejor aún, sobre la posibilidad de reflexionar sobre ella.
El director Mike Leigh deja el debate abierto al mostrar hechos “objetivamente”, dándole al espectador herramientas a favor y en contra para que los pondere, al mejor estilo de la vieja prensa donde el lugar del editorial no era expropiado por el resto de las notas (como ocurre hoy en cualquier programa periodístico o de noticias de la casi totalidad de los medios argentinos, aunque no podría afirmarse que son los únicos sobre la Tierra…).
La historia se desarrolla en la Gran Bretaña de posguerra (1950), donde una agradable y solidaria mujer con dos hijos ventiañeros y su marido viven en un barrio pobre, pero no miserable. Ella es de esas personas con vocación de servir al otro y pertenece a quienes no conciben lucrar con la necesidad ajena (lo opuesto a la Madre Coraje y sus hijos de Bertold Brecht, quien ayudada por ellos aprovechaba la guerra para hacer negocios); el dolor del otro es lo que Vera quiere mitigar (actitud notablemente opuesta al utilitarismo con el que convivimos desde los ’80) y no desentona en un mundo ordenado de otra manera muy distinta a la de hoy. (Es relevante la recreación de época que, sin alardes presuntuosos ni despliegues innecesarios, logra que veamos una mitad de siglo XX como si hubiese sido filmada en aquel momento, sin sabor a cartón pintado: ¿recuerdan Evita de Alan Parker?; bueno, todo lo contrario.)
La graduación del drama es otro de los méritos del guionista Leigh, así como los criterios de puesta en escena que emplea cuando ejerce el rol de director. El pequeño departamento de los Drake obliga a quienes están en él a optimizar su espacio para no chocarse, lo que lo hace más pequeño: esto lo logra mediante la gran cantidad de movimientos dentro del plano y mostrando en escorzo y en primer plano sus distintas puertas pegadas al mobiliario donde accionan los personajes. El sonido y la luz están armonizados en los medios tonos; los cambios de reverberación sonora de exterior a interior y aun dentro de los interiores le dan el clima de verosimilitud adecuado al relato que se propone. La dirección de actores y las interpretaciones son brillantes, sencillamente.
Una buena muestra de realismo, es decir, de esa escuela donde no solamente son mostrados los acontecimientos, sino que se intenta llegar a sus causas últimas.
Título: El secreto de Vera Drake.
Título Original: Vera Drake.
Dirección: Mike Leigh.
Intérpretes: Imelda Staunton, Philip Davis, Adrian Scarborough, Daniel Mays, Alex Kelly, Peter Wight, Eddie Marsan, Sally Hawkins y Simon Chandler.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 125 minutos.
Origen: Reino Unido/ Francia.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 10/03/2005.
Puntaje: 8 (ocho)