Por Juan Blanco
No importa ya qué tan diversa sea la galería de monstruos y asesinos del cine de terror ni cuántas sean las producciones que pretenden saturar el mercado de sustos. Todos los caminos conducen –simbólicamente- a Texas. En realidad el terror en la baja América es algo que empezó con un muchacho llamado Ed Gein, un célebre asesino que aterrorizó a Wisconsin en los 50’s, y en quien se inspiraría luego Hitchcock para darle vida a Norman Bates. Ed Gein, de hecho, con sus grandes éxitos psicopatológicos dio cabida a los asesinos más famosos de la historia del cine. Además de Bates –para quien se extrajeron de Gein los temas del enfermizo complejo de Edipo, la represión sexual y la doble personalidad- también están Leatherface –para quien se adoptó el arte del despellejamiento y los disfraces de cuero- y Hannibal Lecter –para quien se tomó la afición al canibalismo- como los más reconocibles, aunque podría considerarse que todos los asesinos seriales post Norman Bates tienen algo de Ed Gein en sus entrañas.
Pero a su vez, Psicosis pertenecía a la era pre-gore (aún lo hace), siendo entonces Tobe Hooper y La Masacre de Texas en 1974 quienes impulsarían la moda del asesino serial Geiniano de la era post-gore (los padres reales del Gore fueron Herschell Gordon Lewis y sus 2000 Maníacos en el 64). En efecto, Leatherface (Junior para los más íntimos y El loco de la motosierra para los tabloides y Transeuropa) sería hoy el papá de Michael Myers, Jason Voorhees, Freddy Krueger, sin mencionar de los loquitos menores de las recientes Camino hacia el terror, 1000 Cuerpos, La casa de cera, etc, etc, etc… Hoy La Masacre de Texas es objeto de culto alrededor del mundo, y Leatherface sería una especie de San Asesino dentro de la vasta legión de Movie Maniacs que hasta ya tienen su propia colección de muñequitos articulados, de los cuales yo tengo tres, pero ese no es el punto… Lo importante a destacar es el significado de este ícono dentro de la cinematografía de horror mundial, y las posibles consecuencias de intentar repetirlo, reproducirlo, duplicarlo, o como se quiera llamar al hecho de volver a filmarlo; término comúnmente conocido como remake.
A La Masacre de Texas se la citó, homenajeó, parodió, plagió, satirizó e incluso se la continuó en secuelas, pero nunca antes se había intentado refirmarla hasta ahora (o el 2003, ya que acá llega un poco tarde…), momento en que se pusieron nuevamente de moda las carnicerías adolescentes gracias a Wes Craven y Scream. Y si uno lo piensa bien, la tarea era más que ardua y las consecuencias de tal osadía podían ser funestas (sobre todo si se considera el hecho de que el productor de la remake sería Michael “Pearl Harbor” Bay). Pero contra todos los pronósticos negativos y el sinfín de prejuicios, la nueva masacre en Texas resultó ser un digno producto para los censurados años 2000.
Se acaba de editar en DVD en los EE.UU. la anteúltima película de Wes Craven, titulada Cursed (acá fue La Marca de la bestia), con apenas cinco minutos más que en el corte visto en los cines –del mundo-. Pero en esos escasos momentos agregados se alcanzan a descubrir las licencias que Craven habría querido y no pudo tomarse para el lanzamiento cinematográfico de su película. Se trata ni más ni menos que de instancias gore que quizás no habrían salvado al film de fracaso en el que murió, pero al menos le hubieran otorgado la dignidad que Craven está intentando rescatar en el formato hogareño. Aún hoy, con más de cien años de cine del género a cuestas y luego de una descontrolada década del 70 en materia de horror, las productoras americanas parecieran no estar listas para sobreponerse a los tabúes de su gobierno ultra-conservador y de una sociedad sugestionada por el terror mediático. Si una película como Cursed necesitaba cinco minutos menos de sangre para obtener una miserable calificación PG-13… ¿Qué le quedaba entonces a una remake de La Masacre de Texas…? Los cines porno quizás…? No precisamente. Más bien le quedaba la onda softcore de Michael Bay, el inevitable aggiornamiento a los tiempos modernos y las mil y una plegarias para que los fanáticos del género –y del original- supieran comprender las licencias y omisiones…
La Masacre de Texas, versión milenio, tiene demasiados cuidados estéticos que ponen en riesgo la credibilidad del espectador (o al menos la lleva a carecer del realismo urgente que procuraba Hooper), tiempos más acelerados y un timing más calculado, un reparto menos espontáneo y decididamente menos nervio dramático. Pero en compensación, y en parte como derivados de lo anterior, la película está narrada con precisión, entretiene durante gran parte del relato gracias a su ritmo, manifiesta un gran respeto por el material que le dio origen a pesar de los cambios de registro y, por sobre todas las cosas, lo intenta a más no poder… Trata de llegar lo más lejos posible dadas las limitaciones de una época que ya no admite registros rabiosos y austeros como los del jovenzuelo Tobe Hooper de antaño; al menos no dentro del cine industrial. Digna pero no grandiosa, esta remake tiene con qué cautivar a la selecta audiencia amante de los Movie Maniacs. Pero, al igual que las tantas producciones de “horror tejano” que pululan por el cartel actual, no tendrá jamás dedicado un capítulo dentro de la historia del cine. A lo sumo un apartado al pie de página; uno modesto pero orgulloso de haberlo intentado.
Título: La masacre de Texas.
Título Original: The Texas Chainsaw Massacre.
Dirección: Marcus Nispel.
Intérpretes: Jessica Biel, Jonathan Tucker, Eric Balfour, Erica Leerhsen, Mike Vogel, Lauren German, R. Lee Ermey, Brad Leland, Andrew Bryniarski y David Dorfman.
Género: Terror, Remake.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 98 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 23/06/2005.
Puntaje: 7 (siete)