Por Juan Blanco
Las películas de Wes Craven suelen –casi desde siempre- presentar la siguiente constante: prometen mucho durante las tres primeras partes de su estructura clásica y se van al carajo (perdonen mi “porteño”) en el desenlace. El filme prototípico de Craven siempre arranca muy bien, levanta vuelo con una suspicacia no muy frecuente en el género y se desarrolla en ocasiones de manera majestuosa. Pero cuando llega el momento de cerrar cada historia la cosa cambia y Craven se alborota, entregando finales que le hacen muy poca justicia al relato que los precedió.
Véase por ejemplo Pesadilla en lo profundo de la noche, donde una vuelta ingeniosa a la convención del asesino serial de adolescentes, terminaba trivializándose con la secuencia final en la que Nancy (la protagonista), al mejor estilo Rambo, se armaba hasta los dientes y minaba de trampas su casa para plantarle una -ridícula- batalla a Freddy Krueger. Con La Gente detrás de las Paredes pasaba algo similar. Una de las mejores películas de suspenso de ese año, y también una de las más aterradoras, terminaba con la dignidad de un episodio de Brigada A o McGyver cuando el nene protagonista, de unos 10 o 12 años, dinamitaba el dinero junto con la casa de los asesinos, se salvaba el pellejo por esos milagros de Hollywood y además liberaba a esos “humanoides” del sótano, de los cuales el líder parecía una suerte de zombie cool de Axel Rose. Shocker, “no me acuerdo cuántos” voltios de terror, película macabra si las hay, con esa primera media hora terrible en la que a Peter Berg le asesinaban a la novia (una preciosura), también terminaba con una patética secuencia más digna de alguna locura de David Zucker que de un filme de Wes Craven. Por si no se acuerdan demasiado, la secuencia involucraba a un asesino -inmortalizado a través de la electricidad- y a un joven a los cachetazos limpios dentro de la señal del cable de TV, pasando de un canal a otro irrumpiendo en la programación como si se tratara de un Cartoon de la Warner.
Y la lista puede seguir: La serpiente y el arco iris con esa pelea de puños y magia negra entre Bill Pullman y el macumbero feo ese al que se lo termina tragando la tierra… La Nueva Pesadilla de Wes Craven, el episodio más original de la saga entera, que quedó prácticamente arruinado con ese final en el templo Kruegeriano en el que el director cerraba –tecnología berreta mediante- la analogía entre la historia de Heather “Nancy” Langenkamp -e hijo- y la fábula de Hansel & Gretel… La trilogía de Scream, que tuvo un final cada vez peor siguiendo la cronología de la saga… La marca de la bestia, una película que es casi toda inútil, pero en la que los últimos veinte se llevan las palmas…
Y es así nomás; a Wes Craven casi siempre le faltan 5 pal peso (diría Perrone), y Vuelo Nocturno (Red Eye en los EE.UU.) no es la excepción a la regla. En este último –y cortísimo- trabajo, Craven vuelve a manifestar las mismas mañas de siempre. Vuelo Nocturno, en efecto, arranca muy bien, con un aparente encuentro fortuito entre dos extraños –un hombre y una mujer- en un aeropuerto. Después de una charla ocasional y de unos tragos en el bar del lugar, ambos seres parecen conectarse y desear la prolongación del momento. Algunos detalles del comienzo –aún sin sentido para el espectador- nos hacen esperar algo malo de ese encuentro, pero aún no sabemos bien qué… A poco de despegar el avión este mismo hombre (el histriónico Cillian Murphy), ahora sentado convenientemente al lado de la mujer, se confiesa como parte de una organización criminal que planea asesinar a un político y le explica a Lisa (la delicadamente bella Rachel McAdams) que ella es un elemento crucial para la ejecución del golpe, y que de negarse a cumplir con sus peticiones terminaría, una vez arribada a Miami, velando los restos de su padre (un delgadísimo Brian Cox), quien se encuentra vigilado en tierra. Situación: una chica indefensa y atrapada en su asiento entre la ventanilla y su captor, con muy pocos minutos para decidir entre la vida de su padre y la de un político que podría morir junto con su familia si ella efectúa un simple llamado desde el avión. El tiempo corre y la película de Wes Craven no puede darse el lujo de derrochar los valiosos y escasos minutos –apenas 85- que comprende su última y bienaventurada odisea de terror.
En la misma línea que se vieron hace poco Colateral y Celular, o bien hace unos años Tiempo Límite (la película de John Badham con Johnny Depp), la desesperante Vuelo Nocturno presenta a una persona ordinaria involucrada arbitrariamente en una situación extraordinaria. Al igual que Jamie Foxx era asaltado en su taxi por Tom Cruise, Kim Basinger secuestrada con su hijo por Jason Statham o Johnny Depp extorsionado por Christopher Walken para asesinar a una senadora, Rachel McAdams pasará también en Red Eye a ser la presa de un plan asesino que deberá intentar desbaratar con pocos –o nulos- recursos. Esos mismos con los que Craven consiguió crear este viaje tan improbable como fascinante, y que de hecho logra recorrer con solidez hasta esos tramos finales en los que se le acaba –de nuevo- el combustible para llegar a destino.
En Vuelo Nocturno, como en los tantos otros proyectos de Craven mencionados, los últimos veinte minutos tiran por la borda toda la adrenalina y la desesperación de una historia que tenía todo para ganar. Algo de esto guarda relación con ese sentido del humor con el cual el realizador siempre procuró hacer coexistir a sus relatos de suspenso y horror. Se supone que de la subversión que implica reírse de los lugares comunes o bien de alguna situación “poco graciosa” por naturaleza, nace la justificación del ridículo o de los excesos (dos factores que abundan en la filmografía de WC). Pero lo concreto es que esos arrebatos de humor satírico de Craven cada vez atentan más contra la credibilidad, o bien la simple coherencia interna, de sus películas, por más asumidamente improbables o delirantes que sean.
El error quizás sea esperar más de Wes Craven de lo que este artesano merece. Su cine, incluyendo Vuelo Nocturno, se puede disfrutar y mucho, pero en determinadas condiciones… (video, DVD, cable quizás…). Este veterano y sus productos están cada vez más lejos de justificar los tantos mangos que cuesta la entrada del cine. En conclusión: nada nuevo bajo el sol para este sarcástico e imperfecto cuentista de terror.
Título: Vuelo nocturno.
Título Original: Red eye.
Dirección: Wes Craven.
Intérpretes: Rachel McAdams, Cillian Murphy, Brian Cox, Jayma Mays, Laura Johnson, Jack Scalia, Mary Kathleen Gordon, Colby Donaldson, Robert Pine, Terry Press, Brittany Oaks y Carl Gilliard.
Género: Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 85 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 08/09/2005.
Puntaje: 6 (seis)