Aparentemente, los pantanos que rodean Nueva Orleans se estaban poniendo de moda para ambientar películas de género. Pero llegó Katrina -no sé porqué insisten en bautizar 
con nombre de mujer a estos huracanes- con toda su voracidad destructora para ponerle un punto final a esa tendencia. Uno de los últimos filmes que se rodaron en esos paisajes tan particulares fue La llave maestra (este año también se estrena Venom), dirigida por el británico Iain Softley (a quien Eliseo Subiela debe recordar en sus oraciones nocturnas, pues fue el responsable de ese curioso plagio de Hombre mirando al sudeste que es K-Pax) y con un excelente guión a cargo del joven Ehren Kruger (Intriga en la calle Arlington, La llamada y la aún no filmada adaptación de la novela El talismán, de Stephen King & Peter Straub, cuya dirección supuestamente va a asumir Steven Spielberg).
Con semejante marco cultural, tan folklórico como pintoresco y en ocasiones siniestro, hay que ser muy chambón para desperdiciar esa poderosa carga de cosas abstractas –llámese misticismo, religión o superchería-, claramente extra cinematográfica, que pareciera haberse apoderado de la región desde épocas lejanas. Afortunadamente, ni Softley ni Kruger lo son y han logrado un pequeño thriller tan prolijito como espeluznante una vez que las piezas de la trama encastran unas con otras.
Caroline Ellis (Kate Hudson, divina como siempre aunque esta vez sin mohines a lo Reese Witherspoon) arrastra un complejo de culpa por no haber estado presente para cuidar a su padre cuando éste sufrió un ataque. Tras el fallecimiento del hombre, la muchacha decide estudiar para convertirse en una enfermera. Cansada de la burocracia hospitalaria y de ver cómo todo el sistema se reduce a una simple verdad: si sos solvente, bárbaro, sino moríte lo antes posible porque precisamos la cama; es por ello que Caroline renuncia para tratar de hacer una diferencia desde afuera. Y consigue trabajo en un pantano de Louisiana por intermedio de un abogado medio galancete (Peter Sasgaard) que la presenta a la desconfiada dueña de casa, Mrs. Deveraux (Gena Rowlands) quien no está muy de acuerdo en que una extraña cuide de su marido Ben (John Hurt en un papel muy desagradecido), que recientemente ha sufrido de una apoplejía severa, lo cual le impide hablar o valerse por sí mismo. Caroline finalmente es aceptada (caso contrario no habría película, ¿verdad?)
y de a poco empieza a percibir el aura extraño y denso de una casa que encierra más de un secreto. Sobre todo en el ático. Decir más sería atentar contra el espectador que deberá involucrarse por cuenta propia en los misterios de la historia.
La llave maestra es de esa clase de obras que conviene ir a ver sin saber demasiado del argumento para que surta un efecto total. La maestría de Kruger desde el guión y de Softley desde la puesta en escena no reside en acumular golpes de efectos sin ton ni son (no carece de ellos pero están bien distribuidos a lo largo de los cortísimos ciento cuatro minutos de metraje), sino en dosificar la información con suma delicadeza para que en el final logremos armar el cuadro completo sin sentir que nos han tomado de estúpidos (como sí hizo Shyamalan en Señales, pues era imposible con las pistas sembradas lograr que la película cerrara). Y como tampoco caen en la obviedad o el lugar común, La llave maestra es doblemente bien recibida: como thriller de suspenso mientras se la disfruta en la oscuridad de la sala y como un acabado ejercicio de horror una vez que salimos a la calle y terminamos de darle forma al asunto en nuestra cabeza.
No siempre se estrenan títulos tan inspirados como este. Recomendarla sería poco.
Título: La llave maestra.
Título Original: The Skeleton Key.
Dirección: Iain Softley.
Intérpretes: Kate Hudson, Gena Rowlands, Peter Sarsgaard, John Hurt, Joy Bryant, Maxine Barnett, Fahnlohnee R. Harris y Marion Zinser.
Género: Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años con reservas.
Duración: 104 minutos.
Origen: EE.UU. / Alemania.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 15/09/2005.
Puntaje: 8 (ocho)
