Lo único que le faltaba al Zorro era abrazar la causa yanqui con un patriotismo tan inflamable como la nitroglicerina de la que se valen los “terroristas” de la historia para intentar destruir el vasto territorio del Tío Sam. ¿Reminiscencias del 11-S en una película para toda la familia? Sí, amigos, con menos sutileza que un discurso de Jorgito Bush (h) nos enrostran durante más de dos horas lo fantástico que es pertenecer al Primer Mundo y a su maravillosa democracia. Si el emblemático héroe está tan convencido de que por sus venas corre sangre estadounidense empecemos a llamarlo Fox y a otra cosa mariposa (dicho sea de paso: a comienzos de los ochenta se filmó una sátira con George Hamilton como un Zorro gay).
Han pasado siete años desde aquella Máscara del Zorro que lanzó al estrellato a Catherine Zeta-Jones y le permitió un respiro, comercialmente hablando, a Antonio Banderas después de una larga lista de fracasos. En la ficción, en cambio, transcurrieron dos lustros. Estamos en 1850 y California todavía es un estado independiente pero que quiere dejar de serlo para integrarse al Gran Papá del Norte. Banderas es nuevamente Alejandro de la Vega (recordemos que Diego era el Zorro saliente en el primer filme caracterizado por Anthony Hopkins), sigue casado con la fogosa Elena (una Zeta-Jones muy desgastada… ¿tendrá algo que ver con esto el sátiro de su marido, don Michael Douglas?) con quien tuvo al
pequeño Joaquín (Adrián Alonso, un enano por su soltura para trabajar frente a las cámaras). El niño resiente la falta de coraje de papi Alejandro y encima Elena lo acusa de priorizar a su alter ego por sobre su familia. Como corolario de una acalorada discusión, no por nada es latina che, Elena abandona a su esposo que cae en una profunda depresión. La cual se intensifica al enterarse de la flamante relación de ella con un conde francés, Armand (el siempre intenso Rufus Sewell), quien secretamente lidera una secta aristocrática dispuesta a todo para no perder un poder gestado en la oscuridad durante siglos. Aunque esto implique destruir a todo un país –ya sabemos de cuál se trata, ¿verdad?- mediante una guerra civil. Desde luego, el Zorro y flía. no le van a permitir salirse con la suya. The American Way of Life así lo exige y ellos saben hacerla respetar.
Se cae de maduro que La leyenda del Zorro fue diseñada a modo de propaganda política disfrazada de relato clásico de acción con unos personajes que cayeron bien en su tiempo y a los que se trata de volver a insuflar vida. No lo logran porque el guión es patético –se percibe claramente la ausencia de los ingeniosos autores originales que, entre otras cosas, escribieron Shrek y La maldición del Perla Negra-, por la escasa imaginación del realizador Martin Campbell (que ha hecho obras muy superiores aunque nunca fue un creador de alto nivel) y fundamentalmente por una espantosa actuación de Antonio Banderas, decididamente una caricatura del actor que alguna vez fue (por lo menos en su etapa española).
Si de una película del Zorro lo único que se puede rescatar es la frescura de un chico y la simpatía que genera el caballo del héroe… creo que queda todo dicho. Steven Spielberg, productor ejecutivo de esta bazofia, secretamente debe sentir vergüenza. Caso contrario, ¿por qué nunca dirige él uno de estos papelones alevosos?
Título: La leyenda del Zorro.
Título Original: The legend of Zorro.
Dirección: Martin Campbell.
Intérpretes: Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones, Rufus Sewell, Nick Chinlund, Pedro Armendáriz Jr., Mary Crosby, Raúl Méndez, Giovanna Zacarías, Michael Emerson.
Género: Secuela, Acción, Aventura.
Clasificación: Apta para todo público.
Duración: 129 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Columbia – Sony.
Fecha de Estreno: 27/10/2005.
Puntaje: 4 (cuatro)
