Por Luis Pietragalla
¿Qué se hubiera dicho de esta película si no estuviera firmada por Roman Polanski? ¿Cuánto influye la expectativa a la hora de juzgar una obra? ¿Es posible deslindar un juicio crítico entre lo que se espera de un evento y el evento en sí?
Tanto en la vida cotidiana como en el arte y la ciencia la expectativa se tiene en cuenta. Géneros como la comedia se valen de traicionar lo que se espera que ocurra para provocar la risa. Nuestras propias observaciones son dependientes de alguna teoría, observaciones que no están libres de “la experiencia, el conocimiento y del estado interno general del observador” (Alan Chalmers, 1982, “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?”). Además, “los observadores que ven la misma escena desde el mismo lugar ven la misma cosa, pero interpretan de diferente modo lo que ven” (ídem).
Por cierto, las películas no son un objeto extraño a esas diferencias en el modo de interpretación. El lugar desde donde están leídas estas líneas sobre la versión cinematográfica de Oliver Twist es el de un espectador que ignora el nombre del director y también el del autor de la novela transpuesta, Charles Dickens.
Ubicados allí, estamos ante un filme de correcta factura (con todas las dificultades que implica llegar a eso). Con una muy buena actuación de Ben Kingsley (en el rol de Fagin, avaro explotador cuyo estereotipo es evitado por el actor), correctas interpretaciones del resto del elenco, una notable ambientación y puesta en época, y corrección en todos los rubros. De entre ellos, se destaca la “coreografía” que arman los chicos cuando roban en la calle (en los créditos advertimos que ha habido una persona al cuidado de esa área cuyo cargo es el de entrenador de carteristas…). También aparece un momento omitido en otras versiones de la misma novela: el encuentro de Oliver y su explotador Fagin en la cárcel, cuándo éste ya ha sido condenado y espera poco dignamente su final.
La versión carece de profundidad social y atiende más a la anécdota, y con ella al melodrama. No obstante, lo interesante de la historia hace olvidar durante su transcurso esa carencia, que después de la proyección es advertida, aunque no sin un dejo de frustración. Esto no ocurre con Nicholas Nickleby (Douglas McGrath, Reino Unido/EE.UU., 2002), donde lo narrativo, la profundidad psicológica y el marco social están en perfecto equilibrio.
Tal vez los chicos de hoy en la Argentina puedan captar que la explotación infantil que se muestra no fue sólo patrimonio de aquella primera Revolución Industrial en el Reino Unido del último cuarto del siglo XVIII y de la primera mitad del XIX; el mundo de hoy conoce otros casos de explotación laboral, que están tan a la vista como la mendicidad infantil, donde es sabido que detrás de cada chico que pide hay un adulto (o varios).
Es probable que a ese espectador no cinéfilo (por ejemplo, un chico entre ocho y doce años, a quien está dirigida esta película, según palabras del propio Polanski) no le preocupe mucho ni quién dirigió Oliver Twist, ni quién fue el autor de la novela que le dio origen. Por eso, repitiendo el final de nuestra crítica de un año atrás a Nicholas Nickleby, insistimos en que “tal vez en esto radique el verdadero espíritu clásico del film: la humildad del artista que oculta sus herramientas a favor de la misma obra. Y la honestidad”.
Título: Oliver Twist.
Título Original: Idem.
Dirección: Roman Polanski.
Intérpretes: Barney Clark, Ben Kingsley, Harry Eden, Jamie Foreman, Mark Strong, Leanne Rowe, Edward Hardwicke, Lewis Chase, Alun Armstrong y Morgane Polanski.
Género: Drama de época, Basada en novela.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 130 minutos.
Origen: Reino Unido/ Francia/ República Checa.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Columbia/ Sony.
Fecha de Estreno: 19/01/2006.
Puntaje: 7 (siete)