Por Emiliano Fernández
Durante más de cuarenta años, James Ivory en la dirección e Ismael Merchand en la producción entregaron tres decenas de películas que indagaban, con mayor o menor fortuna, en los vaivenes culturales, sociales, políticos y económicos de la aristocracia inglesa y las clases altas norteamericanas. Entre las obras más recordables de la dupla se cuentan Amarás a un extraño (The Bostonians, 1984), Un amor en Florencia (A Room with a View, 1985), Maurice (1987), La mansión Howard (Howards End, 1992), Lo que queda del día (The Remains of the Day, 1993), Sobreviviendo a Picasso (Surviving Picasso, 1996) y La hija de un soldado nunca llora (A Soldier’s Daughter Never Cries, 1998). Debido a la súbita muerte de Merchand en el 2005, la sociedad creativa se acaba con este film, su ultima y más reciente realización: La condesa blanca (The White Countess, 2005).
La acción se sitúa en Shanghái, durante los años 1936 y 1937, en los momentos preliminares a la invasión japonesa a China. Los nacionalistas encabezados por Chiang Kai-shek gobernaban la mayoría del país pero eran amedrentados por los comunistas de Mao Tse-tung, quienes generaban guerras civiles focalizadas. Los enfrentamientos entre ambos bandos se detienen con la ocupación japonesa y la consiguiente guerra (1937/ 1945). La película utiliza este telón de fondo para narrar la historia de un ex diplomático norteamericano, Todd Jackson (Ralph Fiennes), que ha perdido a toda su familia y ha quedado ciego debido a la violencia política. Este hombre, cansado y deprimido, decide invertir todo su capital en la construcción del bar de sus sueños, una especie de cabaret con shows musicales. Para ello solicita la ayuda de una refugiada rusa, la condesa Sofia Belinskya (Natasha Richardson), una mujer que mantiene a toda su familia trabajando de bailarina en otro nightclub. Entre ambos se desarrollará una relación un tanto particular dentro de un contexto cada vez más caótico y trágico. Mientras que Jackson lucha por sobrellevar sus fantasmas, Belinskya sufre el desprecio de su propia familia a causa de su profesión. El bar “La condesa blanca”, bautizado así en honor a su amada, será el eje del relato, el cual por momentos se desvía hacia el thriller con la aparición recurrente de un extraño personaje, Matsuda (Hiroyuki Sanada). Este japonés procurará ganarse la amistad de Jackson y utilizará el cabaret como centro de mítines políticos.
Esta película es la segunda colaboración del escritor Kazuo Ishiguro con Ivory luego de Lo que queda del día, aquella adaptación cinematográfica de su novela homónima. Aquí, en cambio, Ishiguro entregó un guion original al director. La historia está bien planteada y se toma su tiempo en expandirse para tocar distintas problemáticas que parecen ser eternas: la inmigración, las guerras, las elites gubernamentales, los prejuicios sociales y la discriminación.
Como todos los films del norteamericano, La condesa blanca es formalmente impecable en lo que respecta a la fotografía, al diseño de producción, al montaje, a la música, etc. A las películas de Ivory se las suele comparar con las de la segunda etapa de Luchino Visconti, cuando éste ya estaba lejos de las preocupaciones neorrealistas y los retratos de la clase obrera. Ambos realizadores se centran en las clases acomodadas o directamente en la aristocracia de muy vieja cepa. Pero mientras que Visconti hace explicita la decadencia de clase como un paso de un orden antiguo que desaparece (realeza y nobles) hacia otro nuevo que emerge (democracia y pueblo), Ivory prefiere no apuntar demasiado al momento de la desaparición sino al del apogeo. La condesa blanca es una rara excepción dentro de su carrera, aquí el relato gira en torno a antiguos miembros de las clases dirigentes, hoy venidos a menos. Las diferencias no se quedan allí: si uno adopta una aproximación marxista con mucho de autobiografía (Visconti era él mismo descendiente de aristócratas), el otro se inclina hacia un relativismo crítico que busca abarcar el ir y venir de la sociedad acomodada de los países anglosajones y de las que fueron colonias británicas.
Un gran mérito de Ivory es el minimalismo que le imprime a la puesta en escena. A pesar de que la reconstrucción de época es minuciosa y cuidada, el director nunca se engolosina ya que está más interesado en mostrarnos como piensan y actúan los protagonistas que en hacernos una panorámica histórica fastuosa del momento y el lugar (gran tentación que Ivory, como siempre, deja de lado). Sin estar a la altura de sus mejores obras, La condesa blanca es un film recomendable, tanto por su pulcritud narrativa como por la buena labor de Fiennes y Richardson.
Título: La condesa blanca.
Título Original: The White Countess.
Dirección: James Ivory.
Intérpretes: Ralph Fiennes, Natasha Richardson, Vanessa Redgrave, Lynn Redgrave, Madeleine Potter, John Wood, Madeleine Daly, Hiroyuki Sanada, Allan Corduner y Wang Luoyong.
Género: Drama histórico, Romance.
Clasificación: No disponible.
Duración: 135 minutos.
Origen: Reino Unido/ Alemania/ China/ EE.UU.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 17/08/2006.
Puntaje: 7 (siete)