Por Omar Tubio
Volver a las fuentes. Eso es lo que se propuso Anthony Minghella al escribir el guion original de Violación de domicilio, el primero desde aquella ya lejana Truly, madly, deeply (1991). Abandonar por un momento las grandes producciones, las novelas adaptadas y el gran presupuesto de sus últimas películas (El paciente inglés, El talentoso Mr. Ripley y Regreso a Cold Mountain) para abordar una historia más intimista, con conflictos humanos y sociales y poder desarrollarla en su ciudad predilecta: Londres.
Minghella se maneja bien con el mainstream, de hecho el Oscar lo ganó con una de sus mayores superproducciones, pero al querer regresar al proyecto a menor escala parece haber perdido la brújula. Esa es la sensación que queda al ver Violación de domicilio: desorientación. El director británico decide acercarse a varios temas: la crisis de pareja, la ciudad londinense como refugio de inmigrantes, la delincuencia marginal, la infidelidad, la culpa y la imposibilidad de franquear barreras, sean estas emocionales, afectivas o sociales. Como se puede observar, un abanico muy amplio como para ahondar en cada uno de ellos.
La trama se centra en un arquitecto (Jude Law) que junto a su socio decide impulsar un ambicioso proyecto de reurbanización en una zona conflictiva de Londres llamada King’s Cross. Allí instalan su estudio, pese a las advertencias negativas. Al ser robados consecutivamente en pocos días, éste decide montar guardia descubriendo que uno de los que le roba es un joven adolescente que vive en las cercanías junto a su madre (Juliette Binoche), una inmigrante bosnia. El hombre paralelamente atraviesa una fuerte crisis matrimonial con su mujer (Robin Wright Penn), con la que tiene una hija. Esta sufre de serios trastornos de conducta que le impiden conciliar el sueño, agregando más conflicto a la ya distanciada pareja. La curiosidad lo lleva a tomar contacto con la madre de su hurtador, estableciéndose una relación entre ambos que pronto superará los límites.
Cuando el cineasta mantiene su foco en el terreno familiar, la película gana en intensidad y es creíble. La tensa cuerda que sostiene ese matrimonio se convierte en la mejor baza con la que cuenta Minghella a la hora de encausar el relato. Pero por el contrario pierde consistencia al centrarse en una improbable relación ilícita entre la bosnia y el muy liberal inglés que compone Law. Londres no se caracteriza precisamente por la cordialidad y la aceptación del extranjero, sino todo lo contrario. Es sabido que es una de las capitales más xenófobas de Europa y son constantes las manifestaciones de repudio a los inmigrantes, por lo cual el comportamiento de los dos arquitectos (uno con una amante bosnia y el otro seduciendo a una africana que trabaja en el sector de limpieza del estudio) son muy forzados o por lo menos poco creíbles. Los temas “importantes” a tratar diluyen lo que realmente importa dejando la sensación de que algo faltó o quedó en el camino.
Pero de todas maneras la película cuenta con un reparto de categoría con Juliette Binoche a la cabeza, que a pesar de no lograr química con Law se luce con una gran convicción. Robin Wright Penn compone delicadamente a esa esposa de mirada perdida y ausente. Un film frío, distante, que no desagrada pero tampoco conmueve. El talentoso Mr. Ripley sigue siendo su mejor trabajo.
Título: Violación de domicilio.
Título Original: Breaking and Entering.
Dirección: Anthony Minghella.
Intérpretes: Jude Law, Juliette Binoche, Robin Wright, Vera Farmiga, Martin Freeman, Poppy Rogers, Rafi Gavron, Ed Westwick, Ting Ting Hu, Ray Winstone, Mark Benton y Lisa Kay.
Género: Drama, Crimen, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 120 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 18/01/2007.
Puntaje: 6 (seis)