Por Pablo Arahuete
Parada difícil, ésta que decidió afrontar Sofía Coppola al intentar sacarle el mayor provecho a un personaje histórico y polémico como el de la joven María Antonieta. Oriunda de Austria, a los 14 años fue enviada a Francia para contraer matrimonio con el joven Luis Alfonso, quien tras la muerte de su padre Luis XV heredó el trono como Luis XVI y luego fue derrocado por la Revolución Francesa.
Poco interesan los detalles históricos en el tercer opus de la directora de Perdidos en Tokio más que como contexto o referencia porque desde un comienzo el relato adopta el punto de vista de su protagonista. Ese foco dominante por un lado deja fuera un enfoque historicista (aspecto que los franceses no le perdonarán jamás) y por otro enriquece la trama al marcar un fuerte contraste entre dos zonas en constante tensión dramática: el entorno y el mundo interior de esta adolescente devenida reina de Francia en un corto lapso.
También en pugna el deber y el deseo, cárceles que van coaccionando esta visión particular en María Antonieta (magnífica, Kirsten Dunst), cuyo escape es el exceso. Si bien no faltan los banquetes, el lujo, los festines, las ceremonias protocolares, reconstruidas al dedillo igual que los suntuosos vestuarios, Sofía Coppola consigue quitarle cierta carga pomposa al relato y le inyecta energía y vuelo propio hasta hacerlo suyo en un ciento por ciento.
Cuando la cámara abandona a los personajes, se deleita con esos imponentes salones saturados de brillo, pero también bucea en la intimidad de una alcoba, o de un paseo por los jardines. Del mismo modo, la estructura narrativa adopta una serie de códigos en permanente ruptura de modelos ya establecidos, como la inusual banda sonora con temas de New Order, entre otros, que alternan con un repertorio clásico; o desde lo visual, la mezcla de encuadres pictóricos en escenas deslumbrantes y el uso no excesivo de la cámara en mano para realzar el espacio.
La realizadora de Las vírgenes suicidas conjuga dos retratos paralelos como el de la vanidad y la banalidad de la Francia pre revolucionaria, donde el clamor del hambre popular llegaba a los oídos de los cortesanos desde la lejanía; apenas un zumbido molesto que traspasaba los cristales. El otro universo es el de una adolescente atrapada en el cuerpo de una reina que nunca salió de ese ámbito de opulencia, despilfarro y vacuidad.
María Antonieta establece vasos comunicantes con las obras anteriores de Sofía Coppola, quizá como el cierre de un tríptico femenino en el que sus heroínas trágicas desencajan con su entorno y están en plena búsqueda de su identidad. Que haya sido el Tokio desolador, el agobio de un pueblito o la artificiosa corte francesa es anecdótico, igual que el destino de guillotina de María Antonieta.
Pese a las críticas que puedan hacerse a este estilo despojado y pop, no puede dejar de reconocérsele a la hija de Francis F. Coppola su audacia, vitalidad y talento en la dirección; su saludable inconformismo y, sobre todo, su honestidad.
Quien vaya con la expectativa de ver un film de época se llevará una sorpresa al escuchar los primeros acordes de una guitarra rabiosa, que retumba en los salones y se hace soberano en un reino, donde la reina Sofía se para arriba del trono de los decadentes y se burla de sus convencionalismos en continuidad de un legado que su padre supo comenzar con Apocalipsis Ahora cuando en Hollywood se empezaba a respirar -igual que en aquella Francia- aires de cambio y transgresión.
Título: María Antonieta – La reina adolescente.
Título Original: Marie Antoinette.
Dirección: Sofia Coppola.
Intérpretes: Kirsten Dunst, Jason Schwartzman, Rose Byrne, Judy Davis, Rip Torn, Asia Argento, Marianne Faithfull, Aurore Clément y Guillaume Gallienne.
Género: Biografía, Drama histórico.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 123 minutos.
Origen: EE.UU. / Francia / Japón.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Columbia.
Fecha de Estreno: 25/01/2007.
Puntaje: 8 (ocho)
