Por Emiliano Fernández
Por fin podemos confirmar un secreto a voces que circulaba desde hacía tiempo entre la fauna y la flora cinematográfica: Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, 2006) es holgadamente superior a su hermana gemela La conquista del honor (Flags of Our Fathers, 2006). Aunque ambas fueron dirigidas por el genial Clint Eastwood y se centran en el mismo enfrentamiento bélico, la batalla de Iwo Jima (ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial, entre febrero y marzo de 1945), las diferencias saltan a la vista no solo al considerar las características contrastantes de las culturas involucradas. Mientras que Cartas desde Iwo Jima retrata el bando japonés y construye un exhaustivo análisis del honor llevado hasta el extremo, La conquista del honor da cuenta del bando estadounidense, llevando a cabo una triste y paralizante defensa de una difusa “causa norteamericana”. Si en la primera encontramos un humanismo melancólico de resonancias universales, en la segunda se siente la incomoda presencia de un chauvinismo oportunista.
Las tropas japonesas se ven obligadas a defender la isla volcánica de Iwo Jima cuando los norteamericanos zarpan hacia el combate con el fin de instalar allí una base aeronaval desde la cual atacar y finalmente invadir Japón. Cartas desde Iwo Jima narra dos historias en forma paralela. Por un lado están los conflictos que se generan entre los oficiales japoneses por la designación del General Tadamichi Kuribayashi (un excelente Ken Watanabe) como comandante de la isla. Los choques se producen por las poco tradicionales decisiones logísticas del General, novedosas para la época, en lo que hace a la defensa del lugar. Específicamente, la construcción de túneles a lo largo del Monte Suribachi y la orden dirigida a sus subordinados de no autoinmolarse cuando se considere perdido o no alcanzado el objetivo bélico prefijado. Por el otro lado tenemos las penurias que deben atravesar los soldados japoneses a raíz de las enfermedades, las inclemencias del tiempo, la escasez general, sus propios superiores inmediatos y los enemigos norteamericanos. Todo esto haciendo eje en el pobre Saigo (Kazunari Ninomiya), un panadero convertido por la fuerza en soldado y obligado a abandonar a su familia. Ambos hombres se irán encontrando en diferentes ocasiones a lo largo de esta pesadilla carente de sentido llamada guerra.
El film incorpora un puñado reducido de flashbacks para reseñar furtivamente el pasado de los protagonistas y de algunos de sus compañeros, siempre en los momentos en los que los personajes recuerdan o escriben cartas a sus seres queridos. Si La conquista del honor era un constante ir y venir temporal que terminaba cansando y confundiendo al espectador, aquí la estructura narrativa resulta ser más clásica y al mismo tiempo más efectiva, ofreciendo detalles precisos que pintan de lleno la tragedia devastadora en la que están inmersos los personajes. La correspondencia entre las trincheras y el hogar constituye una antología de instantes decisivos, algunos tan azarosos como la misma muerte. Menos ambiciosa formalmente pero más coherente, conmovedora, meticulosa y bella, Cartas desde Iwo Jima se diferencia de La conquista… también por un mejor trabajo actoral, en el que descollan los dos protagonistas principales, Ken Watanabe y Kazunari Ninomiya. Tanto la música como los silencios vuelven a ser ingredientes fundamentales en la construcción de estas vidas arrastradas hacia el abismo bélico.
Mucho menos discursiva que su antecesora, Cartas desde Iwo Jima es más oscura, reflexiva e indirecta. Desarrolla un análisis de la manipulación psicológica que remite tanto a la vida interna de los personajes como a la influencia propagandística externa, ya sea del gobierno central y/ o de los medios masivos de comunicación. En esto juega un papel primordial la concepción japonesa del honor y los destructivos mecanismos para salvaguardarlo frente a la mínima posibilidad de una derrota ante el enemigo. En la película apreciamos la verborragia japonesa en relación al honor de pertenecer a una nación con vocación imperial, vemos los suicidios de estos kamikazes morales que prefieren la aniquilación antes que la captura, y escuchamos las ordenes de los oficiales para con sus subordinados, eso de que “ni se les ocurra volver”. ¿Que es lo que implica todo esto? La muerte es una imposición que se presenta como incuestionable, es el único regreso posible para los soldados, el único camino que los devolverá a su familia y amigos. Sin detenerse más de lo necesario en la madre patria ni en continuos enfrentamientos con el bando opuesto, Cartas desde Iwo Jima aporta dosis justas de sangrientas escaramuzas y recuerdos melancólicos de un pasado irrecuperable.
Eastwood no solo se supera a si mismo sino que también redondea uno de los mejores films bélicos de las ultimas décadas, una verdadera joya cinematográfica que eleva todavía más la estatura de este maestro de maestros. La película viene a corroborar un hecho indudable: el realizador es un cineasta tradicional, en todo el sentido de la palabra. Lo suyo no son los saltos temporales ni las panorámicas corales, sino las viejas historias tradicionales de desesperanza fantasmal. Como habitantes de un desierto inconmensurable o grupos étnicos a punto de desaparecer, los personajes del director están a un paso del vacío y solo saltan cuando el mismo despiadado mundo que los rodea, los termina obligando a desaparecer de una vez y para siempre. Casi todos los films de Eastwood son el “canto del cisne” de toda una legión de outsiders que no encuentran su lugar, por lo que vagan en un entorno que ya no los incluye ni los tiene como referentes validos. Tanto Saigo como Kuribayashi tienen muy en claro la futilidad general del conflicto, la insensatez y vacuidad de la guerra. La batalla los termina arrastrando hacia actos terribles que no podrán olvidar jamás. Aquí desaparecen casi completamente todas las referencias hacia “causas”, “móviles” o “motivos” por los que la lucha “se explicaría”, o hasta se “justificaría”. La muerte, el temor y el caos que circundan a estos pobres hombres no son solo reflejo de su interior como entes condenados a matar o morir, también constituyen la descomposición exacta de las decisiones tomadas por las respectivas administraciones estatales, tanto la japonesa como la norteamericana. Cartas desde Iwo Jima nos devuelve la sagacidad narrativa, el talento en la dirección de actores y el humanismo minimalista de un genio del cine, el ecléctico y maravilloso Clint Eastwood.
Título: Cartas desde Iwo Jima
Titulo Original: Letters from Iwo Jima
Director: Clint Eastwood
Género: Bélica, Biográfica, Drama
Intérpretes: Ken Watanabe, Kazunari Ninomiya, Takashi Yamaguchi, Ryo Kaze y Takuni Bando
Duración: 141 minutos
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2006
Calificación: Apta para mayores de 16 años
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha Estreno: 15/02/2007
Puntaje 9 (nueve)