Por Emiliano Fernández
El regreso de Rocky al ring es la excusa para la sexta entrega de la célebre saga. Sylvester Stallone se pone delante y tras las cámaras, aunque el bótox y las cirugías son indisimulables…
Al sexagenario Sylvester Stallone parece que le pegó la melancolía y se dijo a sí mismo que ya era hora de resucitar las dos franquicias que más réditos le dieron en su malograda carrera, Rocky y Rambo. Lo que comenzó con películas eróticas y siguió con mega tanques de acción a partir de mediados de los `70, derivó en las auto parodias de los `90 y el semi retiro de los últimos años. Ahora bien, si consideramos esta última Rocky Balboa (2006), lo que podría haber sido un gran desastre es apenas otra película pasatista y llevadera, tan inofensiva como los anteriores eslabones.
Rocky nuevamente está en la ruina, subsistiendo de narrar anécdotas boxísticas a los comensales de su restaurant de los suburbios de Philadelphia. Su esposa Adrian ha muerto de cáncer y su hijo la va de yuppie, obsesionado con despegarse de la sombra de su padre. Como era de esperar, las ansias de volver al ring no desaparecieron y la oportunidad se presenta gracias a una simulación por computadora de ESPN, una pelea virtual entre el actual campeón de los pesos pesados, Mason “The Line” Dixon (Antonio Tarver) y el joven Rocky Balboa. Mientras que Dixon tiene la reputación por el suelo luego de pelear con varios “paquetes”, el personaje de Stallone busca recuperar algo de la dignidad perdida (además del amor de su hijo). El panorama se completa con la aparición de una nueva mujer, Marie (Geraldine Hughes) y su problemático hijo Steps (James Francis Kelly III), y el regreso del estrafalario cuñado de Rocky, el inefable Paulie (Burt Young). La cena está servida y usted ya sabe lo que hay para degustar: barrios bajos, melodrama y muchas piñas.
Luego de la aburrida Rocky V (1990), Stallone no redondeó nunca más una película pasable ni dentro de su especialidad, la acción, ni en géneros alternativos para su rango actoral, como la comedia (Oscar, 1991), la ciencia ficción (El Juez, Judge Dredd, 1995), el cine catástrofe (Daylight, 1996) o hasta el policial (Tierra de Policías, Cop Land, 1997). Cuando se piensa que desde la primera Rocky (1976) han pasado 30 años, uno vuelve a percatarse de la falta de ideas novedosas del Hollywood pochoclero, ese que hoy encontramos entregado a revisitar viejas formulas y a construir constantes secuelas y remakes. Pero Rocky Balboa no solo es un síntoma del deterioro artístico (aunque no comercial) de la industria cinematográfica estadounidense, también es un claro ejemplo de las propuestas anacrónicas, desfasadas temporalmente, que siguen apareciendo todos los años en la cartelera mundial. Ya no solo hay déficit de ideas, también estamos ante una profunda incomprensión de los distintas disyuntivas y problemáticas actuales. Resulta patético ver otra vez a Rocky con ganas de tirar unos cruzados y consiguiendo una pelea de la nada, cuando el boxeo, como todos los deportes envasados para el consumo global, lleva décadas de puro negocio multimillonario basado en montajes para vender publicidad a las masas.
Por otro lado, si consideramos las actuaciones la cosa mejora un poco. Stallone entrega una interpretación bastante lograda que funciona como un correcto retrato de la clásica decadencia de un boxeador entrado en años (tengamos en cuenta que por lo menos Sly nunca fue tan mal actor ni tan fascista como su colega Schwarzenegger). Siempre resulta bienvenida la presencia del ciclotímico Paulie, un tipo extremadamente bizarro, sin lugar a dudas el personaje más interesante de la saga, después del protagonista. Por lo que se sabe, la muerte de Adrian fue negociada entre Talia Shire y Stallone, con el decidido objetivo de sumar dramatismo a la historia. La verdad que se extraña un poco una contrapartida femenina fuerte (la pobre Geraldine Hughes no está a la altura del convite). Milo Ventimiglia, el actor que personifica al hijo de Rocky, tampoco es una maravilla ni aporta una caracterización que llame la atención o enriquezca el film.
Como en todas las Rocky, la historia es tan rudimentaria que no vale la pena criticarla en demasía conociendo las limitaciones del Stallone guionista/ director. Este monumento muy poco realista al “persevera y triunfarás” (o a las posibilidades siempre abiertas del “sueño americano”) forma parte del panteón del cine basura yanqui que todos en algún momento de nuestras vidas consumimos con algo de culpable alegría. Que quede claro: Rocky Balboa no es más que un escapismo retro. O quizás la sonrisa final, la innecesaria algarabía del último suspiro antes de desfallecer. Ya veremos en el 2008 como suspira John Rambo.
Título: Rocky Balboa
Director: Sylvester Stallone
Intérpretes: Sylvester Stallone, Burt Young, Milo Ventimiglia, Geraldine Hughes, Antonio Tarver, Tony Burton, A.J. Benza y James Francis Kelly III
Género: Drama, Deportes, Secuela
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2006
Calificación: Apta para todo público
Distribuidora: Fox
Fecha de estreno: 01/03/2007
Puntaje 4 (cuatro)