Por Pablo E. Arahuete
Crecer al lado de una madre drogona, descuidada, que vive durmiendo rodeada de mugre en un ambiente lúgubre y sin luz, es parte del mundo que le tocó en suerte a Eugenia (sorprendente, Lucía Snieg), quien con sus recientes nueve años a veces debe hacer de madre de Florencia (vibrante, Vera Fogwill). Ella la tuvo de muy jovencita sin haberlo planeado y quizás como parte de una actitud rebelde hacia su madre Sara (genial, Mirta Busnelli) decidió que iba a probar esto de ser madre soltera. Eugenia no tuvo la culpa de haber nacido en un entorno roto, con una madre desganada que le confiesa no querer cambiar, no tener proyectos y que la educa a base de verdades y frustraciones.
Por suerte está Olga (soberbia, Edda Díaz), la vecina de arriba que les da una mano a las dos cuando les cortan el gas, o la luz, o el teléfono y de paso encuentra compañía para engañar a la soledad y prepararse para partir a visitar a sus hijos y nietos en Europa. Eugenia no puede con todo a la vez, porque esto de cuidar a su madre, ir a la escuela y, encima, preocuparse por conseguir un trabajo a ver si pueden mejorar las cosas es una responsabilidad muy pesada y de vez en cuando se angustia porque no soporta tanto vacío, tanta tristeza. Pese a los buenos paseos con su madre, o esporádicos ratos de ternura y cosquillas antes de que todo vuelva a ser igual que siempre.
Si hay algo indudable en esta ópera prima escrita, dirigida y producida por Vera Fogwill y Martín Desalvo es su gran apuesta y confianza a la historia y sus actrices. Muchas veces se suele confundir sobreactuación con interpretaciones de fuerte intensidad, visceralidad y pasión por lo que se dice y hace frente a una cámara. Se trata de una cuestión de empatía emocional más que de otra cosa cuando se apela al artificio para ganar fuerza expresiva y no de forzar -tantas veces se ve eso- situaciones.
Las mantenidas sin sueños goza de esa difícil combinación de elementos dramáticos y personajes reales que habitan un universo propio. Absolutamente femenino, íntimo, cruel, mutable e imprevisible, como las situaciones entrelazadas en una trama atravesada de humores y cambios de rumbo y registro constante.
No obstante su roce permanente con lo excesivo desde los diálogos o la ampulosidad de algunos estilos de actuación, el film no pierde jamás su singularidad y osadía. Osadía y sinceridad de sus realizadores por dejar crecer dramáticamente a sus personajes sin limitar sus actos, emociones o miserias a partir de un juicio valorativo. Esta idea opera como ley inquebrantable en el guion y se hace transparente desde el inicio, en una escena de aparente ingenuidad donde Eugenia lee en un libro: “No existen fenómenos morales. Sólo interpretaciones morales de los fenómenos.”.
Todo un postulado y un enorme desafío al espectador; una necesidad de correr la mirada hacia la imperfección, hacia el alivio de vivir sin culpa y a los tumbos como Florencia, quien un día llegó al mundo igual que Eugenia sin que nadie le consultara.
Si bien ciertas referencias a la crisis post corralito hoy suenan descontextualizadas, por ejemplo alusiones a las jubilaciones en patacones, esa falta de actualidad obedece al imperdonable retraso de su estreno causado por un litigio legal con los coproductores franceses. Por fortuna, Fogwill y Desalvo lograron terminar esta gran película, cosecharon premios internacionales sin otra explicación lógica que cuando se unen talento, sensibilidad, inteligencia, y audacia, apoyados por un notable reparto se logran muy buenas películas.
Título: Las mantenidas sin sueños.
Título Original: Idem.
Dirección: Vera Fogwill y Martín Desalvo.
Intérpretes: Vera Fogwill, Lucía Snieg, Mirta Busnelli, Edda Díaz, Gastón Pauls, Mía Maestro, Julián Krakov, Elsa Berenguer y Nicolás Condito.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 97 minutos.
Origen: Argentina/ Países Bajos/ España/ Francia.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 26/04/2007.
Puntaje: 9 (nueve)