El personaje que anima brillantemente Nicole Kidman en el nuevo filme de Steven Shainberg (más producido pero de menor calidad que La secretaria, su lograda ópera-prima) tranquilamente podría integrarse a las torturadas mujeres de Las horas (2002). La temática femenina, los conflictos sociales y las postergaciones personales vuelven a emerger claramente en un relato visualmente impecable pero narrativamente demasiado apático para su propio bien. La fotógrafa avant-garde Diane Arbus es el objeto de la mirada de Shainberg quien la reconoce como un ícono de la cultura neoyorquina de los años sesenta y a los efectos de captar su espíritu inquieto se retrotrae a sus difíciles inicios. Tal como Virginia Wolf, también interpretada por la hawaiana Kidman en Las horas, Diane Arbus se suicidó siendo todavía relativamente joven dejando una herencia artística tan valiosa como perturbadora. ¿Qué pudo llevar a una ama de casa y madre ejemplar a tomar fotos de gente marginal, fenómenos de circo, hermanas siamesas y otras extravagancias por el estilo? Es lo que intenta despuntar la película basándose en la biografía escrita por Patricia Bosworth y mucho más en la imaginación de la guionista Erin Cressida Wilson que saca de la galera situaciones y personajes que llevan a la malograda fotógrafa a descubrir un mundo casi secreto, en el límite con lo fantástico, y de paso concibe un pequeño ensayo muy crítico y penosamente con escaso humor sobre la alta burguesía de la Gran Manzana.
El detonante del cambio en una alicaída Diane –hasta entonces apenas una asistente para su marido, el también fotógrafo de publicidad Allan Arbus- es la llegada al edificio de un misterioso encapuchado. Movida por la curiosidad, Diane se presenta ante el hombre y sin saber muy bien por qué lo hace le solicita permiso para fotografiarlo. Lionel (Robert Downey, Jr.) no solo accede sino que además la invita a participar de un círculo de amigos entre estrafalarios y exóticos. El mismo Lionel se revela como portador de una extraña enfermedad congénita que lo hace lucir como… ejem, bueno, perdón pero lo tengo que decir. El hombre es igual a Chewbacca. El viejo y peludo Chewie. Se esboza una atracción contenida entre Lionel/Chewie y Diane que empieza a frecuentar su casa y a desatender sus obligaciones como esposa y madre para ingresar al intrigante mundillo freak que frecuenta su vecino.
Retrato de una pasión (es mucho más acertado el título original sin lugar a dudas) pretende que el relato realista así como el más surrealista se imbriquen en un todo logrando una “respiración cinematográfica” y un tono emocional muy particular. No lo logra porque carece de equilibrio y, lo que es peor, de imaginación para llevar hasta las últimas consecuencias el brusco cambio psicológico que padece la artista. Para empeorar las cosas un final demasiado prefabricado deja mal parado a Shainberg y su guionista. Por no mencionar lo conservador que resulta dentro del contexto planteado.
Si la película se sostiene cuando el andamiaje argumental comienza a derrumbarse lentamente es por obra y gracia de la exquisita Nicole Kidman. A veces frágil y otras tantas sutil para el detalle compositivo, la actriz deslumbra en todas y cada una de sus escenas hasta apropiarse por completo del personaje. Cómo será su trabajo que ni el oficio del aquí muy llamativo Robert Downey, Jr. es capaz de disminuirlo. No sé el filme pero la Kidman, bellísima como de costumbre, merece ser vista y aprehendida con todos los sentidos. Simplemente arrebatadora.
Título: Retrato de una pasión.
Título Original: Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus.
Dirección: Steven Shainberg.
Intérpretes: Nicole Kidman, Robert Downey Jr., Ty Burrell, Harris Yulin, Jane Alexander, Emmy Clarke, Genevieve McCarthy.
Género: Biopic, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 122 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 03/05/2007.
Puntaje: 6 (seis)