Por Pablo Arahuete
Resulta de escasa importancia que Ana Katz se haya inspirado en una pieza de Jean Cocteau (La voz humana) para sacar a flote su segundo opus, Una novia errante, del que también se reservó el rol protagónico. Si en el original que luego fue realizado por Michelangelo Antonioni (L’amore) todo sucedía en la frialdad e impersonalidad de un mobiliario y en un teléfono, aquí ese contexto se vio alterado por la irrupción del paisaje conformado por desérticas playas y la inmensidad de un bosque. Estos dos elementos de por sí tienen un peso dramático esencial, un vínculo estrecho con la protagonista en estado latente de fuga.
Katz construye el personaje de Inés con pequeños fragmentos de figuras femeninas sin que prevalezca una sobre otra y eso permite una mayor identificación. Hay tantos rasgos identificables en la angustiada Inés que no cuesta mirarla con algo de ternura o al menos con un dejo de pena cuando debe enfrentar la realidad de una ruptura. Desde ese lugar se arma este viaje introspectivo que propone el film; desde la imposibilidad de comenzar de nuevo luego de una separación.
Pero sobre todo, la película se caracteriza por dejarse llevar por vaivenes anímicos y los impulsos de su heroína, dejándose compenetrar por la atmósfera que la rodea. Y es precisamente allí, en la vastedad de un paisaje demasiado abierto donde contrastan los arrebatos de encierro de un personaje que no puede abrirse a los otros, que no se suelta de las ataduras del pasado y por ende que no se transforma. Errante sin avanzar un centímetro y a la deriva, doblegada por la angustia que se arrastra como un equipaje pesado y vacío. Así quedó Inés (Ana Katz) al decidir bajarse del micro una parada antes. Su novio Miguel (Daniel Hendler) no hizo nada para detenerla ni irá a rescatarla a Mar de las Pampas porque no tiene intenciones de volver con ella. Por lo menos ella debería haberse dado cuenta tras la tirante discusión que mantuvieron durante el viaje, cargada de reclamos y palabras hirientes que sólo dejan de tener efecto si el silencio se impone. El mismo silencio que se prolonga en una distante charla telefónica, donde la verborrágica Inés descarga amor y odio en dosis parejas. Y eso no hace otra cosa que afirmar la triste máxima “a veces lo que se rompe no puede repararse”. Sin embargo, existen nuevos caminos para recorrer en pleno proceso de extrañamiento, nuevos rostros por conocer como el de un galante seductor (Carlos Portalupi) que se cruza en el trayecto de la soledad aunque no alcance.
Porque nada alcanza cuando nada cambia. Una novia errante se para en la orilla del drama existencial con la sequedad justa para no involucrarse del todo con una sola mirada y se entrega a la multiplicidad de puntos de vista como a la sutileza del humor para desdramatizar y evitar la solemnidad recurrente en nuestro cine.
Título: Una novia errante.
Título Original: Idem.
Dirección: Ana Katz.
Intérpretes: Arturo Goetz, Daniel Hendler, Ana Katz, Carlos Portaluppi, Érica Rivas, Catherine Biquard, Nicolás Tacconi, Silvina Sabater, Violeta Urtizberea y Marcos Montes.
Género: Drama.
Clasificación: Apta para todo público.
Duración: 85 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 07/06/2007.
Puntaje: 8 (ocho)