A ver, la cosa es más o menos así: de Steven Spielberg uno siempre espera algo interesante, inteligente y por lo general entretenido (aún cuando su nombre sólo aparezca en pantalla como productor ejecutivo). En esto el gran director de tantos éxitos de taquilla de los últimos treinta años rara vez falla. Por otro lado, un Michael Bay vilipendiado hasta la exageración por la crítica mundial pareciera anular con su mera presencia el peso específico que aporta el creador de E.T. Porque Bay y Spielberg han unido fuerzas para cristalizar un proyecto como Transformers, que tiene tantos fans a lo largo del mundo. Y cada cual desde su lugar han cumplido sobradamente al entregar un producto hiperquinético, megaproducido y divertido pensado para un target de adolescentes y jóvenes exclusivamente masculinos. Advertencia para las chicas: no hay aquí nada que pueda llamarles la atención (ni siquiera el consuelo de un protagonista apuesto, pétreo y musculoso: más bien todo lo contrario).
Seamos sinceros: el limitado cine que puede ofrecer un artesano como Bay es 100% auténtico, sin ningún tipo de dobleces, rotundo y concreto. Al responsable de La Roca, Pearl Harbor y Armageddon le gusta la estética publicitaria, los planos de dos segundos de duración que no siempre dejan apreciar lo que se intenta mostrar, las corridas grupales en cámara lenta y esos eternos helicópteros congelados en el horizonte con un sol crepuscular avasallante de fondo. Sí, le encanta y lo va a seguir haciendo hasta que se retire porque, para bien o para mal, es su marca personal como realizador. Criticarlo o analizarlo desde una óptica política por su simpatía gubernamental oficialista, el reiterado pro militarismo y la encendida vena patriótica de la que se nutren sus relatos es darle más trascendencia de la que le corresponde. Intelectualmente el hombre no es Stanley Kubrick, por dar un solo ejemplo, y su obra tampoco apunta a algo más que brindar un pasatiempo sin mayores exigencias. Y Transformers, su film más desacartonado hasta la fecha, no es una excepción.
No me tocó vivir la moda de los juguetes de Hasbro y ni siquiera he visto un episodio de la serie animada televisiva; así como tampoco la película filmada en 1986. Por lo tanto me considero una persona con una visión imparcial de esta propuesta adrenalínica de ciencia-ficción absurda, repleta de situaciones humorísticas y diálogos graciosos gentileza de los guionistas Alex Kurtzman y Roberto Orci (autores de M:I:III y de La isla, opus previo de Bay). Ya se sabe: la idea de que dos bandos antagónicos de robots extraterrestres llegan a la tierra (uno para conquistarla y el otro para defenderla) no puede revestir ningún viso de realismo posible y lo único potable dadas las características de la historia es enfatizar el delirio hasta sobrepasar los límites del verosímil cinematográfico. En buen criollo, el argumento no tiene pie ni cabeza pero así y todo los escritores se las ingeniaron para compensar esa falencia sacándole todo el jugo a los gigantescos Autobots (los buenos) y Decepticons (los villanos) en varias secuencias de súper acción que, como se dijo, apelan constantemente al dislate de tan increíbles que son. Encima, para garantizar la eficacia han convocado a varios actores que de hacer reír saben mucho. El carismático Shia LaBeouf (visto hace poco en la cartelera con Paranoia), John Turturro y el morocho Anthony Anderson se roban el show con ganas sin menospreciar todo lo bueno que logran otros intérpretes secundarios, como los padres del protagonista Sam (Kevin Dunn y Julie White, realmente notables). Infaltable, desde luego, la belleza femenina representada como corresponde por las diosas Megan Fox (la insólita amigovia tuerca de Sam) y Rachael Taylor (la científica más improbable que haya visto en mi vida pero con esa cara… ¿a quién le importa?). El resto lo aportan las prestigiosas empresas de efectos visuales Industrial Light & Magic y Digital Domain con un despliegue pirotécnico impresionante. Las transformaciones de los robots asombran por su precisión y no se observa ni un solo efecto fallido. Un trabajo de post-producción francamente impecable.
La última media hora de Transformers me hizo recordar a La caída del Halcón Negro: no por lo chauvinista sino porque te transporta espacialmente al centro de una guerra devastadora en el que no se da ni se recibe clemencia alguna. Convencionalismos y vicios cliperos al margen –por no mencionar un metraje excesivo-, la película resulta una aplanadora imposible de parar. Los seguidores de la ciencia-ficción más desprejuiciada tienen una cita de honor con este filme tan espectacular como trivial.
Título: Transformers.
Título Original: Idem.
Dirección: Michael Bay.
Intérpretes: Shia LaBeouf, Megan Fox, Josh Duhamel, Tyrese Gibson, Rachael Taylor y Jon Voight.
Género: Ciencia-ficción, Acción.
Clasificación: Apta para mayores de 13.
Duración: 144 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 19/07/2007.
Puntaje: 7 (siete)
El staff opinó:
–A pesar del despliegue tecnológico y el buen elenco, la reiterativa y exasperante bajada de línea, un lamentable guión y los insufribles tics de Bay resultan demasiado para soportar durante más de dos horas-. Pablo E. Arahuete (5 Puntos)
–Habría que empezar a considerar que cierto tipo de cine tal vez esté diseñado para disfrutarlo desde un punto de vista exclusivamente utilitario. Por ejemplo, el de Michael Bay, un tipo al que exigirle más que pirotecnia visual y caos de puesta en escena ya empieza a calificar como un “hábito ignorante”; para el caso estas dos simples características en Transformers juegan más a favor de lo que cabría imaginarse. Hueca pero divertida… y sea como sea, la culpa –en el buen y mal sentido- no la tiene Steven Spielberg.– Juan Blanco (6 Puntos)
–Bay: mediocridad general, militarismo chauvinista y edición de publicidad de gaseosas. Spielberg: infantilismo nostálgico y deprimente. Bay + Spielberg: mamarracho patético-. Emiliano Fernández (3 Puntos)
–La firma de Michael Bay ya lo anticipa. Todo debe ser grande, grande, grande. Mucho efecto especial, mucho mensaje patriotero y emotividad al por mayor. La sutileza brilla por su ausencia. En fin…-. Omar Tubio (5 puntos)