Por Juan Blanco
Desde aquella primera vez en que John McClane hizo su aparición en la pantalla grande para liberar al rascacielos Nakatomi de la amenaza terrorista de Hans Gruber, supimos que lidiábamos con un héroe clásico en el sentido más glorioso del término. Y no podía ser menos; en especial si tomamos en cuenta que su naturaleza, aquella que lo definía como persona dentro de la ficción y esa misma que lo inmortalizó dentro de la historia del cine, se fundaba en el género más grande de todos: el Western. McClane, en aquel entonces un joven y promisorio Bruce Willis, manifestaba en una escena de la grandiosa Duro de Matar su fascinación por este género clásico mientras hablaba por walkie talkie con aquel policía de color que lo acompañaba -en esencia- desde la periferia del edificio; -Llámenme… Roy…-, pedía John por la radio haciendo alusión a su admiración por Roy Rogers, uno de sus referentes del Oeste. Y el mismo John McClane, con el correr de sus aventuras a lo largo de la saga creada por John McTiernan, se haría su propio nombre en el marco del género que le tomó la posta al Western, el de Acción, pero manteniendo la filosofía poética del llanero con espuelas y sombrero que gusta de hacer siempre las cosas a su manera: the cowboy way. Así, McClane se convirtió en el último vaquero de la ciudad de turno, al igual que Willis lo hizo en Hollywood, alcanzando ambos eventualmente esa imagen iconográfica que lleva a la posteridad.
Cuando hace doce años la existencia “apaciblemente ebria” de un John McClane venido a menos era puesta en crisis una vez más para Duro de Matar: La Venganza, este último gran héroe clásico todavía se podía considerar a tono con ese mundo que le tocaba salvar de vez en cuando. Tanto dentro como fuera de la ficción, los Estados Unidos de Norteamérica todavía podían darse aires de invulnerabilidad, así como la tecnología aún no lograba las maravillas que hoy posibilita el universo de la informática. Ahora, con la llegada de Duro de Matar 4.0, John está desfasado tanto dentro como fuera de la historia que le toca protagonizar; y en el hecho de saber aprovechar este anacronismo radica la grandeza de la cuarta entrega de esta saga iniciada en la década del 80.
Después del 9/11, a la nación del amigo Bush se la conoce en jaque consigo misma. Por ello resulta lógico que si había que pensar en una nueva amenaza para el Gran McClane, tendría que tener relación con la paranoia que hoy vive un país asustado e intranquilo; uno que los únicos héroes que puede darse el lujo de tener son ficcionales y con el rostro perdurable de Bruce Willis, entre algunos otros. Pero esta vez, McClane juega un juego con reglas mucho más sofisticadas que las que supo manejar en el pasado. La amenaza terrorista se vislumbra gigante: un resentido ex-programador informático del Servicio de Inteligencia de los EEUU, alguna vez humillado por su gobierno y olvidado tras el atentado a las Torres Gemelas, planea una “venta de liquidación” que implicaría apagar –literalmente- al país y devolverlo al primitivismo de la edad media. La tecnología con la que estos malos versión 2007 planean el golpe hace al pobre John un ser analógico en el mundo digital (como lo acusa su enemigo en una instancia reveladora del filme). Y es justamente con esas armas elementales, que son la fuerza de voluntad de siempre y la terquedad de un vaquero que, simplemente, no quiere ni piensa morir a manos del villano, que John McClane le dirá una vez más Yippee Ki Yay, Mother Fucker! (expresión patentada en el lejano Oeste y adoptada ingeniosamente por McClane) al malandra de turno antes de finiquitarlo, pero no antes de hacer de las suyas durante dos horas con el más alto nivel de acción que cabe imaginar; ese que Hollywood puede ofrecer cuando no se toma el género con la imprudente seriedad de otros tiempos.
Si bien esta nueva Duro de Matar es dueña de un virtuosismo técnico irreprochable, no son sus logros en materia física lo mejor que tiene para ofrecer. En efecto, la acción es impecable, alcanza la soberbia especialmente en su absurdez (hace parecer a Misión: Imposible III una película del Dogma) y resulta creativa aún en los momentos en que pareciera que ya no cabe más asombro o sorpresa alguna. Pero hay mucho más detrás de la cortina de efectos especiales y de las coreografías en las que Bruce Willis (más a gusto con su creación que nunca) se luce quizás tanto más que aquel McClane de antaño. El verdadero valor de DM 4.0 lo constituye su capacidad de crear esa perspectiva sobre el cine de género contemporáneo desde la óptica de un héroe anacrónico. Se trata de este terco soldado del pasado siempre definido por las circunstancias más adversas posibles, al que se lo sabe –y se sabe- en inferioridad de condiciones, pero que a su vez cuenta con una infinidad de recursos para sortear obstáculos a cada paso. Incluso, uno de los hallazgos en el delineamiento de McClane a lo largo de su historia fue presentarlo como uno de los tipos más casuales e improvisados que pueda uno cruzarse por la vida; un ser humano -a priori- “vulnerable” que sufre, se lastima y sangra como cualquiera (es graciosísimo ver que el pobre John a la media hora de película ya está chorreando sangre por los cuatro costados, todo sucio, rotoso y encima rengo).
Es a través de este personaje clásico y en apariencia obsoleto, que Duro de Matar 4.0 consigue en principio tomar la distancia ideológica adecuada respecto de los cánones del cine de acción actual y luego abordarlos con inteligencia, duplicando la apuesta a fines de que el ridículo no luzca como tal y defina un nuevo estándar para el género. Algo parecido al modo en que la sátira pasó a conformar de la mano de James Cameron y Mentiras Verdaderas el recurso capital para visitar las fórmulas acabadas del héroe de acción. John McClane sabe que la única manera de involucrarse en la lucha y sobrevivir a tal proeza es siendo él mismo, y probablemente más que nunca. De la misma manera la película asume el desafío de serle fiel al personaje en su naturaleza anacrónica respecto de la nueva era que lo rodea y exprime al mango este choque cultural entre lo clásico y lo moderno; la conciencia manifiesta sobre las implicancias de hacer este tipo de cine de acción hoy, partiendo de la vieja –y eterna- escuela del héroe del Oeste.
Como si fuera poco, más allá de que dicha estrategia le imprime a la película un sentido del humor infalible, también incrementa la carga emotiva que el viejo John viene acumulando tiro a tiro desde hace ya veinte años. La toma de conciencia sobre el paso del tiempo, esa misma que invita a comparar los dos modelos generacionales, hace que Duro de Matar 4.0 logre evidenciar un crecimiento en el personaje, esa maduración específica, que permite un acercamiento en el plano emocional hacia John McClane (algo que no pasaba desde la original). Este último, en una escena puntual explica que los héroes de acción son sólo una ilusión vista a través de terceros. Lo llaman héroe, pero él se confiesa un pobre tipo divorciado, con hijos que ya ni le hablan, que hace su trabajo casi por inercia y al que a esta altura no le queda más que su propia compañía. Por eso hace lo que hace y decide cargarse la mochila una vez más; –porque nadie más va a hacerlo… por eso lo haré yo-, le dice John a Matthew (el hacker que interpreta con atino Justin Long), su nuevo compañero de emociones en esta cuarta aventura. –Eso es lo que te convierte en ese tipo…-, le responderá Matt haciendo referencia al carácter heroico de McClane.
Y es así. Hoy la fórmula del “héroe solitario que salva al día de una amenaza inminente” sólo puede volver a emplearse si se lo hace con la astucia y la perspectiva que lo hacen el director Len Wiseman (lejísimo de las Inframundo) y cía en Duro de Matar 4.0. Cuando decimos visitarlo, nos referimos a hacerlo funcionar más allá de sus propias convenciones, a lograr generar emociones, a descubrir una nueva forma de contar aquello mismo recreándolo desde la nostalgia, desde la óptica del pasado. El John McClane de Bruce Willis es el último gran héroe nacido conceptualmente del último gran género, y como todo mito, toda vanguardia, ya tiene asegurado ese lugarcito en la eternidad. Esto también, queridos John/Bruce, es lo que los convierte en “ese tipo”…
Título: Duro de matar 4.0.
Título Original: Live Free or Die Hard.
Dirección: Len Wiseman.
Intérpretes: Bruce Willis, Timothy Olyphant, Maggie Q, Justin Long, Mary Elizabeth Winstead, Cliff Curtis, Kevin Smith, Jonathan Sadowski, Andrew Friedman, Yorgo Constantine y Cyril Raffaelli.
Género: Acción, Secuela, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 128 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 16/08/2007.
Puntaje: 9 (nueve)
El staff opinó:
-Nervio, pulso, virtuosismo y una trama interesante demuestran que el género de acción puede deslumbrar del mismo modo que cualquier film poético. Para Bruce Willis los 50 no son ningún impedimento-. Pablo Arahuete (9 Puntos)
-Volver a gozar con las delirantes aventuras de John McClane implica una regresión a otras épocas y otros ámbitos que, a esta altura, ya estaban casi perimidas. El film es un exceso tras otro, una montaña rusa de acción, una avalancha de humor autorreferencial y la prueba irrefutable de que Bruce Willis fue, es y será uno de los mayores íconos que haya podido surgir del star-system de Hollywood en toda su historia.- Diego Martínez Pisacco (9 Puntos)
-A pesar de no estar a la altura de la original, esta última entrada en la saga es francamente muy graciosa y cumple en lo que respecta a la acción. Un buen regreso: todos los fieles a las salas-. Emiliano Fernández (6 Puntos)
-Len Wiseman abandona el inframundo para dirigir la cuarta parte de la saga de John McClane (nuestro amigo Bruce), en donde nos subiremos a una montaña rusa de acción que parece no tener fin. Si son amantes de la saga y de películas como Mentiras Verdaderas, entonces vayan a comprar la entrada al grito de YIPPEE KI YAY…!!! Diego Saladino (9 Puntos)
-Bruce Willis vuelve a calzarse el mejor personaje de su carrera, John McClane, y demuestra que los años le sientan bien. Muy superior a las dos secuelas, esta nueva aventura remite directamente a la adrenalina causada por la primera. Acción de pura cepa que van a agradecer los fans de la saga y los que no lo son, también.- Omar Tubio (9 Puntos)