Por Emiliano Fernández
Juegos Prohibidos es otro de esos dramas norteamericanos que buscan con desesperación ser tomados por “independientes”, “crudos” y “jugados”, sin llegar siquiera al promedio de calidad en este tipo de propuestas. Se supone que la historia está basada en hechos reales: en la California de 1999, el dealer loquito Jake Mazursky (Ben Foster) le debe dinero al colega high class y líder de una bandita de narcos Johnny Truelove (Emile Hirsch). Sin manera de pagar y con un enfrentamiento declarado de por medio, el primero le roba el televisor y luego defeca en la alfombra, a lo que el segundo responde con el secuestro de su hermano menor, el lelo Zack Mazursky (Anton Yelchin). Las cartas están en la mesa y no es difícil imaginar como sigue la cosa…
Desde ya que al director y guionista Nick Cassavetes le juega muy en contra el apellido ilustre. Pero los problemas van más allá de las expectativas destruidas (si es que alguien todavía tenía alguna). Como ocurría en sus trabajos anteriores, el casting deja mucho que desear. Se pretende armonizar una estética deudora del seudo realismo del mediocre, insulso y manipulador Larry Clark, con un elenco que incluye un amplio abanico que va desde Bruce Willis y Sharon Stone hasta Justin Timberlake y Harry Dean Stanton. El pretendido estilo símil “documental de alto impacto” se desvanece ante la presencia de megaestrellas que llaman demasiado la atención y encima no están en su mejor forma. A esta incongruencia total se suma el poco peso específico del relato en sí, agotado rápidamente durante las primeras escenas tanto en ritmo como en tono.
Estamos ante un ejemplo más de blanquitos de la burguesía acomodada yanqui que se quieren parecer a los negros imitando el slang característico de los MC’s, la vestimenta del breakdance y el violento estereotipo construido por los medios de comunicación, sobre todo en cuanto a las “costumbres” y “doctrinas” del sector. Como policial, la película no funciona porque avanza a paso de tortuga, casi no genera interés y cansa en la identificación constante de testigos del crimen (más de cuarenta y todos enumerados a través de imágenes congeladas…). Como retrato de este grupo de tristes aspirantes a white trash, tampoco satisface en especial por el penoso desnivel interpretativo, los diálogos excesivamente “callejeros” y un guión poco inspirado. Aquí apenas si se rozan tópicos necesarios e inherentes a lo narrado como las adicciones, el odio, la insensatez, el tiempo ocioso, las diferencias de clase, la falta de objetivos, etc.
Las falsas entrevistas que se incluyen a lo largo del metraje no aportan nada y entorpecen el desarrollo general. Timberlake no pasa vergüenza pero los laureles se los lleva Ben Foster, un buen actor que le pone fuerza y garra a un personaje tan adorable como psicótico. Quizás un punto a favor sea el no romantizar ni simplificar en exceso las situaciones, que de todas formas -tal como están planteadas- son bastante elementales y dejan sin cubrir varias aristas de la cultura en decadencia del hip hop, las drogas, los ghettos, las putas y las armas. Mucha superficialidad gangsta y poco análisis verdadero. Todo el film funciona como una versión muy light y mainstream del discurso de NWA, Dr. Dre, Ice Cube, Snoop Dogg, 2Pac, Eminem y 50 Cent; pero sin el talento musical, la destreza lírica, el humor corrosivo y las voces relajadas. Lástima. No se escucha más que un grito vacío que reclama sin cesar “Bang! Bang! Motherfucker!… Bang! Bang!!!”.
Título: Juegos prohibidos.
Título Original: Alpha Dog.
Dirección: Nick Cassavetes.
Intérpretes: Emile Hirsch, Justin Timberlake, Anton Yelchin, Ben Foster, Shawn Hatosy, Bruce Willis, Sharon Stone, Olivia Wilde, Amanda Seyfried, Harry Dean Stanton, Fernando Vargas, Amber Heard y Lukas Haas.
Género: Drama, Crimen.
Clasificación: Apta mayores de 18 años.
Duración: 117 minutos.
Origen: EE.UU./ Alemania
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Pachamama Cine.
Fecha de Estreno: 04/10/2007.
Puntaje: 4 (cuatro)