Por Emiliano Fernández
No hay caso. Los hermanos Peter y Bobby Farrelly siguen en el sótano. Ahora arremeten con una remake de un film de 1972 escrito por Neil Simon. Por lo menos no se los puede acusar de no intentar dar un giro a su carrera, arriesgando en cierta medida lo obtenido hasta el momento. Repasemos un poco los caminos de la vida. Los tipos comenzaron con un humor tan caótico, explícito y escatológico como inocente, romántico y políticamente incorrecto. Sólo basta nombrar las mega exitosas Tonto y retonto (1994), Loco por Mary (1998) e Irene, yo y mi otro yo (2000). Este parece haber sido el punto de quiebre, el “no nos van a encasillar”, por lo que decidieron desde ese instante centrarse más en las “relaciones humanas” que en las humillaciones crueles y burdas de los primeros trabajos. Luego de aquel extraño experimento intitulado Osmosis Jones (2001), este par de locos lindos bajaron unos cambios y se despacharon con las desparejas Amor ciego (2001), Inseparablemente juntos (2003) y Amor en juego (2005). La mujer de mis pesadillas (The Heartbreak Kid, 2007) es un intento fallido por volver a las grandes ligas y recuperar el público que ganaron con aquellas películas de los ’90 protagonizadas por Jim Carrey y Ben Stiller (cuyo regreso por supuesto no es azaroso).
Parece que el corsé “remake” mucho no los ayuda, aquí imponiendo sin necesidad una suerte de burbuja donde se desarrolla el relato. Se quiso respetar el espíritu del original por más que no pegara con la filosofía salvajona de los realizadores (tampoco colabora demasiado la presencia de otros tres guionistas en lo que seguro fue una reescritura interminable). La historia principal es muy sencilla. Eddie Cantrow (Stiller) es un soltero empedernido de 40 años que por presiones de sus allegados termina casándose con la bella Lila (Malin Akerman), a sólo 6 semanas de conocerse. Se van de luna de miel a una playa paradisíaca de México (donde transcurre casi todo el film), y allí él descubre que su pareja es un ser insoportable desde todo punto de vista (es infantil, violenta, sexópata, no tiene ningún ingreso, es ex-adicta a la cocaína y debe muchísimo dinero). Pero por suerte Eddie encuentra consuelo en la mucho más normal Miranda (Michelle Monaghan), de la cual se enamora perdidamente. El resto es rutina: el hombre debe ocultar a su esposa mientras avanza en el romance con la mujer que en verdad desea. Pero la película está bien lejos del formato de enredos. De hecho, la primera hora funciona como una clásica cinta del corazón que se va al demonio durante la segunda mitad, cuando el estilo anárquico de los directores toma de improviso el volante y no consigue redondear ni un producto realmente hilarante ni una comedia romántica capaz de atrapar y conmover.
Todavía podemos encontrar varias de sus “marcas registradas”, las cuales dicen presente en generosas cantidades (mentiras e hipocresías constantes por parte de los personajes, trastornos físicos y emocionales de todo calibre, lujuria genital muy inmadura, ajusticiamientos merecidos pero bizarros, alguna que otra guarrada, etc.). El problema es que se perdió la “chispa cómica”: gran parte de los remates son previsibles, las situaciones son en exceso reiterativas y el tema del adulterio y las decisiones apresuradas ya ha sido muy tocado en el pasado. El elenco cumple en lo suyo; hasta se puede llegar a afirmar que Ben Stiller está desaprovechado en un personaje que no resulta del todo querible y que produce más fastidio que empatía (además de ser un nabo, es un turro a toda máquina…). Quizás el mayor logro de los Farrelly sea hoy un obstáculo a superar. Si fueron tan determinantes en la modificación en lo que respecta al modo de hacer y ver comedia, sobre todo en la combinación de lo chabacano con lo sensible, este retorno sin suerte a las fuentes nos está hablando de la necesidad de abandonar no uno sino ambos registros de una buena vez y simplemente probar otra cosa. El mal gusto y la moralina de la actualidad no nos retrotraen al desenfado de hace 10 años, así como tampoco lo hace gran parte del Hollywood contemporáneo, ese que busca con desesperación la risa fácil y berreta a través de fórmulas gastadas y una renuncia preocupante a la crítica social, cultural y política. Todo esto se da tanto en las comedias de “autor” (ejemplo de moda: Judd Apatow) como en el cine sostenido en estrellas súper exportables (la lista es inmensa, sólo basta recordar los protagonistas de cualquier bodrio mainstream de los últimos años o alguno de los integrantes de la troupe de Saturday Night Live).
De todas formas, La mujer de mis pesadillas cuenta con escenas muy graciosas, como aquella en la que Eddie se ve obligado a volver en forma ilegal a los Estados Unidos. Queda claro que los hermanos forman parte de un minúsculo conjunto de cineastas obsesionados con las carcajadas que pueden presumir con razón de sus éxitos y contribuciones. A pesar de las inconsistencias y altibajos, los tipos poseen indudablemente una personalidad muy marcada y distintiva, garantía absoluta de un puñado de risotadas por film (excelente promedio si lo comparamos con la pobreza general del género). Ahora bien, si recordamos que una de las tareas más difíciles del arte cinematográfico es la de despertar sonrisas y construir un marco argumental que las apuntale y las reproduzca, uno tiende a perdonar errores mayúsculos en lo que hace al tono de la propuesta (aquí ambivalente y no del todo logrado, como ya se dijo). Otro traspié son las cansadoras dos horas de duración, las cuales bien se podrían haber reducido a unos 90 minutos mucho más llevaderos. Los personajes secundarios parecen bosquejos salidos de otras realizaciones de los Farrelly y no complementan de forma adecuada los conflictos que dispara el triángulo amoroso central; en especial no convencen el responsable del hotel Tito (Carlos Mencia) y la escuálida familia de Miranda. Sólo resta esperar que con el tiempo se subsanen los vicios formales, los abusos en cuanto al humor tonto y los golpes de efecto que ya no desestabilizan ni sorprenden a nadie. El resultado sería muy distinto si se hubiera profundizado el plano del contenido, administrado mejor los recursos cómicos y aportado aunque sea un par de novedades en vez de reestructurar los mismos componentes de siempre. Si el nivel continúa por el piso, los chistes verdes se transformarán en los aforismos del futuro.
Título: La mujer de mis pesadillas.
Título Original: The Heartbreak Kid.
Dirección: Peter Farrelly, Bobby Farrelly.
Intérpretes: Ben Stiller, Michelle Monaghan, Jerry Stiller, Malin Akerman, Carlos Mencia, Rob Corddry, Stephanie Courtney, Ali Hillis, Kathy Lamkin, Nicol Paone, Joel Bryant, Amy Sloan, Polly Holliday y Eva Longoria.
Género: Remake, Comedia, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 116 minutos.
Origen: EE.UU./ México.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 08/11/2007.
Puntaje: 4 (cuatro)
El staff opinó:
–Excesiva en lo argumental y poco sintética narrativamente, la comedia de los hermanos Farrelly alterna aciertos y errores prácticamente desde el comienzo hasta el final. Los salva las genialidades de Ben Stiller, la belleza de la sueca Malin Akerman y el carisma todo terreno de Michelle Monaghan. El que no se ríe al menos cinco o seis veces, se equivocó de película o es Michael Myers!– Diego Martínez Pisacco (6 puntos)