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jueves, 21 noviembre 2024
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Beowulf, la leyenda: Los maniquíes contraatacan o como el humanismo tecnocrático no baja la guardia

Por Emiliano Fernández

Beowulf, la leyenda (2007) es otro producto elemental y chato sobre héroes más de “historieta” que de “Historia”, muy en la línea del mamarracho fascistoide 300 (2006).

Beowulf, la leyenda (2007) llega para confirmar algo. Robert Zemeckis, el cineasta que allá lejos y hace tiempo nos regaló joyas del entretenimiento pochoclero como la trilogía Volver al futuro (1985-1989-1990) y ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), desde hace más de diez años no puede redondear una película masiva y de calidad. Todo comenzó con aquel bodrio chauvinista intitulado Forrest Gump (1994), sin lugar a dudas una de las peores películas de la década. Las fallidas Contacto (1997), Revelaciones (2000) y Náufrago (2000) no hicieron más que agudizar la mediocridad hasta finalmente estabilizarla. Pero siempre se puede caer más bajo. Aún así, nadie contaba con El Expreso Polar (2004), un desastre mayúsculo que además de risa generaba vergüenza ajena. Lo loco del caso es que ahora el tipo reincide en la misma técnica de animación en 3D con ambiciones súper realistas y deudora de la estética de los videojuegos en primera persona (ya empleada de un modo mucho más convincente en Final Fantasy, del 2001).

Por supuesto que ante nuestros ojos tenemos idéntico resultado: personajes bizarros incapaces de transmitir emoción, excitación o mínima destreza vital, cual parva de zombies con movimientos de robots y aliento de marionetas. Tal es la obsesión de Zemeckis por reproducir al detalle y con CGI de última generación cada uno de los movimientos de los seres humanos. Y en un film que se pretende de acción y aventuras, este déficit molesta de sobremanera.

La narración deambula por las ?grandes aventuras? del vikingo corta- cabezas del título, una máquina de decir huevadas y pisar el palito. En películas como Beowulf, la leyenda, la riqueza material y simbólica de la praxis cotidiana se ve reducida a un intento vanidoso de proyección y reformulación mecanicista. Una animación tan meticulosa y ambiciosa, alejada de toda pesquisa satírica o caricaturesca, sólo dispara interrogantes en relación a la necesidad misma de captar lo real.

Allí es cuando estos maniquíes sin alma provocan frustración, en especial si consideramos el sueño eterno e inalcanzable de muchos directores: prescindir de los actores y/o incorporarlos a los fríos engranajes de la industria y sus leyes inquebrantables de costos y beneficios. Se puede argumentar que no hay nada nuevo bajo el puente, sobre todo en el arte y la cultura general (todos dependemos de las tecno-ciencias y somos en mayor o menor medida productos en serie).

El inconveniente pasa por la incompatibilidad entre la pretensión (el imitar como un narcisismo autosuficiente) y las posibilidades contemporáneas de alcanzar esa utopía (los limites que nos impone la técnica actual). Por consiguiente, la negación sistemática de esta verdad por parte de Zemeckis y compañía termina siendo una jugada tan quimérica como tonta, tan vacía como alienante. Beowulf, la leyenda, al igual que El Expreso Polar, busca reproducir lo real con una tecnología digital abierta de par en par a la creación, pero inútil para la recreación o el registro automático de lo acontecido.

En vez de utilizar animación barroca y mimetista, se tendría que haber construido con actores de carne y hueso… pero sin computadoras, sensores ópticos y fondos verdes. O a través de la combinación de ambos enfoques cinematográficos, de forma que nunca más tengamos que soportar batifondos inexpresivos y estériles de este tipo. Quizás el seudo realismo no sea más que un reflejo de la ideología del cineasta.

El norteamericano, como su padrino artístico Steven Spielberg, toda la vida fue un tecnócrata acomplejado y con una enorme carga de culpabilidad sobre sus espaldas. Precisamente por eso, el tipo siempre le buscó el costado humano a sus relatos, casi como un intento por emparejar la balanza entre el nuevo juguete visual y el elemento sensible de color (relaciones familiares, amistosas, conyugales, etc.). Si al principio de sus carreras fueron nenes hi-fi felices de su infantilismo púber, en la adultez colgaron los guantes y quisieron mostrarse serios y graves (curiosa sincronía para la llegada de la “edad de la reflexión”: mediados de los ’90 para ambos).

Al tiempo que desaparecía el talento para el cine de género, se nos colaba una pretenciosidad asfixiante y aburrida que para colmo estaba muy pero muy mal administrada. Si para uno el punto de inflexión fue La lista de Schindler (1993), para el otro el borrón y cuenta nueva lo constituyó aquel film de 1994 protagonizado por el mamerto Tom Hanks. Desde ya que en esto tuvo mucho que ver el reconocimiento de la industria y el público, Oscars y taquilla mediante.

Como jóvenes viejos que resuelven tirar su colección de naves espaciales y reemplazarla con una “madurez” extraída de una propaganda de yogurt, estos señores mayores no son ni una cosa ni la otra, cansando en este punto a todos por igual (tanto a los fans de la primera época como a los posteriores, esos dos o tres que levantaron con promesas rápidamente incumplidas).

Beowulf, la leyenda es otro producto elemental y chato sobre héroes más de “historieta” que de “Historia”, muy en la línea del mamarracho fascistoide 300 (2006). Aquí tenemos a unos cuantos tubérculos machistas y desaforados que se la pasan gritando, poniéndose en pedo y tocando culos de alguna que otra atorranta (las mujeres son todas cornudas o vampiresas trepadoras y repugnantes).

Pero bueno… Zemeckis es mucho más inteligente que el papa frita Zack Znyder y su discurso fantoche acerca del “honor” y la “gloria”. El elenco hace lo que puede dentro del ?concepto formal? que guía sus interpretaciones (o mejor dicho, que las limita). El guión es muy predecible, los diálogos son bastante sencillos y la retórica belicista es en extremo banal; pero se puede afirmar que la propuesta entretiene a pesar de sus numerosas falencias (de entre las cuales y como ya se dijo, el diseño de personajes y la animación siguen siendo las primordiales).

Las secuencias de batallas aportan algo de inspiración y están sostenidas en un singular manejo del suspenso, dosificado para que los componentes gore estén equiparados con la fantasía rimbombante (dragón incluido). En la más clásica tradición pacata de Hollywood, vemos en pantalla litros y litros de sangre pero nunca un desnudo completo. Por momentos uno tiene la sensación de que el director le dijo “sí” al estudio con el único fin de intercalar todo su arsenal de tomas objetivas irreales desde las alturas y a través de una infinidad de obstáculos (casas, árboles, rocas, niebla, etc.). Vaya uno a saber porqué gente como Zemeckis o Spielberg persiste todavía en el sinsentido hipócrita de querer ser humanistas y tecnócratas al mismo tiempo.

Estaría bueno que se decidieran por uno u otro camino. Miren sino al fóbico todo terreno de James Cameron, un insensible total que construyó un puñado de films memorables que se yerguen entre lo mejor de la ciencia ficción más violenta. No hay caso, sólo nos queda esperar el regreso del maestro. Cómo se lo extraña…

Beowulf, la leyenda: Los maniquíes contraatacan o como el humanismo tecnocrático no baja la guardia 1Título: Beowulf, la leyenda
Título original: Beowulf
Dirección: Robert Zemeckis
Intérpretes: Jim Carrey, Gary Oldman, Colin Firth, Cary Elwes, Robin Wright Penn, Daryl Sabara, Bob Hoskins
Género: Animación, Basado en novela, Drama, Familia, Fantasía
Clasificación: No disponible
Duración: 115 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2007
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de estreno: 22/11/2007

Puntaje 4 (cuatro)

El staff opinó:
-Al fin las posibilidades que hoy brinda la tecnología se ponen al servicio de la creatividad en vez de intentar aproximarse a la realidad, tal como Zemeckis y su séquito hicieron con El expreso polar. En ese sentido, Beowulf, la leyenda da un paso importante y es una buena señal, pero también un signo de alerta porque deja bien claro que se necesita un buen guión para recrear un mito…- Pablo E. Arahuete (6 puntos)

-Cuesta aceptar esta fantasía heroica animada por su rigidez en el trazo de los personajes. Si logramos superar ese obstáculo el film del gran Robert Zemeckis impacta por su libertad para narrar una leyenda brutal ajena a cualquier tendencia actual. Una rareza por donde se la mire…- Diego Martínez Pisacco (7 puntos)

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