Por Pablo Arahuete
Es la música y nada más que eso la protagonista de Mi nombre es August Rush, una fábula donde la directora Kirsten Sheridan (hija de Jim, aquel de Mi pie izquierdo y la más reciente Tierra de sueños) se tomó todas las licencias posibles para unir dos historias con una misma melodía. Si el fuerte del film hubiese sido la verosimilitud del relato no hubiera resistido los cuestionamientos a sus arbitrariedades, pero aquí irrumpe la fantasía como instrumento conciliador entre dos mundos: uno cruel al mejor estilo de Charles Dickens y su reconocible Oliver Twist, mientras que el otro se ordena, con armonía y tonos diferentes, en la cabeza del protagonista. Evan Taylor (Freddie Highmore, excelente elección) es un huérfano de once años que debe soportar la maldad de sus pares en el orfanato.
La sordidez y la soledad son moneda corriente para él. Por eso se refugia en su mundo interior, ligado a la música de la naturaleza. Si bien desconoce su origen -fue concebido en un encuentro fugaz entre una joven chelista y un rockero irlandés- intuye que sus padres alguna vez lo encontrarán al escuchar su melodía. Esa melodía crece en el cerebro y corazón de Evan con tanta fuerza como la necesidad de huir del orfanato para iniciar la búsqueda. Guiado por su sexto sentido que convierte en musical todo lo que lo rodea, incluido el tránsito en una gran ciudad, el muchacho se sumerge en la aventura de la marginalidad bajo la tutela de Wallace, un explotador de niños (Robin Williams en un registro diferente) sin hogar que vive de las limosnas callejeras.
Aunque menos siniestro que el jorobado Fagin -villano de la citada novela de Dickens- de inmediato quedan al descubierto las intenciones escrupulosas del señor Wallace. Basta con observar cómo Evan extrae melodías de una guitarra con un rítmico golpeteo para convencerse de que el niño prodigio es una mina de oro. Por lo tanto decide ocultarlo cuando un asistente social (Terrence Howard) merodea por la zona con una foto del niño fugado. Sin embargo Evan, ahora rebautizado por Wallace como August Rush, no abandona su objetivo. Tampoco sus padres, separados hace once años por el vaivén de la vida y unidos otra vez por la música del azar. Estructurada en fragmentos similares a los intervalos musicales, Kirsten Sheridan construye esta partitura de imagen y sonido apelando a la sensibilidad y no a la sensiblería. No obstante a veces se impone el artificio de manera exagerada, pero nunca desesperante. Quien merece todos los créditos es Mark Mancina y su inspiradísima banda sonora, rica en armonías y leitmotivs sencillos pero de honda emoción.
Resulta imposible no dejarse cautivar por esos acordes y las atmósferas musicales vinculadas estrechamente con los lugares: disonancias en el orfanato, un gospel rabioso en la iglesia o ese final a toda orquesta en el parque.
En este film que mezcla fantasía y melodrama en iguales proporciones, la historia debe tomarse como un pretexto y simplemente gozar de los sonidos que envuelven la monotonía de un mundo bullicioso.
Título: Mi nombre es August Rush.
Título Original: August Rush.
Dirección: Kirsten Sheridan.
Intérpretes: Freddie Highmore, Keri Russell, Jonathan Rhys Meyers, Robin Williams, Leon G. Thomas III, Terrence Howard y Mykelti Williamson.
Género: Drama, Música.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 114 minutos.
Origen: EE.UU./ Corea del Sur.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 10/01/2008.
Puntaje: 7 (siete)