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sábado, 23 noviembre 2024
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Mi mascota es un monstruo: La amistad por sobre la leyenda

La nunca bien ponderada formulita que une los destinos de un niño y su “mejor amigo” –real o imaginario- ha sido empleada por enésima vez en Mi mascota es un monstruo. Hasta el más despistado de los cinéfilos detectará al vuelo cuáles fueron los filmes que sirvieron de inspiración al guionista Robert Nelson Jacobs e inclusive al autor de la novela en la cual se basa esta co-producción británica-estadounidense.

La película, dirigida con convicción por Jay Russell, está estructurada en dos partes. Todo comienza con un prólogo en un típico pub escocés. Allí, una parejita de turistas observa y se mofa de la famosa foto donde se avista una parcialidad de la criatura marina que puso al lago Ness en un punto del mapa. Un lugareño bastante veterano los escucha burlarse de la escasa credibilidad que suscita la granulosa imagen y se ofrece a contarles la supuesta “verdad” acerca del mito. Acompañado por el relato en off de este personaje, la historia propone a manera de extenso flashback una curiosa versión de los hechos acontecidos en esa zona mientras transcurría la 2ª Guerra Mundial. Nos presentan al pecoso niño de diez años Angus (Alex Etel) que vive con su madre (la notable Emily Watson, presente en un estreno por segunda semana consecutiva) y hermana (Priyanka Xi) en una hermosa casa cercana al lago anhelando el regreso de su papá de la contienda bélica. Los militares se han apostado en el área como medida preventiva por si los submarinos de Hitler se disponen a atacar. En esta primera parte, Angus descubre un huevo rocoso en la costa y lo lleva a su casa. Del mismo surge un ser de apariencia prehistórica –una especie de combinación entre un brontosaurio y un braquiosaurio, aunque eso no alcanza a describirlo con exactitud- al que Angus adopta bautizándolo como Crusoe en honor al solitario náufrago creado por Daniel Defoe. El secreto es celosamente guardado por el chico hasta que el incesante crecimiento del bicho –más sus peligrosas excursiones fuera del taller en el que vive- lo obligan a buscar ayuda con su hermana y luego con el señor Mowbray (Ben Chaplin, el fotógrafo confundido de La verdad acerca de perros y gatos), un empleado de mantenimiento que colabora con la familia. Como los destrozos que causa Crusoe son directamente proporcionales a su tamaño, la permanencia en la casa se convierte en una utopía. Por ese motivo es liberado en el lago, donde pueda estar a sus anchas sin molestar a nadie. Claro, aquí empieza la segunda parte del filme y más temprano que tarde su presencia empieza a manifestarse entre los pescadores y demás moradores cercanos. Los mismos militares se cruzan en su camino, y de la peor manera (a cañonazo limpio) la trama se encamina a su emocionante aunque algo trillado final.

Más que el origen de la leyenda lo interesante de esta propuesta infantil pasa por la relación de amistad entre Angus y Crusoe. Tal como en E.T.- El extraterrestre –espejo evidente en el desarrollo de las acciones-, la ausencia de la figura paterna trae aparejada una angustia insoportable que el vínculo con el monstruito ayuda a mitigar de alguna manera. Empero, el grado de dramatismo planteado no es igual en las dos obras. El padre de Elliot en E.T. se había divorciado de su mujer y residía lejos de sus hijos; el de Angus, en cambio, se encuentra desaparecido –posiblemente muerto- en uno de los tantos enfrentamientos entre los aliados y las huestes de Hitler. El meticuloso contexto histórico tiene su correlato en un impecable diseño de producción que disimula algunos baches narrativos. Las situaciones de humor o de suspenso propiciadas en ese extenso segmento nunca rayan a gran altura pero enriquecen como pequeñas viñetas la línea argumental principal (en E.T. sucedía algo similar). No obstante, lo que distingue a Mi mascota es un monstruo del pelotón de subproductos que se han colgado de la visera de Spielberg es la segunda parte de la historia, que transcurre en buena medida en el lago. Con algunas reminiscencias de Liberen a Willy, especialmente por el clímax, lo que sigue a continuación saca ventaja del prodigioso aporte del director de fotografía Oliver Stapleton para concebir imágenes raramente poéticas de un tono casi épico. Por supuesto que los efectos visuales también son partícipes en este logro. El caballo de agua –nombrado así por Mowbray que lo asocia con una leyenda celta muy popular por aquellos tiempos- luce tan real como los personajes humanos y ese es el mayor elogio que se le puede dedicar a los especialistas que le insuflaron vida. Técnicamente la película es irreprochable.

Como siempre, un déficit ajeno al desempeño del director o de los actores es el del maldito doblaje al castellano. Cuesta mucho acostumbrarse a esas voces falsas hasta la exasperación, pero no queda más remedio. Hagan de cuenta que se trata de un peaje obligatorio para acceder a un lugar misterioso y a la vez familiar. Y que, créanme, aunque más no sea de cuando en cuando conviene seguir visitando para no olvidarlo del todo. Palabra de adulto.

Título: Mi mascota es un monstruo.
Título original: The Water Horse.
Dirección: Jay Russell.
Intérpretes: Bruce Allpress, Eddie Campbell, Ben Chaplin, Peter Corrigan, Brian Cox, Emily Watson, Carl Dixon, Alex Etel, Craig Hall, David Morrissey.
Género: Aventura, Fantasía, Familiar.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 112 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Nueva Zelanda.
Fecha de realización: 2007.
Distribuidora: UIP – Sony.
Fecha de estreno: 07/02/2008.

Puntaje: 7 (siete)

El staff opinó:

Trivial y no menos previsible, pero bien hecha, o al menos con evidente esmero.- Juan Blanco (7 puntos)

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