Por Emiliano Fernández
George A. Romero esquiva el cansancio temático, se burla de las insignificantes remakes de los últimos años, defiende con solvencia sus argumentos económico/políticos y redondea otra gran epopeya sobre el mundo espantoso en el que nos toca vivir…
George A. Romero es uno de los cineastas más inteligentes del cine independiente norteamericano. Ha sabido sacar provecho de una limitación que la mayoría de sus colegas consideraría catastrófica. No sólo aceptó con prudencia a lo largo de cinco décadas el encasillamiento en el subgénero “zombies”, además consiguió la proeza de exprimirle el jugo contextual/discursivo hasta el extremo. Los distintos films que componen su -por ahora- pentalogía sobre los no-muertos constituyen una amalgama sin igual de entretenimiento perfectamente cronometrado y sátira social de tono apocalíptico.
Cada uno de ellos incorporó dentro de sus condiciones de producción al convulsionado entorno inmediato, alcanzando a fin de cuentas el estatuto de macro-retrato de época. Así las cosas, la primigenia La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) atacó la presencia inquietante de la guerra en el sudeste asiático; la obra maestra El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978) lanzó sus dardos contra el consumismo y la parafernalia capitalista más grosera; la subvalorada El día de los muertos (Day of the Dead, 1985) ridiculizó el militarismo fascista característico de los ’80s; y la reciente Tierra de los muertos (Land of the Dead, 2005) propuso una situación de revolución y hasta aventuró una posible solución al imperialismo belicista contemporáneo.
El diario de los muertos (Diary of the Dead, 2007) no se queda atrás y desparrama sus críticas contra los medios masivos de comunicación. La misma percepción pública es puesta a prueba a través de una exhaustiva reflexión alrededor del acto de registrar y el placer inflexible del voyeur.
Sin embargo debemos aclarar que la presente película puede o no ser tomada como un eslabón más de la saga original. Quizás convendría pensarla como una suerte de nota al pie dentro de la serie construida por el neoyorquino. Esto se debe a las diferencias existentes en lo que hace a los componentes formales: si en las cuatro anteriores teníamos un desarrollo narrativo “clásico” y una clara preocupación por ocultar el dispositivo de la enunciación, hoy estos rasgos transmutaron hacia los parámetros del mockumentary, los recursos equidistantes de los falsos documentales (desde cámaras en mano y locutores en off hasta saltos bruscos y collages posmodernos).
La propuesta pretende retomar el clima opresivo y terrible de la primera parte, La noche de los muertos vivientes, pero incorporando elementos de las road movies y modificando el eje del relato. Donde antes simplemente había un encierro acotado en términos espacio- temporales, ahora la clausura forzada se magnifica a todo un país que los protagonistas deciden recorrer en busca de un sueño de estabilidad pre-debacle. La historia sigue de cerca los intentos por mantenerse con vida de un grupo de estudiantes universitarios. Justo en el preciso instante en el que se encuentran filmando una película de horror de bajo presupuesto para la facultad, son testigos en forma progresiva de una escalada de actos de vandalismo, muertes que no lo son, violencia sistemática y desinformación a cargo de los centros del poder cultural (llámese televisión, radio, prensa escrita o agencias de noticias). La evisceración volvió para quedarse: el primitivismo psicomotriz y la ferocidad de antaño regresan con fuerzas renovadas.
El novel director de ficción considera fundamental dejar testimonio de todo lo ocurrido a través de su cámara de video digital. El diario de los muertos se nos presenta desde el inicio como un documental de observación/expositivo editado por la novia del susodicho con el fin de difundir lo que realmente sucede, aquello que permanece oculto bajo el manto de engaños gubernamentales, mentiras patéticas y paranoia general. Ella nos comenta que La muerte de la muerte (The Death of Death), tal el título del resultado final, es un instrumento de difusión, un muestrario de las atrocidades que se avecinan si no se cuenta con el conocimiento necesario para detenerlas.
Durante el accidentado viaje hacia su hogar, los jóvenes verán morir y volver a morir a un sinfín de personas, aprenderán cómo luchar contra estos muchachos en eterno proceso de putrefacción y terminarán aceptando la necesidad de traspasar los datos adquiridos al resto de los mortales. Romero continúa sin darnos una explicación definitiva en relación a las causas del Apocalipsis y elige nuevamente el bando de los zombies cuando de sensibilidad y/o humanidad se trata. De hecho, la última toma del film es un ejemplo genial en este sentido y bien podría constituirse en un excelente broche de oro para su frondosa colección iconoclasta (pero el hombre es irrefrenable: parece que ya tiene en carpeta una futura secuela).
Entre las masacres instintivas perpetradas por los no-muertos y las carnicerías maquiavélicas de los seres humanos, queda claro que no merecemos sobrevivir después de todo… La película nos retrotrae al comienzo de los acontecimientos y reinterpreta una vez más las no tan contrastantes posiciones simbólicas en conflicto. Como se escucha en una escena, “ellos somos nosotros” y la animalización de los primeros no hace más que poner en relieve la moral hipócrita y el pragmatismo infernal de los segundos.
Pero en esta oportunidad la bocacalle genera una inundación en otro barrio. Romero se juega sin medias tintas por los medios punto-punto y condena con razón a las industrias culturales y su clásica estructura punto-masa. El diario de los muertos es una defensa, aunque con reservas, del caótico entramado de Internet y otros foros comunales similares. Mientras que la comunicación controlada por la media mainstream se cae a pedazos y no puede dejar de responder a los intereses comerciales/publicitarios/administrativos de las cúpulas de turno, la anarquía y el fácil acceso de las redes masivas de intercambio no regulado representan una alternativa válida y mucho más útil en casos de emergencia extendida (aún con deficiencias que van desde la superposición de voces y la ausencia de límites hasta la peligrosa imposición de ruido).
El film también se interroga sobre las implicancias éticas que dispara la construcción de este festival gore. Concretamente trabaja el concepto de “inmunización”: cuando la sangre comienza a correr dentro de un contexto específico de guerra, los involucrados hasta llegan a disfrutar de la impunidad circunstancial, ese matar y no ser juzgados. Más allá del egoísmo y la ausencia total de solidaridad, podemos identificar el sadismo y la crueldad invertidos en el registro paulatino de las asesinatos, una situación que siempre ronda la inoperancia y la cobardía (mucha grabación en HD y poca defensa contra los atacantes, sean de la facción que sean). Romero reconoce los problemas que trae aparejada tanta exhibición de la muerte. Por más que la perspectiva ideológica no implique una celebración infantil de lo acontecido, la bienvenida autocrítica habilita repensar en qué medida la fórmula pesimista se puede volver en contra de su creador.
La recurrente utilización de voces en off apuntala estas reflexiones de neto corte cinematográfico (a la locutora/ editora oficial se suma la colaboración de amigotes y fans como Stephen King, Wes Craven, Quentin Tarantino, Guillermo del Toro y Simon Pegg); todo complementado con detalles hilarantes e imaginativos como la aparición del Amish sordo arrojando dinamita a los resucitados o los montajes en los que se presentan las “versiones” ofrecidas por los militares (cameo del realizador incluido). El viejo George esquiva el cansancio temático, se burla de las insignificantes remakes de los últimos años, defiende con solvencia sus argumentos económico/políticos y redondea otra gran epopeya sobre el mundo espantoso en el que nos toca vivir… y morir, aunque sólo cuando se puede.
Título: El diario de los muertos
Título original: Diary of the Dead
Dirección: George A. Romero
Intérpretes: Michelle Morgan, Josh Close, Shawn Roberts, Amy Lalonde, Joe Dinicol, Scott Wentworth, Philip Riccio
Género: Horror, Sci-fi
Calificación: Apta para mayores de 16
Duración: 95 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2007
Distribuidora: Pachamama
Fecha de estreno: 20/03/2008
Puntaje 9 (nueve)