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jueves, 21 noviembre 2024
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Rancho aparte: El gran hermano

Por Pablo E. Arahuete

Podría resultar útil pensar la dinámica y estructura de cualquier familia -más allá de los estratos sociales- como una puesta en escena del Gran Hermano. En ese sentido veremos roles diferenciados, elegidos, nominados, expulsados, rencores entre los miembros, traiciones y alianzas. La idea de singularidad y hasta de identidad se soporta a medias, se diluye en función del bien de todos y en la mayoría de los casos en pos de mantener esa estructura inamovible, aunque muchas veces enferma y parasitaria.

En ese sentido en cualquier familia se presentan tantos conflictos entre los miembros como variables para retroalimentarse. Siempre habrá una oveja negra que se aleje del rebaño; siempre habrá alguien dispuesto a renunciar al privilegio de pertenecer con la esperanza de formar algo diferente en el futuro. Pero quien se aleja de ese esquema paga las decisiones que toma a precio oro. Esta introducción es pertinente a partir de la historia reflejada en la ópera prima del director publicitario Edi Flehner, basada en la obra teatral de Julio Chávez: Rancho aparte. El realizador apela a veces al grotesco, otras a la comedia de contrapunto manejando con rigor el ritmo y las intervenciones de su trío actoral. Uno que se desempeña con una frescura, energía y libertad en sintonía con un tono preciso para que cada palabra, cada diálogo, cada retrueque quede plasmado en la pantalla. No sólo por la riqueza de sus gestos y composición dramática, sino por la increíble complementación que logran en poco más de noventa minutos de metraje.

Más allá de la anécdota que nuclea a los personajes, la ópera prima de Flehner pone en juego a partir de las dicotomías y los contrastes insalvables dos argentinas; dos maneras de pensar y la amarga sensación de que nunca habrá convivencia entre estas dos ideas si ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Lo que sucede en la trama de Rancho aparte no es más que el contraste y la coexistencia al mismo tiempo de dos idiosincrasias que, lejos de estar idealizadas, en este caso exhiben crudamente sus puntos oscuros, sus fisuras, su estrechez mental y en definitiva su peligrosidad.

Podría pensarse en el choque de una idea dual que no permite modificaciones ¿pueden cambiarse la idea de pobreza sin un cambio de paradigma cultural?: el pobre nace pobre y muere pobre; el rico explota al pobre y vive del pobre, tal como lo sintetiza la proclama que Tulio (Leandro Castello) y Susana (Mercedes Scápola, revelación absoluta) vomitan frente a Clara (Luz Palazón) en la habitación del semipiso del Barrio Norte. Tulio y Susana viven en un rancho prestado en Nogolí, bastante alejados de la ciudad y por así decirlo del progreso, confort y locura urbana. Tulio ha establecido con su sobrina Susana, hija de su hermana fallecida -que no tuvo otra chance que quedarse a vivir con él-, una relación de mutua dependencia. Lo mutuo obedece a que al estar limitado en una silla de ruedas necesita de la joven para subsistir, tanto en las necesidades básicas como en la innegable compañía pese a ser tosco y parco. Pero Susana sin Tulio no es nadie, no tiene voz, no tiene vida propia sino por la rutinaria tarea de asistirlo y consentirlo en sus demandas. Hasta repite lo que él dice cuando los otros no lo escuchan o no lo quieren escuchar. Esa condición de vivir de prestado en un rancho precario los hace aún más vulnerables y desamparados cuando aparece Don Ochoa, a la sazón dueño del lugar, y les pide de forma poco amistosa que se vayan con sus bártulos a otra parte porque tiene en mente regalarle a su hija (recién casada de apuro) la propiedad. Acostumbrados a no tener nada propio, tío y sobrina parten al único destino posible: la casa de Clara, hermana de Tulio que un día abrió la tranquera y se alejó de la familia para estudiar y progresar en Buenos Aires. Ahora ella vive en un semipiso de Barrio Norte, quedó viuda y sola en un lugar demasiado grande para ella. Clara no concilia el sueño, vive con lujos y confort y orgullosa de haberse alejado de la chatura del campo. Y de sopetón, sin aviso, caen el Tulio y la Susana con lo puesto y con la vergüenza a cuestas.

El extrañamiento y la incomodidad entre los tres se respira y percibe desde el primer minuto en el que tocan el timbre. También la sensación de invasión desde el punto de vista de Clara, pero al mismo tiempo desde el punto de vista de los recién llegados porque el camino está regado de obstáculos. Obstáculos que se multiplican en un espacio único atestado de objetos que hacen del tránsito de la silla de ruedas un imposible. Tulio no sólo choca con las cosas, sino con el modo de vida de su hermana tan ajeno al suyo y al de su sobrina. Al punto que mantienen las mismas costumbres que en el rancho: velas cuando hay luz eléctrica, duermen sentados cuando tienen preparadas dos camas y hablan bajito para no molestar. De esas diferencias culturales que la puesta en escena se encarga de remarcar constantemente, tanto en los detalles como en la distribución del espacio, se va nutriendo una trama donde los conflictos de familia ocupan el centro.

Con un guion notable que privilegia la riqueza expresiva y los diferentes estilos de habla de los personajes, Rancho aparte es un mini retrato socio-histórico del país que nos toca vivir y padecer, donde los estereotipos se deconstruyen para volverse criaturas con una genuina humanidad, contradicción y miserabilidad. Igual que en Gran Hermano, entonces, el público será mero espectador al observar en la pantalla la tragicomedia de la convivencia.

Edi Flehner debuta a lo grande, despejando las dudas sobre su origen publicitario porque consigue sostener un relato enfáticamente teatral, pero que gracias a una serie de flashbacks y juegos en la puesta en escena cobra sentido cinematográfico. Rancho aparte se enrola en el marco de un cine argentino que no tiene miedo de renunciar a los estereotipos y propone reflexionar con humor, acidez e inteligencia.

Título: Rancho aparte.
Título original: Idem.
Dirección: Edi Flehner.
Intérpretes: Leandro Castello, Luz Palazón, Mercedes Scapola, Sebastián Mogordoy, Carlos Morcillo, Laura Dozo, Cristina Villamor y Jorge Ochoa.
Género: Basado en obra teatral, Comedia, Drama.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 87 minutos.
Origen: Argentina.
Fecha de realización: 2007.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de estreno: 27/03/2008.

Puntaje: 9 (nueve)

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