Por Pablo E. Arahuete
La sencillez y la naturalidad son dos de los pilares que sustentan El Jardinero, del veterano realizador Jean Becker (La fortuna de vivir entre otras…) e inspirado en la novela de Henri Cueco. Abocado a un registro realista y amparándose en las grandes actuaciones de sus dos protagonistas, Daniel Auteuil y Jean-Pierre Darroussin, este film recupera la esencia de los buenos guiones literarios. Por momentos recuerda al cine de Eric Rohmer, otro tradicional amante de los buenos diálogos, y en otros pasajes al teatro. Si bien no puede adjudicársele a la obra de Becker absoluta proximidad con lo teatral, dado que abundan una serie de primeros planos y una gramática cinematográfica clásica y eficaz, es cierto que la película gana intensidad cuando la trama busca captar el naturalismo fuera de los ambientes cerrados en los que se desarrolla.
El eje narrativo es el vínculo entre dos amigos de la infancia, a quienes la vida separó en la juventud (tomando cada uno rumbos diferentes) y ahora reencuentra tras haber recorrido ambos un largo camino, donde la necesidad de volver a amar las pequeñas cosas se hace manifiesta en cada reflexión. Así, con diálogos simples y un in crescendo dramático sostenido por las grandes interpretaciones de Auteuil y Darroussin, el vínculo se vuelve cada vez más sólido y entrañable.
Instalado en la casa de su infancia y con el objetivo de recuperar una huerta, un pintor (Auteuil) contrata los servicios de un jardinero (Darroussin). Bastarán pocos segundos para que ambos se reconozcan pese al paso del tiempo y se dejen contagiar por la alegría efímera del reencuentro. Los recuerdos surgen de inmediato tanto como la expectativa de conocerse; de saber en qué derivó la vida de cada uno al abandonar la infancia. Al pintor le fue bien como profesional pero no puede decir lo mismo en relación a los afectos: culminando una relación con su ex esposa, a quien le niega el divorcio para no sentirse un fracasado, y en roces constantes con una hija -joven y bella- que pretende salir con un hombre 30 años mayor que ella, aunque sus amantes ocasionales tienen la misma edad que su hija.
Delpincel, así lo apoda su amigo jardinero, también está atravesando una crisis como artista porque sus cuadros no reflejan la vitalidad que él pretende recuperar. Son apenas manchas en un lienzo, o como él dice… “producto de la imaginación más que de la observación”. Para Deljardín, alguien felizmente casado y que debió resignar su contacto con la naturaleza para vivir del oficio de ferroviario, a los cuadros de su amigo le falta la escala humana. Por ese motivo, gracias al aporte de su amigo en la huerta y a la nueva perspectiva adquirida, el pintor irá abandonando paulatinamente su inconformismo de burgués malhumorado para observar de una manera diferente aquellas cosas que lo rodean; entre ellas, la vivificante relación con su amigo de la infancia, sus sabios consejos y por sobre todas las cosas su mirada despojada de todo juicio o reproche.
Alejado completamente del simplismo de aquellas películas que pretenden dar recetas de cómo vivir mejor, al realizador francés Jean Becker le alcanza con una economía de recursos y el apoyo incondicional de dos monstruos de la actuación, sin acudir a ningún golpe bajo o de efecto para hablarnos de las pequeñas cosas que hacen grandes a los personajes más sencillos y comunes, cercanos a cada uno de los espectadores.
Título: El jardinero.
Título Original: Dialogue avec mon jardinier.
Dirección: Jean Becker.
Intérpretes: Daniel Auteuil, Jean-Pierre Darroussin, Fanny Cottençon, Alexia Barlier, Hiam Abbass y Élodie Navarre.
Género: Comedia, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 109 minutos.
Origen: Francia.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 24/04/2008.
Puntaje: 8 (ocho)