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domingo, 24 noviembre 2024
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Leonera: Pasajera en trance

Por Pablo Arahuete

Cuando Julia Zárate (notable composición de Martina Gusman) dice “no sé…” y mira a los ojos es creíble. Su relato atropellado, intenso y confuso resulta convincente. Sin embargo, para la justicia ella es una homicida y con pruebas circunstanciales la condenan, aún sin sentencia, a seguir sus días en la cárcel de mujeres. Así de confundida, en trance y shock con el entorno, llega Julia con su pelo rubio y su mirada huidiza en lo que -de acuerdo a lo que le anticipa la guardiacárcel- no es la cárcel misma sino un lugar de privilegio para las mujeres que serán madres. Ella se entera de su embarazo en ese inhóspito lugar; en la fría revisación médica que debe soportar para ingresar a “la leonera”, y a partir de ahí ir experimentando un proceso de transformación, que se bifurca en dos direcciones: la de aprender a ser madre y la de sobrevivir privada de la libertad y donde dejará de ser Julia para convertirse simplemente en Zárate, una más del montón.

Todo le sucede de golpe o por lo menos así parece en el correlato de los hechos que la tienen como absoluta protagonista. No sólo a ella sino también a sus ojos que guardan estrecha relación con la cámara y marcan uno de los puntos de vista de esta obra maestra de Pablo Trapero, hace unas semanas ovacionada en el prestigioso Festival de Cine de Cannes. El otro punto de vista es el del espectador, quien sigue a Julia en su proceso de transformación puntuado magistralmente en sucesivas elipsis que marcan el paso del tiempo sin cortes abruptos y dejan que la historia fluya y tome diferentes cauces.

Leonera es sin dudas la mejor película del director de El Bonaerense y paradójicamente encuentra un paralelismo con aquel film, donde el entorno policíaco se traslucía a partir de la mirada de alguien ajeno. Igual que en aquella película, la circunstancialidad que determinaba el rumbo del Zappa en este caso encierra el rumbo de Julia. Al inicio del film ella parece abstraída de todo aquello que la rodea; sale a trabajar y al regresar descubre los cuerpos de su amante y un amigo cubiertos de sangre. No puede ni tocarlos y estalla en un llanto cuando la policía ya toca a su puerta y paso siguiente la suben esposada a un patrullero. Pero Leonera no es un típico drama carcelario, sino que a partir de ese contexto abre diferentes líneas narrativas, como la maternidad despojada de idealizaciones y al mismo tiempo como el único sostén emocional para encontrarle un sentido a la permanencia en un infierno tan atroz como el de vivir entre rejas.

Por eso, Trapero se encarga de crear una atmósfera totalmente realista sin una preocupación estética de antemano, como tampoco de un embellecimiento de las imágenes para encontrarle un tinte poético a lo que de por sí no lo tiene. Así como la protagonista se adapta a su nueva realidad, pareciera que el director de Mundo grúa encarara la misma búsqueda respecto a su película quedándose con lo que hay; con lo que se ve; con lo que se percibe entre las sombras y sobre todo con lo que se escucha. Sobre este punto el gran trabajo en los rubros técnicos, incluido el sonido, merecen todo el crédito porque forma la plataforma justa para que la historia se sostenga y gane en detalles tanto como el ajustadísimo guión que Trapero escribió junto a Alejandro Fadel, Martín Mauregui y Santiago Mitre (responsables de El amor primera parte). La cámara (gran aporte fotográfico de Guillermo Nieto) busca constantemente su lugar dentro de la cárcel, a veces en travellings descriptivos, otras en planos picados que abren el espacio cerrado y otras en largas panorámicas que cierran el espacio abierto. Qué mejor que hablar del encierro físico que mediante la apertura del espacio psicológico y emocional de la protagonista y el laberíntico mundo de las relaciones humanas. De eso, entre otras cosas, se nutre la soberbia composición interpretativa de Gusman, quien ruge cuando necesita defender su condición de madre pero llora desconsolada cuando adivina las intenciones de perjudicarla en un careo judicial.

La riqueza de matices que aporta Gusman a su personaje son tantas como la que Pablo Trapero imprime a su relato que bordea de una manera inteligente y sencilla los tópicos del género carcelario. De este modo, un motín surge como consecuencia de un desahogo, como parte de la frustración de no ser escuchado, como expresión final de una violencia contenida pero también como lazo solidario alejado de la mirada reduccionista (que por lo general el cine comercial intenta reproducir); una relación lésbica nace de la contención afectiva entre compañeras de celda desde algo natural y no forzada para satisfacer el morbo del público. Por esos motivos este quinto opus del autor de Familia rodante se proyecta como una de las mejores películas argentinas de la última década.

Título: Leonera.
Título Original: Idem.
Dirección: Pablo Trapero.
Intérpretes: Martina Gusman, Elli Medeiros, Rodrigo Santoro, Laura García, Tomás Plotinsky, Leonardo Sauma, Clara Sajnovetzky, Roberto Maciel, Walter Cignoli, Marta Vera y Ricardo Ragendorfer.
Género: Drama carcelario.
Clasificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 113 minutos.
Origen: Argentina/ Brasil/ Corea del Sur.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 29/05/2008.

Puntaje: 10 (diez)

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