Si no me falla la memoria, son muy pocos los héroes con superpoderes creados especialmente para el cine. Tengo presente a Darkman, el rostro de la venganza (Sam Raimi, 1990) como uno de ellos y ahora este Hancock encarnado por Will Smith con su habitual prestancia. La creación de Raimi abrevaba en fuentes diversas –era una cruza evidente entre El fantasma de la ópera y Batman- para construir un relato tan clásico como trágico. Visto hoy día, sus efectos visuales pueden llamar la atención por su nivel de precariedad técnica pero en el fondo es como esas viejas películas del mago Ray Harryhausen (Jason y los argonautas, El séptimo viaje de Sinbad): los defectos sólo enfatizan el encanto artesanal de su realización. Hancock es un producto aparentemente en las antípodas: costó 150 millones de dólares –una inversión que realmente se observa en la pantalla-, sus efectos son de última tecnología y es menos sencillo el establecer si el personaje se inspira en tal o cual cómic. No obstante, se mantiene incólume una constante habitual en este género tan específico: los demonios internos que no dejan en paz a estos (es)forzados paladines de la justicia. Las motivaciones no siempre son las que uno podría presuponer en gente con estas características. De hecho, Darkman sólo busca vengarse de aquellos que hicieron explotar su laboratorio (con él dentro) convirtiéndolo en un monstruo sin sentimientos. No le interesa ser un héroe pero de alguna forma lo es. Hancock sabe que su deber es ayudar a los angelinos en su lucha diaria contra el crimen pero cumple con su trabajo renuentemente, más preocupado por terminarlo rápido para regresar a sumergir sus penas –ya se sabrá cuáles son- en interminables botellas de alcohol. Son tipos falibles, tal como los de la factoría Marvel, y ese sigue siendo el secreto del éxito. ¿A quién le importa un superhéroe perfectito como Superman que ni siquiera se despeina al ejecutar una misión mortal? No nos engañemos… será un clásico de la historieta pero me quedo con los más dañados psicológicamente. Y Hancock entra perfectamente en esta categoría.
Del guion escrito por Vy Vincent Ngo y Vince Gilligan (entre sus antecedentes brillan los treinta episodios que escribió para Los expedientes X) hay mucha tela para cortar. Lo más interesante quizás sea la estructura que no se parece a nada que hayamos visto previamente. Tras una primera mitad claramente orientada a la sátira la trama se dispara hacia el melodrama debido a una revelación no del todo inesperada (se intuye algo viendo con atención el tráiler) pero con muchísimas implicancias que cambian el devenir de los eventos por completo. Y, sobre todo, la relación entre los personajes principales. Un aspecto negativo y por lo general imposible de evitar es el carácter introductorio de cada film basado en algún cómic exitoso. La necesidad de explicar con lujos de detalles el origen de sus poderes suele llevarse un buen porcentaje del metraje. Hancock evita este déficit con un recurso muy simple: no pretende abarcarlo todo. No por nada dura 92 minutos con créditos incluidos. En el último acto se explican algo confusamente tales cuestiones dando a entender la existencia de un pasado mitológico que influye decisivamente en el clímax. Es muy común que los autores y productores consulten a los fans de determinado personaje surgido de la historieta sobre la dirección a seguir con el mismo y así no traicionar el espíritu de la obra. Por su ausencia en este ámbito tan exigente Hancock se apoyó solamente en las decisiones creativas asumidas por el formidable tándem de producción compuesto por “nenes” como Akiva Goldsman (Constantine), Michael Mann, Jonathan Mostow (realizador de U-571 y Terminator 3) y el propio Will Smith. Más allá de un par de detalles argumentales lo han resuelto con igual o mayor brillo que otras superproducciones de similar temática. No es poco…
Para dirigir la película fue escogido el ocasionalmente también actor Peter Berg (era el protagonista de Shocker, 100.000 voltios de terror) quien se destacara por su precisión para la puesta en escena en títulos como Malos pensamientos, El tesoro del Amazonas y la más reciente El reino (inédita en cines pero editada en DVD). La mano para montar secuencias de acción plenas de nervio le han valido a Berg el reconocimiento público y en Hancock, con un presupuesto que ni en sus sueños más delirantes debe haber imaginado, vuelve a demostrarla una vez más. Desde la escena de presentación en la que, borracho como una cuba, nuestro héroe persigue por la autopista a una banda de delincuentes orientales, Berg da con el tono justo para insuflarle vida a una de las criaturas menos simpáticas que haya interpretado Will Smith en su carrera. No está nunca de más un cambio de imagen para reforzar el vínculo con un público al que raramente decepciona. Por eso, vale decir que el humor desbordante de la primera parte justifica largamente el ingreso a la sala de cine. Al carisma de Smith se le suma la belleza serena de Charlize Theron y el sorprendente nivel actoral de Jason Bateman, cuyas dotes para la comedia quedan aquí en evidencia (¡y que trío forman, señores!).
A quienes se queden con la sensación de que el giro dramático del final no le termina de sentar al estilo del film les recomiendo que piensen lo anecdótica que se volvería la historia de no suceder justamente eso. Un riesgo enorme que convierte a una comedia de aventuras atípica en un producto todavía más anómalo. ¿Y a esta divertida rareza la produjo Hollywood? Sí, aunque usted no lo crea…
Título: Hancock.
Título original: Idem.
Dirección: Peter Berg.
Intérpretes: Will Smith, Charlize Theron, Jason Bateman, Eddie Marsan, Jae Head, David Mattey, Maetrix Fitten, Thomas Lennon, Johnny Galecki, Hayley Marie Norman, Brad Leland y Trieu Tran.
Género: Acción, Comedia, Fantasía, Drama.
Calificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 92 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: UIP – Sony.
Fecha de estreno: 03/07/2008.
Puntaje: 8 (ocho)
El staff opinó:
–No por casualidad la película comienza con un blues en la banda sonora, porque si hay algo que destaca a esta nueva producción de Peter Berg es la idea de la soledad del héroe que, gracias a la gran composición de Will Smith, queda plasmada con creces entre otros giros narrativos inesperados. Esto, junto a un buen uso de los efectos especiales, buenas dosis de humor y una serie de aristas por descubrir, hará que Hancock termine sorprendiendo a más de uno-. Pablo E. Arahuete (8 puntos)
–La película de superhéroes más original e ingeniosa desde que M. Night Shyamalan diera a conocer a su “protegido” en el 2000. Rara artesanalmente y arriesgada desde lo comercial; pero no necesariamente grandiosa por ello, sino por la conciencia creativa que se manifiesta en cada rareza y cada riesgo. El relato consta inteligentemente de tres partes que se dan la mano entre sí: la primera es claramente humorística e introduce al anti-héroe borracho y torpe; la segunda es netamente de acción y convierte a Hancock en un justiciero sobrio y responsable; y la tercera, la más sorprendente (y la que corre todos los riesgos), es la melodramática que confiesa los secretos del superhombre, revelando la verdadera e interesantísima mitología del protagonista (vuelta de tuerca mediante) y dando cuerpo a la genial película que creíamos que, viniendo del Hollywood actual, no íbamos a lograr ver. La única macana es que para la complejidad narrativa y tonal a la que Hancock aspira en este tercer acto, el film del resuelto Peter Berg se termina muy rápido. Media horita más y hacíamos una fiesta con Hancock; todos en pedo, a las piñas… Aún así, una gran e insospechada proeza cinematográfica.– Juan Blanco (8 puntos)