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jueves, 21 noviembre 2024
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Por sus propios ojos: El observador observado

Por Pablo E. Arahuete

La distancia que separa a las personas que están presas de las que están libres es uno de los tópicos que el cine ha abordado desde la periferia. Por un lado desde adentro del horror de la cárcel, a veces a partir de un retrato crudo y sin artificios, y otras veces con una estética al ras de lo morboso que tiene por objeto el golpe de efecto sin una mínima pizca de profundidad en cuanto al drama humano. El otro extremo se concentra en el afuera, en los que están del otro lado del muro como un efecto de resonancia o uno sintomático más que como una realidad en sí misma. Podría decirse, entonces, que es muy difícil pararse en el umbral que divide al observador y a quien es observado, o por decirlo de otra manera lo que tiene que ver con el sujeto que observa y lo concerniente al objeto de observación. En ese espacio invisible las distancias se van acortando, casi diluyéndose cuando entra en escena el registro documental; los extremos empiezan a tocarse y entonces transita la pregunta sin respuesta: ¿dónde está el límite y cuál es el lugar del observador? Sin pretender dar una respuesta a este interrogante, la realizadora Liliana Paolinelli busca en su película Por sus propios ojos inaugurar una nueva pregunta. Y esa pregunta recién al final se termina de formular porque lo que transparenta el trabajo de la directora es ni más ni menos que atreverse a replantear el abordaje sobre un tema que en una primera instancia resulta para quien lo aborda un fenómeno tan ajeno, tan distante como problemático. Fenómeno que de por sí no puede –por más que se intente- escapar de la manipulación al estar filtrado por el ojo de una cámara; no puede huir del lugar de la mirada, a veces fisgona, otras prejuiciosa, cargada de subjetividad y contradicciones.

Por esos recovecos se desplaza esta interesante propuesta de Paolinelli, quien toma como punto de partida cómo viven el encierro de sus seres queridos aquellas madres, esposas, novias y hermanas, es decir, aquellas voces que no se escuchan porque son tapadas por los gritos de los que están adentro.

Planteada como una mezcla de ficción y documental, la trama adquiere su propio peso a medida que se van revelando sus aristas; que van apareciendo las capas narrativas de las cuales la autora se valió para construir pausadamente un relato que se desarrolla más por un orden intuitivo y cambiante que por una planificación de antemano. Bajo el pretexto de utilizar el recurso del cine dentro del cine, y en este caso en particular de los pormenores de una tesis documental que dos estudiantes de cine deben realizar para recibirse, el lugar del observador se encuentra jaqueado en un doble sentido: emocional y teórico.

En primer lugar la realizadora construye su alter ego en el personaje de Alicia, quien junto a su amiga Virginia, se va interiorizando paulatinamente de un mundo y más precisamente de una realidad que le resulta completamente extraña. Pero esa realidad está rodeada por un muro de silencio, dado que ninguna de sus entrevistadas se atreve a contar lo que pasa en la cárcel, e incluso a algunas les molesta la presencia de las chicas en los alrededores del penal, captando desde la distancia el clima de tensión y desesperación que se vive en las puertas de la prisión. Esas colas interminables, esa indiferencia de los guardias, esa desconfianza mutua que se genera entre una y otra mujer es apenas la punta del iceberg que las estudiantes comenzarán a palpar. Pero el iceberg se va a desmoronar cuando aparezca en escena Elsa, madre de un joven que aún espera juicio y que promete romper el manto de silencio. Esa es la primera capa que se funde con la segunda concentrada en la relación que se va entablando entre Alicia y Elsa, en un primer momento dispuesta a dar la cara aunque luego se arrepiente comprometiendo así el futuro de la tesis. Cada encuentro marcará un nuevo nivel en la relación pero lo que es más importante vinculará a Alicia con esa realidad ajena, con ese mundo desconocido que por un lado la seduce pero por otro despierta sus fantasmas, miedos y prejuicios.

Igual al recurso empleado por Albertina Carri en Los rubios la idea del alter ego le permite a Paolinelli encontrar la distancia adecuada para que su historia transite entre la tercera y la primera persona, pueda plantear sus dudas sobre el papel del observador en la órbita emocional y también en el terreno de lo cinematográfico. Aunque por momentos se transparentan demasiado las intenciones, la buena elección del elenco permite desarrollar a esta prometedora directora su propia tesis sobre el lugar de la mirada y paradójicamente sobre la cárcel y sus formas de abordaje.

Título: Por sus propios ojos.
Título original: Idem.
Dirección: Liliana Paolinelli.
Intérpretes: Maximiliano Gallo, Eva Bianco, Ana Carabajal, Magdalena Combes Tillard, Mara Dopaso y Luisa Núñez.
Género: Drama.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 82 minutos.
Origen: Argentina/ Francia.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: FiGa Films.
Fecha de estreno: 18/09/2008.

Puntaje: 7 (siete)

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