Por Emiliano Fernández
Como suele ocurrir en la carrera de los hermanos Joel y Ethan Coen, luego de un thriller dramático orientado hacia la gravedad de la tragedia, ahora llega el momento del relax con un bienvenido cambio de registro que descomprime la tensión acumulada. Quémese después de leerse (Burn After Reading, 2008) es tanto una comedia absurda a pequeña escala que retoma el humor sardónico de Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987) y El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998), como la evidente confirmación de que la película anterior de los realizadores, la multipremiada Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men, 2007), no fue un regreso aislado a lo mejor de su cine. Una vez más nos ofrecen un ejemplo sutil de talento narrativo puesto al servicio de un discurso original.
El analista de la CIA Osbourne Cox (John Malkovich) renuncia a su trabajo cuando lo degradan por “problemas con la bebida”. Decidido a recuperar el tiempo perdido, comienza a escribir sus memorias. Mientras tanto, su esposa Katie (Tilda Swinton) mantiene un romance con Harry Pfarrer (George Clooney), un paranoico agente del Tesoro. Toda esta inestabilidad la lleva a consultar con un abogado, quien le recomienda pensar en el divorcio e investigar las finanzas de su marido. Ella roba la información, incluidas las memorias, y eventualmente el CD con los datos termina en manos de un empleado del gimnasio Hardbodies, Chad Feldheimer (Brad Pitt). Junto a una simpática compañera, Linda Litzke (Frances McDormand), ambos deciden chantajear a Cox con hilarantes consecuencias…
Los Coen continúan hincando los dientes en todos los detalles patéticos que en conjunto dan forma a la cultura estadounidense. Si por un lado la constante ridiculización de los personajes envía hacia una perspectiva ideológica cínica y distanciada, por el otro la sistematización de los fallidos diarios y la impiadosa rutina apunta a un maravilloso amor por el cine más caótico y desestructurado, aquel que conoce las estructuras clásicas y no transforma a la cita en su único mensaje (diferencia esencial con respecto a directores similares, en la línea de Quentin Tarantino). En esta oportunidad el retrato de la habitual estupidez detrás de las obsesiones de seres grises funciona en términos prácticos como una parodia acerca de las estratagemas y los sinsabores de la repugnante “inteligencia” estatal.
De hecho, sólo basta con explicitar uno de los móviles fundamentales del film, quizás el máximo disparador de la historia: Linda desea reconstruir su cuerpo a través del quirófano pero el seguro médico del gimnasio le rechaza la solicitud… ¡el objetivo central del chantaje es obtener dinero para pagar cuatro cirugías estéticas! El tono lúdico, las vueltas de tuerca desquiciadas y el ritmo hipnótico son elementos característicos de la obra de los Coen y verdaderas rarezas dentro del panorama cinematográfico contemporáneo. El guión puede ser equiparado a un tablero de ajedrez al que poco le preocupan las certezas absolutas del verosímil hollywoodense. Obedeciendo la lógica cotidiana de la improvisación y la mezquindad, los atribulados protagonistas aparecen y desaparecen sin mucho preámbulo.
Nuevamente el desempeño del elenco es magnífico, lo que también nos obliga a valorar el aporte de los hermanos en lo referido a la dirección de actores. Para los policiales consiguen trabajos en verdad espeluznantes y en el caso de las comedias imponen con coraje un “vale todo” que desemboca en la sobreactuación y el delirio histriónico. En especial se destacan Frances McDormand y Brad Pitt a fuerza de caracterizaciones extremas, muy graciosas por cierto. Malkovich y Swinton cumplen con creces mientras que Clooney, por su parte, vuelve a demostrar su perspicacia al reírse de sí mismo. Una presencia curiosa es la de David Rasche, el viejo y querido Sledge Hammer. Inclusive en la prolífica y despareja producción de los últimos años, los Coen siempre han conservado un encanto irresistible: los estudios de personajes van por delante de los grandes acontecimientos de la trama. Es un cine que destruye con crueldad y bucea en el “azar”. El espionaje, dentro de este contexto, se esfuma en la sonsera del sin sentido. El título lo deja bien en claro… aquí nada ocurrió, las situaciones caen en el torbellino de un circulo vicioso atemporal, a definir. Los accidentes responden a insospechados encadenamientos causales.
Título: Quémese después de leerse.
Título Original: Burn After Reading.
Dirección: Joel Coen & Ethan Coen.
Intérpretes: George Clooney, Frances McDormand, Brad Pitt, John Malkovich, Tilda Swinton, Richard Jenkins, Elizabeth Marvel, David Rasche, J.K. Simmons y Olek Krupa.
Género: Comedia, Crimen, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 96 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Francia.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 23/10/2008.
Puntaje: 8 (ocho)
El staff opinó:
–Teniendo en cuenta los magros resultados de sus últimas comedias menores, los hermanos Coen suben el nivel aunque por debajo de la magistral El Gran Lebowski. Una parodia hilarante de espionaje, entre otras cosas, con ese tono desquiciado y cínico tan característico de su cine…– Pablo E. Arahuete (7 puntos)