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sábado, 23 noviembre 2024
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Che, el argentino: La entrañable transparencia…

Por Pablo Arahuete

Como antecedente cabe aclarar que la figura de Ernesto “Che” Guevara siempre fue bastardeada por el cine de ficción. Desde Woody Allen con su Bananas pasando por el impresentable Omar Sharif junto a Jack Palance cuatro décadas atrás, sin olvidar claro el vergonzoso Guevara de Gerardo Romano para la televisión de aire, sin duda una de las perlas oscuras de nuestra corta historia televisiva. Un cambio significativo se da en el terreno del documental donde el material de archivo es abundante y permite tomar contacto con la multifacética imagen del Che, reconocible por ese decir armonioso y vibrante en que cada palabra remite a un pensamiento y cada pensamiento remite a una acción, completamente alejado de la retórica hueca de cualquier político del siglo veinte. Por eso reconforta el tomar contacto con Che, el argentino, primera parte del díptico del realizador Steven Soderbergh que cuenta con el guión de Peter Buchman y el asesoramiento del periodista norteamericano Jon Lee Anderson (uno de los biógrafos más reconocidos), sumado a este emprendimiento un notable elenco latinoamericano donde el portorriqueño Benicio Del Toro se luce en la composición del médico argentino devenido revolucionario.

Sobria, sin épica grandilocuente y con el rigor histórico que se merece, la película del director de Traffic es por lejos el mejor retrato que se haya hecho hasta el momento de este polémico personaje de la historia contemporánea. Y eso se debe no exclusivamente a su enfoque multifacético, despojado de una dialéctica de opuestos como luz y oscuridad; el Guevara malo o el Guevara bueno, sino porque la aproximación al líder revolucionario es de carácter emocional. Por emocional debe entenderse un retrato del cuerpo, del pensamiento y de la acción no desde un lugar sentimental o de devoción desenfrenada, sino una mirada perpleja por los acontecimientos que decide narrar a modo de diario de viaje, cuyas páginas ajadas son removidas por el viento del tiempo. Un tiempo que para el relato aparece fragmentado en un vaivén de flashbacks y flashforwards que remontan al año 1955 cuando el Che conoce al joven Fidel Castro (Demián Bichir) en México y culmina en el año 1964 en una entrevista que el Che le diera a una periodista estadounidense.

Pueden reconocerse en materia narrativa tres líneas de desarrollo: la del discurso intercalada con el relato en off que extrae fragmentos del diario del Che, sobre todo en la primera etapa de la revolución contra el ejército del dictador Fulgencio Batista por las villas de la isla y en toda su travesía por Sierra Maestra, la cual podría sintetizarse como la guerrilla vista por dentro. Allí aparece el médico cuando de heridos se trata y el temerario revolucionario -que debía librar una batalla contra el asma- al asumir el mando de las tropas siempre subordinado a las órdenes del comandante Fidel Castro en un ejemplo de entrega y coraje. La segunda línea obedece puntualmente al pensamiento y la ideología desplegada a lo largo del film en blanco y negro -para entrar a tono con la idea de archivo- en dos segmentos concretos como el de la extensa entrevista y el histórico discurso que el Che diera en las Naciones Unidas proclamando la libertad del pueblo cubano que terminara con la enérgica frase: ¡Patria o muerte! Por último, la tercera línea se yuxtapone a las anteriores y responden a lo que podría sintetizarse como acción, concentrada en los enfrentamientos en la selva y las tácticas de la guerrilla para lograr la victoria en el territorio cubano, como anticipo de lo que luego sería el itinerario por Bolivia que marca su ocaso y forma parte de la segunda entrega que se conocerá por nuestras pampas hacia el mes de febrero.

El Che de Soderbergh es transparente por donde se lo mire y en eso hay una gran cuota de responsabilidad en el enorme trabajo de Benicio Del Toro, cuya apariencia física es impactante. Su minucioso estudio gestual, discursivo y corporal no deja otro adjetivo posible que el de admirable (así lo pensaron en Cannes cuando en Mayo le dieron la Palma de Oro). El mérito de esta primera parte lo constituye por un lado el haberse tomado en serio por primera vez la figura del Che, respetando incluso el idioma porque -es menester aclarar que gran parte del film está hablado en español- cuando por lo general se comete el atropello de introducir el inglés para que el público norteamericano no tenga que leer subtítulos y por otro el haber renunciado expresamente al formato estándar de la biopic insulsa e intrascendente tan habitual en las producciones hollywoodenses. Es por todo ello que sin ser una obra maestra, el primer capítulo de esta aventura cinematográfica supera con creces las expectativas de cualquiera que haya sufrido a los “Guevaras” de pacotilla de otrora.

Título: Che, el Argentino.
Título Original: Che: Part One.
Dirección: Steven Soderbergh.
Intérpretes: Benicio del Toro, Demian Bichir, Elvira Mínguez, Jorge Perugorría, Catalina Sandino Moreno, Vladimir Cruz, Unax Ugalde, Rodrigo Santoro, Oscar Isaac, Yul Vazquez, Edgar Ramirez, Julia Ormond.
Género: Biopic, Drama histórico.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 134 minutos.
Origen: Francia/ España/ México.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 13/11/2008.

Puntaje: 8 (ocho)

El staff opinó:

Por fin una biografía en serio sobre la figura de Guevara. Se dificulta abrir un juicio de valor porque estamos frente a las dos primeras horas de una mega película de cuatro. Aún así, podemos adelantar que la composición de Benicio Del Toro es en verdad extraordinaria: construye un personaje apasionante y complejo sin imitar descaradamente al original. Steven Soderbergh, por su parte, hace lo que se puede esperar de él cuando está con el switch en la posición “cine independiente”; lo que implica una edición fragmentada, un elenco muy heterogéneo, una fotografía exquisita y mucho ascetismo ideológico en lo que respecta al guión. Por suerte todo esto funciona de maravillas y levanta de inmediato al proyecto por sobre el resto de las inmundas biopics de los últimos años. Sin embargo conviene aclarar que el cineasta toma al Che como excusa para redondear un extenso informe sobre las satisfacciones y sacrificios del idealismo político- pragmático. De hecho, está más interesado en la cotidianeidad del combate, esos pequeños detalles que pintan de lleno a una lucha libertaria, que en la vida de Guevara o la información histórica. La valentía del film pasa por no obviar el discurso revolucionario e insistir con el rol fundamental que jugó el antiimperialismo y la guerra de guerrillas. Pocas veces se da una combinación de estas características: tópico muy bien trabajado, protagonista perfecto y dirección apropiada. Esta primera parte mantiene un tono distante y no descuida los condimentos de género, en especial la acción encarnada en los distintos enfrentamientos con las fuerzas de Batista. También se deben destacar la exactitud y el respeto en lo referido al ideario y las fogosas diatribas del rosarino. En resumen, este es un acto de verdadera justicia cinematográfica, tan necesario como imperdible.- Emiliano Fernández (9 puntos)

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