Hubo una época en la cual Hollywood veneraba el musical por su poderío comercial mientras artistas de la talla de Vincente Minnelli, Gene Kelly, Busby Berkeley o Stanley Donen se ocupaban de alimentar el prestigio de un género que alegró la vida de mucha gente en circunstancias históricas adversas (fundamentalmente la crisis del ’30). Con el tiempo fueron desapareciendo los especialistas y con el nacimiento de la televisión en la década del cincuenta volvieron a mutar las tendencias y el musical ya no volvió a florecer como antaño. Cada tanto un resurgimiento espontáneo parece brindarle nuevas fuerzas pero es como el movimiento involuntario de un cuerpo exangüe reanimado con electricidad: un mero espejismo. Hace unos años sucedió con la obra maestra de Baz Luhrmann Moulin Rouge!: Amor en rojo, cuyo suceso intentó ser imitado infructuosamente por algún que otro título de inferior calidad (incomprensible cómo Chicago ganó el Oscar a la mejor película). La realidad indica que dos de los más importantes géneros de la historia del cine (el otro es el western) ya no existen como tales y los diversos emprendimientos que invocan su reaparición se acercan más al homenaje o a la recreación que a la creatividad genuina. Dentro de este panorama desalentador hace su irrupción la franquicia High School Musical con su inapelable conocimiento del target al que apunta: preadolescentes y jóvenes (cuando no niños de escasísima edad).
El fenómeno de High School Musical excede cualquier análisis superficial para adentrarse en los terrenos de la sociología. La publicidad que Disney siempre le destina a sus productos podría ser un factor de incidencia pero evidentemente esta saga de adolescentes pudientes, lindos y rozagantes ha causado un interés popular que supera las variables de la mercadotecnia. Desde su estreno televisivo en Estados Unidos el 20 de enero de 2006 el impacto de HSM se esparció como un virus por todo el mundo convirtiendo en un mega éxito comercial a un film modesto (costó apenas 4,2 millones de dólares), artísticamente previsible aunque bien hechito y sin ningún elemento visible que explique los motivos de tanta ebullición. Luego de vender millones de CD’s y DVD’s y de armar un show en vivo con algunos de los actores originales -que llegó incluso a Buenos Aires- se produjo la obvia secuela en setiembre de 2007. El apoyo de sus fans permitió que HSM 2 alcance un récord de audiencia de 17,6 millones de espectadores en su país de origen. Más discos, más merchandising, más usos y costumbres copiados por chicos y chicas que querían parecerse a sus ídolos de la pantalla chica. De a poco esta inocente visión en clave de comedia romántica de la vida cotidiana en el colegio con bailes, canciones y deporte se transformó en el emblema cultural de toda una generación.
Para darle un cierre de lujo a la historia de Troy, Gabriella, Sharpay, Ryan, Chad y Taylor (los personajes principales) los productores decidieron llevar al cine la tercera parte y no escatimaron medios para ello: diez canciones nuevas (quizás las mejores que se escribieron hasta el momento), algunas coreografías de alto vuelo al mando del competente Kenny Ortega (Dirty dancing, Salsa: la película, Xanadu, etc.), un diseño de arte espectacular y un presupuesto global de 33 millones de verdes. Gustos personales aparte, a HSM 3: la graduación es imposible no reconocerle una honestidad sin tapujos: sabe lo que quiere y sabe qué es lo que debe entregar a cambio. Podría decirse que se trata de una perfecta transacción entre partes. Y todos contentos con lo que le corresponde a cada uno…
En el último eslabón de la saga (se prepara una cuarta entrega con otro elenco) el guionista Peter Barsocchini fusiona en una única historia tres o cuatro aspectos argumentales como para plasmar igual cantidad de películas: el partido final de temporada de básket (con la canción “Now Or Never”), los desencuentros amorosos de Troy y Gabriella (“Right Here, Right Now”; “Can I Have This Dance, Just Wanna Be With You”, “Walk away”), la graduación del título vista a través de la obra teatral que ensayan los chicos (“I Want It All”, “A Night To Remember”, “Senior Year Spring Musical”), la incertidumbre por el futuro académico (“Scream”), la celebración de la amistad y el compañerismo (“Just Getting Started”, “The Boys Are Back”) y un epílogo a toda orquesta (“We’re All In This Together Graduation Mix” y “High School Musical”). Con la excepción del flojo número musical “Can I Have This Dance” (ambientado en la terraza del colegio) todas las secuencias ofrecen un nivel parejo de energía, colorido y emoción. Kenny Ortega y su equipo han conseguido darle a esta HSM 3 el salto de calidad necesario para que el traslado de la pantalla chica a la grande no se resienta. El carismático Zac Efron y la deliciosa Vanessa Hudgens encabezan un grupo de actores brillante que además de divertirse contagian de júbilo a la platea con su entusiasmo desbordante. Para el seguidor incondicional el film es una fiesta. Lo asombroso es descubrir cuánto puede disfrutarse aún sin serlo…
Título: High school musical 3 – La graduación.
Título original: High School Musical 3: Senior Year.
Dirección: Kenny Ortega.
Intérpretes: Zac Efron, Vanessa Hudgens, Ashley Tisdale, Corbin Bleu, Lucas Grabeel, Matt Prokop, Monique Coleman, Bart Johnson, Ryne Sanborn, Kaycee Stroh, Olesya Rulin, Justin Martin y Jemma McKenzie-Brown.
Género: Comedia, Drama, Musical.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 112 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Buena Vista – Disney.
Fecha de estreno: 27/11/2008.
Puntaje: 7 (siete)