Por Pablo E. Arahuete
Detrás de la cruz esvástica que flamea incipiente en primer plano, aparecen un grupo de niños con los brazos extendidos como alas de avión que corretean por las calles de Berlín. Entre ellos, Bruno (Asa Butterfield), quien al llegar a su hogar recibe la mala noticia: la familia se muda al campo, pues su padre (David Thewlis) debe ir a supervisar los trabajos que se realizan en una supuesta granja. Como cualquier niño de 8 años, el pequeño reniega y no demuestra el mismo entusiasmo que su hermana mayor, como así tampoco el de su madre (Vera Farmiga), pero la rectitud de su progenitor lo deja sin chances de cambiar el rumbo. Tras despedirse de sus amigos y de sus abuelos, la familia parte a una mansión ubicada en la zona rural y custodiada por soldados con el uniforme característico del ejército alemán. Entre el aburrimiento y cierta curiosidad infantil, Bruno descubre desde la ventana de su habitación que cerca de su nueva casa hay una enorme chimenea que despide un humo negro y una vez que sale a su encuentro, -escapándose de su refugio- se enfrenta con un enorme campo alambrado y con el rostro compungido de un niño, sucio y famélico que lo mira del otro lado de la cerca.
Si bien este es el prólogo que resume de alguna manera una historia previsible que no descansa un segundo en transitar por cualquiera de los lugares comunes, resulta al menos debatible cuál es la intención definitiva de El niño con el pijama de rayas, adaptación del libro (best-seller) de John Boyne dirigida por Mark Herman (aquel de Tocando el viento y Pequeña voz). Pese a que las comparaciones son odiosas, solamente con fines ilustrativos se puede traer a escena otra película que en su momento generó muchas polémicas por el tratamiento del Holocausto debido a su banalidad y que se alzó con el Oscar convirtiendo a su director, Roberto Begnini, en el bufón mimado por Hollywood; claro está que estamos hablando de La vida es bella.
Ambas películas protagonizadas por niños en un evidente operativo de chantaje emocional con un espectador para quien cualquiera de las dos historias no puede resultarle indiferente. Pero en el caso del film de Begnini, la demagogia llegaba con bombos y platillos en el último acto cuando la idea del salvataje a último minuto lucía su imagen más decadente en un desfile triunfal de soldados norteamericanos; un guiño obsceno que el director italiano sembró para subir al estrado. En el caso de El niño… existe una manifiesta búsqueda de realismo que contrasta parcialmente con el punto de vista inocente –y no infantil – de su protagonista, dotado además de una serie de elementos que impactan visualmente (las chimeneas, el traje a rayas con un número, etc.), plasmados en pantalla con sutileza y sin subrayados.
Así, lejos de trascender la polémica, Herman duplica el riesgo al optar por un desenlace de difícil digestión. Y esta decisión, que para muchos podría resultar tan nauseabunda como el olor de las chimeneas, no hace otra cosa que resignificar a partir del final todo el desarrollo del film, evitando de esta manera un abanico de posibilidades que hubiesen hundido en la más absoluta demagogia cualquier intención cristalina. Cabe preguntarse: ¿qué es lo que molesta de una historia sobre el Holocausto bajo la mirada poco revestida de prejuicio e ideología de un niño de 8 años?; ¿no era acaso mucho más perjudicial el enfoque parcial y fantasioso del adulto interpretado por Begnini aunque sus intenciones fueran nobles?
El núcleo central del film de Mark Herman deposita sus ojos en dos puntos de vista: el de un niño todavía inocente para quien un campo de concentración representaba una granja repleta de gente con pijamas a rayas y el de otro niño a quien le mataron la inocencia y lo convirtieron en adulto -de un día para el otro- bajo el poder nefasto de la razón que, como dice el saber popular, reproduce monstruos y pulveriza sueños.
Título: El niño con el pijama de rayas.
Título original: The Boy in the Striped Pajama.
Dirección: Mark Herman.
Intérpretes: Asa Butterfield, David Thewlis, Vera Farmiga, Rupert Friend, Cara Horgan, David Hayman, Amber Beattie, Sheila Hancock, Richard Johnson y Jack Scanlon.
Género: Drama, 2° Guerra Mundial.
Calificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 94 minutos.
Origen: Reino Unido/ EE.UU.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de estreno: 04/12/2008.
Puntaje: 6 (seis)