Por Pablo Arahuete
La libertad es un concepto tan abstracto como la idea de la predestinación. Nadie es libre, salvo por la remota ilusión de que a veces se puede elegir. Se trata, en definitiva, de decidir sobre un acotado margen de posibilidades pero la realidad indica otra cosa. ¿O acaso alguien puede elegir en qué lugar nace, con qué familia convivirá y bajo qué condiciones vivirá? Nadie, y de eso se trata todo; de perseguir la ilusión de libertad, aunque más no sea sustentada en el deseo más que en la acción. De elecciones y decisiones se compone el espectro que rige la lógica de Slumdog millionaire: ¿Quién quiere ser millonario?, del manchesteriano Danny Boyle. Film con diez nominaciones al Oscar, incluida la de mejor película.
Como en toda película del director de Trainspotting, si hay algo que prima aquí es el exceso, tanto desde el punto de vista narrativo como cinematográfico. Sin embargo, lejos de tratarse de un problema en el caso de este film ocurre exactamente lo contrario porque el desborde forma parte esencial de los vaivenes emocionales y del ritmo arrollador que marca el paso de esta obra polifuncional; como si se avanzara a gran velocidad por un tablero repleto de casillas y contratiempos donde el azar se vuelve casi tan importante como el destino.
No por nada uno de los vehículos narrativos es nada menos que un concurso televisivo de preguntas y respuestas: el popular y mundial ¿Quieres ser millonario? (que aquí tuvo su versión local y patética hace unos años). Qué mejor escenario entonces que un show televisivo como único medio de ascenso social en un panorama donde la brecha entre ricos y pobres no cambia y se enquista tan fuerte como la resignación en creer que ya todo está escrito; que en el libro de la vida no pueden agregarse renglones y cada uno tiene definido su rol y rango de acción. Sobre esta premisa, el juego de Danny Boyle comienza a abrirse en diferentes capas. Algunas de carácter meramente superficial, que pueden suscitar malestar en el espectador -como ha ocurrido con algunos sectores de la crítica que defenestran a este film- por hacer apoteosis del miserabilismo, y otras menos visibles que intentan reflejar una historia de doble transformación: la de un chico de la calle en la India que debe sobrevivir y se hace adulto a los golpes, y la de un país que abrazó la idea del capitalismo más salvaje, se inundó de dólares y rascacielos y perdió cualquier rasgo de identidad. Ante esta sustancial pérdida, el eslabón del cine local fue el salvataje antes de que el barco terminara por hundirse definitivamente con el fenómeno de “Bollywood” (término que recibe la industria del cine Hindú que produce al día de hoy una impresionante cantidad de películas por año que no cruzan las fronteras). Ese racimo de producciones lo constituyen tanto films de género como de autor, predominando melodramas folletinescos, comedias costumbristas y hasta un interesante caudal de terror y acción que para la película de Boyle aparecen salpicados en una suerte de homenaje constante.
Pero la India no se resume solamente en exhibicionismo de elefantes, representaciones del Kama Sutra, o mujeres con un lunar en el medio de la frente como la mirada occidental nos tiene acostumbrados o, para decirlo en otros términos, como algunos directores hindúes “for export” pretenden hacernos creer, sino que la India también es miseria, pobreza, prostitución infantil, explotación de niños, luchas raciales y mirar el Taj Majal desde afuera. Eso es lo que parece que no se le perdona al autor de Tumba al ras de la tierra, quien no se propuso filmar un documental sino realizar una ficción basada en una novela del escritor Vikas Swarup que respeta el punto de vista de su protagonista. De ahí el tono de aventura o cuento de hadas pop que atraviesa al relato en toda su extensión, donde el realizador saca a relucir todos sus atributos a la hora de contar una historia. Por más encuadre, reencuadre, filtro de color que se use el estiércol sigue siendo estiércol y el cine sigue siendo cine.
Estructurada en tres tiempos, la trama se organiza a partir del interrogatorio al que se ve sometido Jamal Malik (interpretado en su fase adulta por Dev Patel) luego de haber ganado millones de rupias en el show televisivo citado anteriormente. Bajo la sospecha de haber hecho trampa al contestar correctamente cada una de las preguntas y tratándose de un hombre de escasa cultura que jamás estudió y ahora es simplemente un “telemarketer” para una compañía de celulares, el muchacho debe repasar cada una de las preguntas y justificar sus respuestas. Puede decirse que en esta instancia surge el primer exceso o exageración porque el protagonista es torturado para que confiese la verdad, pero completamente lícito a los fines de la acción que a partir de ese momento se adueña de la pantalla de forma explosiva. Esas explosiones son detonadas por los flashbacks del protagonista cuando ante sus verdugos pretende contar su versión de los hechos y demostrar que conocía muchas de las respuestas simplemente como resultado de su experiencia de vida y que aquellas que desconocía se dejó llevar por el azar.
Esa dialéctica entre el azar y las decisiones opera a lo largo de todo el relato que mezcla diferentes géneros como el melodrama y hasta cualquier historia de amor imposible como la que vive Jamal con Latika (Freida Pinto), intercalado con un repaso histórico y un espíritu de épica urbana con el vértigo de un video clip desenfrenado. Suficientes méritos para dejarse arrastrar en este viaje que funciona como un ejercicio de recuerdos al mismo estilo que El curioso caso de Benjamin Button, con la diferencia notoria entre ser un pasivo espectador de los hechos a formar parte de la acción; transmite tensión e intensidad en ese duelo entre el concursante y el animador al mismo nivel que el del reportaje de Frost/Nixon y que además cuenta con un plus en la dirección soberbia del inquieto, polémico y versátil Danny Boyle, quien sin duda tomó su mejor decisión.
Título: Slumdog millionaire – ¿Quién quiere ser millonario? Título Original: Slumdog Millionaire. Dirección: Danny Boyle & Loveleen Tandan. Intérpretes: Dev Patel, Freida Pinto, Madhur Mittal, Anil Kapoor, Irrfan Khan, Saurabh Shukla, Mia Drake, Rajendranath Zutshi, Rubina Ali y Ayush Mahesh Khedekar.
Género: Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 120 minutos. Origen: Reino Unido/ EE.UU. Año de realización: 2008.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 12/02/2009.
Puntaje: 9 (nueve)
El staff opinó:
–Películas como Slumdog Millionaire nos recuerdan hasta qué punto el cine, como todas las artes, es una manifestación burguesa (más precisamente, a cargo de burgueses millonarios). Aquí nos encontramos con dos verdades relativas, interconectadas. Primero y en especial, estamos ante una fábula romántica muy cruel realizada por Danny Boyle, un director hiperquinético. Segundo y por más que le moleste a unos cuantos, el film también es un recorrido turístico de un puñado de ingleses ricos por las miserias del Tercer Mundo. Tampoco ayuda la polémica secuencia de créditos del final. ¿Simple homenaje a Bollywood o ridiculización definitiva de una larga serie de tormentos tamizados según la óptica hipócrita de los países centrales? Mucho “miren qué salvajes son estos monos” pero no hay ni un solo dedo que apunte al imperio, el responsable último de la mugre social puesta en primer plano. Sin embargo cada espectador interpretará Slumdog Millionaire según sus criterios personales: un delirio narrativo que explota artísticamente la pobreza o un combo multi- género de ritmo frenético y experimentación formal. Quizás en la conjunción de estas dos vertientes hallemos la respuesta…– Emiliano Fernández (8 puntos)