Por Pablo E. Arahuete
El título de esta nota no remite al tema de Fito Páez, sino al nuevo despropósito de Gabriele Muccino, el otrora interesante realizador italiano que antes de ser captado por las huestes de Hollywood tenia en su haber películas corales interesantes como El último beso. La sociedad con el comediante Will Smith, que aquí también es protagonista y productor 
ejecutivo, se remonta a ese melodramón intitulado En busca de la felicidad. Si en aquel film, el modelo de las segundas oportunidades era puesto en marcha a partir de una serie de obstáculos por los que el desgraciado de Will debía pasar junto a su hijo para sobrevivir, en Siete almas el exceso de altruismo de Smith obedece pura y exclusivamente a la culpa y a su deseo por redimirse tras haber sido responsable de un accidente automovilístico en el cual siete personas perdieron la vida, incluida su mujer.
Cualquiera podría pensar en el viejo cliché de la culpa y la redención, pero aunque eso no es del todo descabellado en el caso de Muccino esa premisa se ve completamente ridiculizada por las proezas a las que el propio protagonista se somete.
Sin escapar del maniqueísmo absurdo que rige los parámetros del Hollywood más estándar y automático, el director de Ricordati di me no escatima ni un segundo en poner en marcha el mecanismo de las compensaciones como única medida de las acciones, así como intentar una vaga reflexión sobre el sentido de la vida y la muerte.
El espectro de futuros beneficiarios de las bondades de Ben Thomas, el salvador Will Smith, está conformado por una amplia variedad de desahuciados. La mayoría, enfermos terminales aunque también completan la postal un ciego, una mujer golpeada, una anciana maltratada y le faltaba un chico rico con tristeza pero no llegó al casting.
A la vida de cada uno de ellos llegará Ben en calidad de benefactor por el simple hecho de tratarse de buenas personas. Claro, no correrá la misma suerte uno de los personajes a quien en un principio Ben cree merecedor de sus servicios pero que terminará defraudándolo y recibiendo el castigo ejemplar adecuado.
Todo funciona de esa manera en la historia pergeñada por un guion que manipula las emociones desde el minuto uno hasta el final; con moralejas y lecciones morales de todo nivel y color pero lo que es más grave aún sostenido por una arbitrariedad asombrosa, que
con el correr del metraje irá adquiriendo esa idea de parábola o, mejor dicho, bastará unir la línea sucesora de puntos para anunciar un final cantado.
Si en el pasado el director italiano se destacaba por un estilo narrativo ágil, su desembarco en Hollywood terminó por ralentarlo a niveles insoportables y en el caso de esta película se potencia en el tono solemne y ritmo moroso que acompaña cada situación a la que debe sumársele la sobreexposición dramática en sintonía con la sobreactuación del sufrido Will. El elenco que lo acompaña en su panegírico de la culpa resulta un tanto desparejo destacándose la labor de Rosario Dawson por encima del resto.
Siete almas por momentos parece un institucional de alguna entidad de bien público para tomar verdadera conciencia de los problemas que nos aquejan, como por ejemplo apagar el celular cuando se maneje. Eso no sería tan grave si el sentido final del film fuese promocionar alguno de estos entes u organizaciones pero lamentablemente se trata de una película que pretende acrecentar el uso de pañuelos en las butacas o como se dice publicitariamente “es un canto a la vida”. Lástima que en este caso se desafine tanto.
Título: Siete almas.
Título original: Seven pounds.
Dirección: Gabriele Muccino.
Intérpretes: Will Smith, Rosario Dawson, Woody Harrelson, Barry Pepper, Elpidia Carrillo, Connor Cruise, Michael Ealy, Robinne Lee, Joe Nunez, Ivo Nandi y Octavia Spencer.
Género: Drama.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 123 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Sony.
Fecha de estreno: 26/02/2009.
Puntaje: 3 (tres)
