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jueves, 21 noviembre 2024
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Jardines en otoño: Del protocolo del poder a la libertad tardía

Por Emiliano Fernández

Para la composición habitual de la cartelera porteña, Jardines en otoño (Jardins en automne, 2006) resulta una bienvenida curiosidad que lamentablemente llega con varios años de retraso. La última realización del georgiano Otar Iosseliani combina con sutileza la comedia absurda y la sátira política con algunos elementos vinculados al surrealismo y el cine de Jacques Tati. Apoyándose más en una serie limitada de gags visuales que en remates dialogados, la película ahonda en el redescubrimiento de placeres casi olvidados.

Luego de un prólogo en el que tres ancianos se pelean por un féretro en una funeraria, la historia comienza con un acto gubernamental encabezado por Vincent (Séverin Blanchet), un ministro aparentemente de agricultura. Pronto apreciamos que el “señor” vive en una lujosa mansión oficial, tiene una amante que derrocha fortunas en trivialidades y en lo que respecta a su trabajo la inacción es el factor determinante (juega al “solitario” asistido por un secretario, firma documentos que ni siquiera lee y “hace pesas” en el mismo despacho).

Las comodidades desaparecen cuando por presión popular lo obligan a renunciar… nunca sabemos a ciencia cierta la causa, aunque se deduce con facilidad que fue por negligencia y/ o malversación. El asunto es que su acompañante lo abandona, su ex prometida le niega asilo y hasta debe pedirle dinero prestado a su avejentada madre (Michel Piccoli). Durante la primera media hora el film parece inclinado hacia la parodia pero progresivamente y a partir de este punto, va torciendo su rumbo hacia un costumbrismo cínico de tipo barrial.

Cuando al ministro no le quede otra opción más que volver a un antiguo departamento familiar, hoy ocupado por inmigrantes ilegales africanos, se reencontrará con amigos y novias del pasado. A pesar de una duración demasiado prolongada y aunque el viraje conceptual no convence desde el punto de vista ideológico, el septuagenario Iosseliani controla el relato con sabiduría y ofrece un collage inspirado de ceremonias fallidas, borracheras delirantes y tertulias que siempre finalizan en forma más o menos abrupta.

Debemos aclarar que el surrealismo que entrega Jardines en otoño es mucho más conservador que revulsivo, por lo que pierde gran parte de su potencial contracultural y se transforma en un componente discursivo más dentro de una imaginación general algo chata, plagada de metáforas un tanto lineales (cada personaje tiene un animal salvaje como mascota mientras que nuestro protagonista carece de su “representación”, símbolo de las modificaciones por venir…). El tópico “poder” va siendo reemplazado por el “otoño vital”.

El simpático Blanchet compone a un payaso neutro que en su madurez aprende a disfrutar de su tiempo libre como si se tratase de un joven con muchísimo por descubrir. Un Piccoli travestido, por su parte, sorprende gratamente luego de su triste participación en la desastrosa Belle toujours (2006). A diferencia de aquel capricho ridículo de Manoel de Oliveira, aquí el énfasis está puesto en los pequeños y grandes fracasos que traen aparejados tanto el zigzagueo existencial como la inescrupulosa ambición contemporánea.

Título: Jardines en otoño.
Título original: Jardins en automne.
Dirección: Otar Iosseliani.
Intérpretes: Séverin Blanchet, Jacynthe Jacquet, Otar Iosseliani, Lily Lavina, Denis Lambert, Michel Piccoli, Pascal Vincent y Jean Douchet.
Género: Comedia.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 115 minutos.
Origen: Francia.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Ifa Cinema.
Fecha de estreno: 30/04/2009.

Puntaje: 6 (seis)

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